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5-9 de abril de 2023
Nº 1464 • AÑO XXXI

Pasión de Cristo

Santo Vía Crucis

Rezo del Santo Vía Crucis en preparación a la Pasión y muerte del Señor editado por las Ediciones Mater Christi y escrito por D. Emilio Castrillón Hernández, fundador de esta institución de Vida Consagrada. 

En el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Oración: Dios Padre, Todopoderoso y Eterno, cuando nos disponemos a recorrer con tu Hijo Jesucristo el Santo Vía Crucis, imploramos tu Misericordia a fin de que podamos seguir con íntima devoción y experiencia viva lo que fue este camino de dolor, de ternura, de perdón y de amor.

Te lo pedimos por Jesucristo tu Hijo que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo, por lo siglos de los siglos. Amén.

I estación: Jesús es condenado a muerte

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.

Señor, fuiste condenado a muerte en un conjunto de circunstancias que hablaban mucho de las pasiones humanas causantes de los pecados capitales: envidia, soberbia, ira…

Te viste solo en medios de los que buscaban tu condena y de los que, totalmente ciegos, la pedían y exigían.

Nadie se acordaba de lo que te habían oído o de los milagros que te había visto obrar. Nadie quería saber más que te crucificaran.

 

Míranos, Señor, y no permitas que nuestra cobardía nos arrastre a ignorarte, e incluso a ser cómplices de nuevas condenas en tus hermanos los hombres más pobres y marginados.

Padrenuestro…

II estación: Jesús cargado con la cruz 

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.

Señor, has dado testimonio suficiente de lo que es humildad y mansedumbre, pero los acontecimientos siguen avanzando y ahora ya eres tratado como un malhechor absoluto.

Te cargan con la cruz en la que vas a ser crucificado y en ella va todo el peso de los pecados de los hombres.

De por sí ya es demasiado el peso del madero para unos hombros tan maltratados y machacados como los tuyos, pero es que además con ella aguantas sobre ti el peso de lo que simboliza: nada menos que todos los pecados de la humanidad, manifestados en los pecados de todos los que han intervenido en vigilarte, seguirte, perseguirte y no cesar hasta conseguir entregarte y forzar la condena.

Ayúdanos, Señor, a ser fieles a tu ejemplo y al deseo del Padre, para que con nuestra vida cristiana te ayudemos a salvar a la humanidad, cargando con alegría con la cruz de cada día.

Padrenuestro...

III estación: Jesús cae por primera vez

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.

Caíste, Señor, bajo el peso de la cruz. Sencillamente porque comportaba un peso demasiado serio como para que pudiera ser llevado con soltura.

Tu caída no fue nunca fruto de una debilidad claudicante, ni del desánimo, ni del pensamiento de que no fueras capaz de llegar hasta donde te habías comprometido con tu Padre y con la humanidad.

Está claro que la ingratitud humana, la hipocresía, la cobardía, la soberbia, la envidia y la mentira de los hombres, entre otros de sus muchos pecados, comportan un peso muy superior al que puede soportar la naturaleza humana.

Ten paciencia con nosotros, Señor, mientras intentamos seguirte y aprender a recorrer los caminos del dolor, sin quejarnos y asumiéndolos tal cuales son.

Padrenuestro…

IV estación: Jesús se encuentra con su Madre Amantísima

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.

Te llega, Señor, el primer consuelo de este camino final de tu vida terrenal. Con la presencia de tu Madre renuevas las fuerzas para perseverar en la Voluntad de tu buen Padre Dios.

Ella, con ternura máxima en la mirada, te recuerda con qué generosidad hay que vivir y mantener hasta el último momento, hasta el último suspiro de la vida la fidelidad a Dios por la palabra dada.

Enséñanos, Señor, a encontrarnos con tu Madre.

A leer en su mirada. A sentir en el corazón el palpitar del suyo. A seguir sus pasos de entrega y fidelidad al Padre Dios.

Padrenuestro…

V estación: El Cirineo ayuda a Jesús a llevar la Cruz

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.

No te importa, Señor, tener que soportar una nueva humillación, la cual es aceptar que necesitas ayuda física y material para poder recorrer el camino hacia el Calvario.

Otra vez, con tu actitud, haces vida tus propias palabras: “Aprended de Mi que soy manso y humilde de corazón”.

También, nosotros, quisiéramos saber ayudarte a llevar la Cruz y a tener la suficiente mansedumbre y humildad de corazón como para poder aceptar la ayuda de los demás, cuando realmente no podamos cumplir con la misión que nos has confiado en favor de la salvación de los hombres, nuestros hermanos.

Padrenuestro…

VI estación: La Verónica enjuga el rostro del Señor

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.

