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Signo y Gracia
23 de abril de 2023
Nº 1466 • AÑO XXXI

Sacramentos y Familia

La Iglesia: lugar de discernimiento, Madre y Maestra

 La santa Iglesia, aunque tiene como misión principal santificar las almas y hacerlas partícipes de los bienes sobrenaturales, se preocupa, sin embargo, de las necesidades que la vida diaria plantea a los hombres.

 El testimonio de las primeras comunidades cristianas unió a la buena noticia de Cristo resucitado, el testimonio del poder transformador de la fe. Confesar la fe cristiana no sólo compromete el conocimiento personal de Dios, sino un vivir y actuar conforme a la influencia de la misma fe: “Si vivimos gracias al Espíritu, comportémonos de acuerdo con el Espíritu” (Ga 5 ,25). Este vínculo entre fe y vida llevará al cristiano de hoy a no caer en una adhesión legalista infructífera y a vivir y proponer la identidad cristiana como una buena disposición y orientación de la vida humana. Por eso no se trata sólo de preguntarnos: ¿Qué he de hacer para tener en herencia la vida eterna? (Lc 10,25), si no también ¿Qué debo ser para que mi vida sea realmente respuesta al don del amor de Dios manifestado en Cristo, presente y activo en mi vida? Esta especificidad cristiana debe dar un paso más como referencia comunitaria: un ámbito identificativo donde el creyente no es un sujeto cerrado en sí mismo, si no que su plena significación de “ser en Cristo” implica “ser con los demás”, es decir la pertenencia a la comunidad cristiana. La Iglesia, así, se transforma en un verdadero lugar de discernimiento, como madre y maestra.

“Madre y Maestra de pueblos, la Iglesia católica fue fundada como tal por Jesucristo para que, en el transcurso de los siglos, encontraran su salvación, con la plenitud de una vida más excelente, todos cuantos debían entrar en el seno de aquélla y recibir su abrazo. A esta Iglesia, columna y fundamento de la verdad (1Tim 3,15), confió su divino Fundador una doble misión, la de engendrar hijos para sí y la de educarlos y dirigirlos, velando con material solicitud por la vida de los individuos y de los pueblos, cuya superior dignidad siempre la Iglesia con el máximo respeto y defendió con la mayor vigilancia... Por tanto, la santa Iglesia, aunque tiene como misión principal santificar las almas y hacerlas partícipes de los bienes sobrenaturales, se preocupa, sin embargo, de las necesidades que la vida diaria plantea a los hombres, no sólo de las que afectan a su decoroso sustento, sino de las relativas a su interés y prosperidad, sin exceptuar bien alguno y a lo largo de las diferentes época”. (Mater et Magistra, 1,3).

Esta identidad cristiana es así una propuesta que se presenta como respuesta a las preguntas fundamentales y cotidianas de la persona y de la sociedad. Ésta, a su vez, aporta una fuerte orientación escatológica, que en términos seculares podría traducirse con el concepto de la esperanza.

 “La Iglesia ha de ofrecer a Europa el bien más precioso y que nadie más puede darle: la fe en Jesucristo, fuente de la esperanza que no defrauda, don que está en el origen de la unidad espiritual y cultural de los pueblos europeos, y que todavía hoy y en el futuro puede ser una aportación esencial a su desarrollo e integración” (Ecclesia in Europa, n.18).

Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano