40 días
Cuaresma, una invitación para mejorar el mundo
Con Miércoles de Ceniza da comienzo al tiempo litúrgico de la Cuaresma: son los 40 días que llevan hasta la Pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.
TIEMPO DE PONERSE EN CAMINO
Es un tiempo para la renovación de las promesas bautismales en Pascua de Resurrección mediante la oración, la limosna y el ayuno. Es un tiempo de escucha de la Palabra de Dios y de conversión.
La web de la CEE ofrece un especial sobre Cuaresma, en su apartado “Creemos”. En él se puede acceder al mensaje del Papa Francisco ante la Cuaresma 2023; a preguntas y respuestas sobre Cuaresma; comentarios a las lecturas de los domingos de Cuaresma; el sentido de la oración y el ayuno y qué significa dar la limosna en este tiempo litúrgico.
Así, en este tiempo de conversión, el papa Francisco, en su Mensaje para la Cuaresma, nos exhorta a “vivir la oración y el ayuno para mejorar el mundo”. La Cuaresma “es una llamada -explica el Papa- a la caridad y al desarrollo humano integral, en un mundo en el que debemos preguntarnos si no es nuestra indiferencia la que hace más duro el camino de quienes viven la vida como una subida demasiado empinada”.
El Santo Padre indica que “es necesario ponerse en camino, un camino cuesta arriba, que requiere esfuerzo, sacrificio y concentración, como una excursión por la montaña. Estos requisitos también son importantes para el camino sinodal que, como Iglesia, nos hemos comprometido a realizar”.
Tiempo de conversión
Cuaresma, "un tiempo profundamente bautismal"
Homilía del Arzobispo de Granada, Mons. Gil Tamayo, en la Eucaristía del miércoles de ceniza, con el que e inicia la Cuaresma, celebrada en la Catedral el 22 de febrero de 2023.
Queridos sacerdotes concelebrantes;
querido presidente y miembros de la Federación de Hermandades y Cofradías de Granada;
queridos hermanos y hermanas:
Estamos con esta liturgia, con esta celebración eucarística, comenzando este tiempo santo de la Cuaresma. Este tiempo de preparación para la Pascua. Este tiempo profundamente arraigado en la piedad popular de nuestras gentes, que influye en tantas cosas. También, hasta en lo culinario. Este tiempo que nos hace ponernos a punto cristianamente. Y para eso está. Esos 40 días que recuerda de Jesús en el desierto, esos 40 años del pueblo de Israel, también a través del desierto hacia la patria prometida. Pero, sobre todo, nosotros recordamos nuestro itinerario bautismal.
Es un tiempo profundamente bautismal el tiempo de la Cuaresma. Es el tiempo en que los catecúmenos que se preparan para el Bautismo, ya de adultos jalonadamente a lo largo de los domingos del tiempo de Cuaresma, van asumiendo de manera próxima los compromisos cristianos, manifiestan su confesión de fe, hacen su renuncia a todo lo que suponga la vida anterior, la vida de pecado para vivir la vida en Cristo que reciben en las aguas saludables del Bautismo. Entonces, se le aplican los méritos de la pasión, muerte y resurrección del Señor y somos salvados. Eso que ya se ha producido en nosotros, queridos hermanos, en el momento de nuestro bautismo; que somos cristianos ya con muchos años a las espaldas de vivencia cristiana y que, a lo largo del año, vamos viviendo el Misterio de Cristo a través de la liturgia, y vamos intentando identificarnos con Él y tratar de traducir sus exigencias a nuestra vida concreta.
Empezamos una nueva Cuaresma. Y nosotros tenemos que recordar y actualizar los compromisos bautismales. En definitiva, se nos invita a la conversión, para prepararnos a la Pascua, para que nosotros también experimentemos en las celebraciones pascuales, en la celebración de la Pasión, muerte y Resurrección del Señor, una verdadera vivencia religiosa que nos haga actualizar el Misterio Redentor de Cristo por el que hemos sido salvados y hechos cristianos. Eso no se improvisa, queridos hermanos. Eso no se llega sin más como uno llega a una fiesta, sino que, para los primeros cristianos y también para nosotros, es tan importante la celebración de la Pascua que nos tenemos que preparar y tenemos que preparar quitando de nosotros todo lo que nos aparta de Dios y de los demás. Y necesitamos sacudirnos el polvo del camino o quitar de nosotros todas esas adherencias que el pecado, que el ambiente, que este mundo nuestro de secularismo, muchas veces de superficialidad, ha ido como trayendo sobre nosotros. No vivimos en un mundo aparte. Somos caminantes. Y como dice el Papa, nos contaminamos y necesitamos este tiempo. Pero, para eso, queridos hermanos, necesitamos la conversión; la conversión que es la vuelta a Dios; que es dejar lo que no va conforme a su enseñanza, lo que no va conforme al Evangelio.