Qué valentía la de esta mujer que se impone al amedrentamiento de los que te han condenado y es capaz de salir a tu encuentro para aliviar, de alguna forma, el dolor y la angustia que te acompaña.

Pero ella también recibió la recompensa de tu gratitud con generosidad grande.

Qué importante es convencerse de que el Cielo siempre agradece con creces cualquier cosa que se haga por Amor a Dios. Tú mismo nos has dejado dicho: “Recibirá el ciento por uno en esta vida y después la vida eterna”.

Danos, Señor, el espíritu de valentía para ser testigos vivos de tu Amor y portadores de tu Gracia y de tu Salvación, allá donde quiera que tengamos que desarrollar nuestras vidas cristianas.

Que siempre sepamos ser tan valientes como oportunos, a ejemplo de las santas mujeres y a imitación de la Verónica.

Padrenuestro…

VII estación: Jesús cae por segunda vez

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.

El camino es largo y duro. La debilidad y el cansancio humanos, muestran también su cara limitada de la realidad personal de cualquier criatura humana.

Vuelves a caer, Señor, bajo el peso de ese misterio de Amor y Misericordia que es tu entrega redentora en la cruz.

Sigues bebiendo del vaso de la humillación y de la incomprensión.

Caminas y caes en tu experiencia de soledad que nadie fácilmente puede comprender. Sólo la unión con tu Padre Dios te puede sostener para que llegues hasta el final.

En estos momentos, Señor, se nos suscitan grandes sentimientos de compasión hacia ti y hacia todo lo que los hombres te hemos hecho sufrir.

Imprime, Señor, en nuestros corazones estos sentimientos de compasión y de misericordia, para que siempre y a lo largo de la vida seamos muy sensibles ante el dolor, la limitación y la pobreza de los demás.

Padrenuestro…

VIII estación: Jesús consuela a las hijas de Jerusalén

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.

Todavía tienes que mirar a tu alrededor, Señor, a favor de las criaturas que necesitan de tu aliento y consuelo para poder seguir viviendo.

Con razón dijiste que tú eras “el Camino, la Verdad y la Vida”, porque una vez más cumples la realidad de tus palabras y, con bondad amorosa, les muestras a estas mujeres angustiadas y desesperanzadas el horizonte de la vida humana: el Amor de Dios que nos espera definitivamente al final de nuestra jornada terrenal.

Nos sentimos aliviados de nuestras angustias, tristezas y desánimos, encontrándote tan firme y seguro en ese camino de la Vía Dolorosa.

Ayúdanos, Señor, a perseverar hasta el final en el seguimiento de tu vida y de tus pasos.

Padrenuestro…

IX estación: Jesús cae por tercera vez

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.

Señor, con esta tercera caída vienes a darnos un nuevo ejemplo de aceptación de tu propia limitación humana, de tu pobreza por la carencia de fuerzas humanas, de tu disposición absoluta a aceptar definitivamente la misión que te ha confiado el Padre de redimir a toda la humanidad, cargando con el peso atroz de todos los pecados, de todos los hombres, de todos los tiempos.

Nunca te importó la actitud hipócrita de los hombres para realizar tu misión redentora, y ahora tienes que soportar las miradas de todos que te condenan, que se ensañan con tus propias debilidades y las de sólo algunos que sienten pena y compasión.

Que nosotros sepamos, Señor, llevar con paciencia nuestras propias debilidades y aceptar con la máxima humildad nuestras propias caídas y, sobre todo las caídas de los demás.

Padrenuestro…

X estación: Jesús es despojado de sus vestiduras

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.

En este Vía Crucis, Señor, estás por enseñarnos el camino auténtico de la vida cristiana: pobreza, despojamiento, abandono…

¿Seremos capaces de aprender definitivamente tus enseñanzas para ser pobres, para vivir despojados de todos los apegos que nos hacen arrastrarnos bajo el peso de tantas cosas inútiles como hemos dejado que se apegaran a nuestras vidas?

Tú nos enseñaste: “Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos”.

Concédenos, Señor, que ante esta estación de la Vía Dolorosa, dejemos todo lo que nos estorba para seguir el camino de perfección que tu también nos pediste: “Sed perfectos como vuestro Padre Celestial es perfecto”. Que abandonemos todo lo que no nos interesa para vivir según la vocación que de Ti hemos recibido.

Padrenuestro…

XI estación: Jesús es crucificado

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.

Llega el momento solemne de tu entrega, Señor, cuando te dejas crucificar entre dos malhechores.
Te han tratado como un malhechor, como a alguien que es muy peligroso para la humanidad.

¡Qué pronto se han olvidado de lo que les diste y de lo que les hiciste; de tanta Luz y Paz que comunicaste en tus enseñanzas y predicaciones!

