Declarada Venerable
María Domenica Lazzeri: estigmas de amor a Cristo
María Domenica Lazzeri pasó 14 años sin comer a causa de una anorexia mística, no psiquiátrica. El 23 de marzo de 2023, ha sido proclamada Venerable por el Papa Francisco.
Maria Domenica Lazzeri nació el 16 de marzo de 1815. Fue la menor de una familia con cinco hijos. Su padre se llamaba Bortolo Lazzeri y era molinero; su madre se llamaba Margherita. María Domenica vivió una infancia normal y tranquila y asistió a la escuela local del pueblo. En su adolescencia, se dedicó a trabajar, orar y ayudar a los sufrientes, especialmente a los afectados por las epidemias de la década de 1820; fue a prestar servicio a las familias de las cercanías, dedicándose a cuidar a los niños pequeños. Durante ese período, leía vidas de santos, los escritos de san Alfonso María de Ligorio y, sobre todo, los relatos de la pasión, y muerte de Jesucristo, que eran sus preferidos.
En 1828, murió su padre de pulmonia (neumonía). Maria Domenica solo tenía trece años. Si bien es normal que una niña sufra por esta causa, para Domenica la pérdida de su padre fue algo más, ya que marcó el comienzo de su viaje místico. Desde ese día, su salud comenzó a deteriorarse lentamente. Ella se empezó a sentir cada vez más afectada por misteriosas enfermedades físicas inexplicables. Estos sufrimientos la condujeron a llevar a una vida espiritual más intensa.
El 15 de agosto de 1833 (fiesta de la Asunción de María) comenzó lo que el Dr. Leonardo Cloch denominó "la larga y dolorosa enfermedad de María Domenica Lazzeri". Desde ese día hasta abril de 1834, fueron in crescendo los síntomas extraños y misteriosos, alcanzando, en mayo de 1834, una forma grave e inexplicable. Comenzó su permanencia en la cama con lo que se suponía que era la gripe, de la que se creyó que ella se había contagiado finalmente, al igual que su madre; pero a diferencia de esta última, que reanudó sus actividades normales al cabo de una semana, Domenica se quedó postrada en cama.
Poco después, su madre se dio cuenta de que por la noche no dormía, y que comía cada vez menos. En Pascua de 1834, su madre llamó al Dr. Cloch, quien visitó a la paciente y comenzó a mantener registros meticulosos que hoy nos permiten conocer su historia. Progresivamente, en poco más de un año, llegó a una situación en la que, para vivir, ya no necesitaba dormir, comer, ni beber. No tomaba nada, excepto la Sagrada Comunión, que recibía los domingos, o según otra versión, una vez al mes. Maria Domenica vivió únicamente de la Eucaristía durante el resto de su vida desde los 19 hasta los 33 años.. El hecho de que se le aplicase literalmente incluso, en lo físico, la proclamación de Jesucristo en el evangelio, Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida (Jn 6:55), es una excepcional gracia mística, no un problema psiquiátrico, no una Anorexia Nerviosa.
Además, a Maria Domenica Lazzeri le sobrevinieron otras gracias místicas. Incluso una estigmatización total, marcada por sufrimientos atroces. En 1835, empezó a recibir los estigmas o heridas que tuvo el Crucificado en su pasión y crucifixión, incluso los de la corona de espinas. En una ocasión, contaron las lesiones de la corona de espinas en su cabeza y tenía cuarenta heridas incisas. A veces, también sangraba a través de heridas en otras partes de su cuerpo, parecidas a las de la flagelación del Señor. Y sudaba sangre. Estos estigmas los recibía cada jueves por la noche y le duraban hasta el viernes por la tarde; y después quedaba como en una muerte aparente; aunque se recuperaba completamente. Hasta el jueves siguiente. Y así llegó a ser una verdadera imagen viviente de Jesús Crucificado.
Un cuadro clínico inquietante que atrajo la atención de ilustres médicos, porque los fenómenos físicos eran inusuales e incurables, y estaban ligados a una enfermedad no diagnosticable.
Las noticias de esta joven pronto llegaron a Trento. El obispo, el beato Juan Nepomuceno de Tschiederer (fallecido en 1860 ordenó una investigación de oficio. Tales gracias místicas extraordinarias no eran nuevas para este santo obispo, ya que otras dos mujeres en su diócesis eran estigmatizadas y estaban sujetas a fenómenos místico-físicos: María von Moerl y Crescenzia Nierklutsch.
La fama de la joven capriana salió de los límites de la diócesis de Trento, y se extendió por toda Italia y Europa. Al considerar que era un digno de ser conocido, los editores europeos, comenzaron a imprimir obras populares entre 1836 y 1848, cuyos autores fueron a menudo testigos oculares de los estigmas, de la resistencia al sufrimiento y del espíritu de oración vivida a diario por Maria Domenica.
Maria Domenica tuvo otros dones místicos, como telepatía, conocimiento de eventos futuros, conocimiento de idiomas que nunca había estudiado (xenoglosia), aunque permaneció completamente postrada en la cama, a menudo sabía, lo que se decía a lo lejos, podía oír la misa que se celebraba en la iglesia vecina e inexplicablemente pudo repetir el sermón pronunciado por el celebrante en italiano; y el sermón en alemán pronunciado en otra iglesia algo más distante.
Domenica también tuvo el don de la ubicuidad y de la bilocación, lo cual se menciona en las cartas del obispo de Trento, el beato Juan Nepomuceno de Tschiederer. Donde consta que Maria Domenica, más de una vez, mientras estaba en su cama, se había reunido en Caldaro o en Cermes para orar con las otras dos mujeres estigmatizadas de la diócesis.
También hay una referencia del Dr. Leonardo Cloch que decía que Domenica no necesitaba lavarse, y a pesar de que sus estigmas y heridas de flagelo sangraban profusamente, luego se descubrió que su ropa y sus sábanas estaban blancas y limpias.
Eventualmente, debido a la multitud de personas que acudían de todas partes a visitar a María Domenica, este obispo se vio obligado a establecer estrictas medidas de acceso a su casa por parte de los visitantes, lo cual fue agradecido con gusto por la Meneghina, que no podía soportar tantas visitas y estaba en peligro de perder la calma necesaria para la meditación, la reflexión y la oración.
Este mismo obispo evitó cautelosa y prudentemente ir a visitarla personalmente, pero en privado y por escrito la siguió de cerca en sus pruebas, expresando respeto y admiración, y no dudó en tomar su defensa contra los informes falsos y los rumores que circularon en la prensa británica.
Al igual que Jesús, tenía 33 años cuando falleció el 4 de abril de 1848. Después de catorce años de enfermedad, ayuno y falta de sueño, habiendo pronosticado muchos eventos tanto alegres como tristes, incluida la fecha exacta de su muerte a la edad de 33 años, la dolorosa de Capriana y el crucifijo viviente, como se la conoce, dejó este mundo. Su cuerpo permaneció expuesto durante siete días para que la vieran los fieles; y en el momento del entierro, se percibió que su cuerpo difundía un olor especial como si fuera un ramo de flores.