¡Cuánta ingratitud de los hombres tu hermanos!

¡Qué ingratitud la nuestra que repetimos las mismas actitudes de aquellos contemporáneos tuyos!

¡Cuánta amargura y, sobre todo, qué terrible soledad te envolvió en estos momentos supremos!

Impregna en todos nosotros esta rotunda Verdad de la vida cristiana: Tu Cruz.

Que lleguemos a comprender este Misterio Supremo de Amor en la que se funda y se construye nuestra Fe cristiana.

Señor, queremos amarte cada día más y más; queremos ayudarte a salvar el mundo; queremos que nos ayudes a encontrar Tu luz que nos lleve hasta el madero de tu cruz.

Padrenuestro…

XII estación: Jesús muere en la cruz

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.

Padre en tus manos encomiendo mi espíritu.

Con estas palabas entregaste, Señor, tu vida al Padre Eterno, culminando así la Obra Redentora por más que en aquel momento nadie lo reconociera como tal, al contrario, tus enemigos se sintieron felices por haber logrado sus objetivos, por poderte presentar como el fracasado mayor de la historia, por poder demostrar que Tú eras un auténtico enemigo.

Pero no sabían que la equivocación total y definitiva, porque muriendo en la Cruz habías conseguido vencer definitivamente el pecado y la muerte. Y a partir de aquí, ya nunca más seríamos esclavos del pecado y de la muerte.

Danos, señor, la seguridad de que Tú eres nuestro gran libertador; que sepamos acudir a Ti de continuo para vivir cada día en la libertad de los hijos de Dios.

Enséñanos a ser y vivir libres de todas las ataduras del pecado que hasta aquí nos han tenido atrapados.

Y, sobre todo, que sepamos asumir en nuestras vidas y enseñarlo a los demás, lo que significaron y significan estos momentos supremos de Amor, de entrega y de donación, que lo fueron en el dolor, en la angustia y en la soledad más espantosa.

Padrenuestro…

XIII estación: El cuerpo de Jesús en brazos de su Madre

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.

Nuevamente, Señor, ahí está tu Madre en estos momentos cruciales de tu existencia.

Ahí está para hacerse cargo de tu cuerpo yacente.

Ahí está para darnos testimonio de entereza y de saber estar allí donde no solo debe estar, sino donde está el mejor testimonio de una vida cristiana que Tú mismo alabaste cuando dijiste: ¿Quién es mi madre y mis hermanos? El que escucha la palabra de Dios y la cumple.

Madre, enséñanos a vivir nuestra vocación cristiana.

Asístenos para que vivamos con fidelidad nuestro bautismo; que sepamos estar cada día allí donde la Voluntad del Padre nos quiera para cumplir la misión que se nos confíe a favor de la salvación de todos los hombres y en el mejor servicio a la Iglesia.

Que nunca, Madre, nada ni nadie nos haga echarnos atrás en nuestra vida cristiana y en la respuesta a nuestro compromiso bautismal de cada día.

Padrenuestro…

XIV estación: Jesús es sepultado

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos, que por tu Santa Cruz redimiste al mundo y a mí pecador.

El valor y la piedad de aquel hombre, José de Arimatea, permiten que tu cuerpo yacente pueda ser dignamente tratado y reciba sepultura.

Cuando para tus enemigos todo era fiesta y triunfo, para los tuyos todo era tristeza y desolación, pero allí estaba tu Madre para sostenerlos y guiarlos, porque Ella sabía muy bien que dios tu Padre no podía abandonarlos y, sin tardar, daría señal de su Poder y de su Gloria.

Renuévanos en la confianza de sentir y vivir a María como la Madre y Guía que nos has dado a todos los miembros de la Mater Christi.

Enséñanos a acudir a Ella cada día, para que en verdad nos acojamos a su maternidad y dejemos que guíe todos nuestros pensamientos, deseos, palabras y obras en el cumplimiento fiel de la Voluntad de Dios nuestro Padre.

Padrenuestro…

Oración final:

Gracias, Señor, por hacer recorrido contigo este camino de la Cruz, y por haberte encontrado dispuesto a enseñarnos cómo debemos andar los caminos de la vida terrenal, para que siempre sean del agrado de Dios nuestro Padre.

Haznos partícipes de tu Resurrección que ahora contemplamos y en tanto nos llevas a la participación plena y eterna de tu Gloria, concédenos que sepamos dejarnos conducir por el Divino Espíritu, de forma que siempre permanezcamos en la presencia y el agrado de la Santísima Trinidad.

Y todo ello de la mano de María, nuestra Madre y nuestra Guía. Amén.