(…)
En definitiva, este tiempo es un tiempo para volver a la santidad, para tomarnos la santidad en serio. Cada uno mire su vida. Y al mismo tiempo, sabemos que está ofrecida la reconciliación de Dios y que nosotros tenemos que ser para los demás también, pues agentes de reconciliación en este mundo tan dividido, en este mundo tan crispado, tan polarizado unos contra otros. Necesitamos con ese perdón y esa gracia de Dios, nosotros también ofrecer serenidad y paz a nuestra sociedad, empezando por nuestra ciudad, empezando por nuestras familias, porque hemos empezado por nuestra conciencia. Cuando uno tiene esa paz, que nace de vivir como Dios nos pide, esa paz se irradia. Se irradia a la familia, se irradia a los hijos, se irradia entre los esposos, se irradia a los amigos, se irradia en el trabajo, se irradia en la sociedad, en nuestra ciudad. Y cuán necesitados estamos de esta paz y serenidad en nuestro país, en nuestro mundo. Cuando las noticias nos preocupan, cuando se vuelve a hacer planteamientos de guerra y de enfrentamiento, cuando Dios se ha dejado que esté ausente, cuando Él está a nuestro lado permanentemente. Necesitamos volver a Él. Y se nos ofrece la oportunidad en este volver a Dios y vivir una vida cristiana más plena, y se nos pone como un trípode de lo que debemos vivir en la Cuaresma, especialmente.
Más oración. Tenemos que rezar. Quien cree en Dios le reza, quien espera en Dios le reza, quien ama a Dios le trata y le reza. Santa Teresa de Jesús decía que la oración –y mirad que sabía mucho de esto- es tratar muchas veces de amistad con quien sabemos nos ama. Pues, eso es la oración. Y hace tiempo que no lo hacemos. Si a lo mejor vamos todo el día atropellados de un lado a otro y acabamos rendidos, que encontremos un espacio y un tiempo para Dios; que nos sirvamos de la Sagrada Escritura, de la Palabra de Dios, que no esté en la estantería, que no nos conformemos con la lectura del domingo en la misa, que ha llegado el martes y ya no nos acordamos, sino que la Biblia, el Evangelio, cada día, podamos leer un rato. Y así, conoceremos más a Jesucristo para tratarlo más y para darlo a conocer mejor.
La oración, el ayuno. El ayuno no sólo es material de los alimentos. El ayuno también de tantas cosas que nos estorban, o en las que hemos puesto el corazón, o estamos todo el día en los móviles, o estamos que no atendemos a las personas. Cada uno sabe de qué tiene que privarse, que le cueste. Y ese ayuno ofrecido al Señor nos llevará a ser generosos también con los hermanos, porque la religión pura tiene presente a Dios, pero tiene presente al hermano. Cómo nos dice la Sagrada Escritura, quien dice que ama a Dios y no ama a su hermano es un mentiroso; cómo va a amar a Dios a quien no ve si no ama a su hermano a quien ve. Luego el cristianismo nos lleva necesariamente…, aquí nuestro distintivo, el del amor fraterno, nos dé esa autenticidad; y en la oración, el ayuno, la limosna, la caridad. En definitiva, vivamos ese tiempo así, con la escucha de su Palabra, con esa oración compartida, también en comunidad, y con esa caridad que se manifiesta en gestos, empezando por la familia, echando una mano, saliendo al paso, teniendo más tiempo para escuchar, siendo generoso, la limosna, con quien lo necesita, dando nuestro tiempo a quien están deseando que nos paremos un poco, que no vayamos con la bandera de taxi bajada en nuestro corazón y nadie pueda… nada más que vivimos para nosotros mismos. Que vivamos este tiempo así y veréis cómo la Cuaresma irá impregnando.
Tenemos un signo sencillo de la ceniza. También se nos dice: “Acuérdate que eres bueno y al polvo volverás”. Esta experiencia de la ceniza que vemos y se derrama sobre nuestras cabezas el miércoles es señal de penitencia. De una penitencia que tiene que ser después de vida, pero, al mismo tiempo, es señal de nuestra fragilidad. Cuando uno contempla en un envase embellecido la ceniza de un ser querido, uno se da cuenta de que es poca cosa. Uno se da cuenta de que tiene que poner el corazón en cosas que merezcan la pena, de ponerlo en Dios y en los demás y no sólo en lo material. Como dice el Papa, no nos llevamos nada. Nunca he visto detrás de un coche fúnebre, un camión de la mudanza. Necesitamos darnos cuenta de nuestra pequeñez. Y vaya si nos ha servido el covid para darnos cuenta de que somos necesitados de Dios y de los demás.
Queridos amigos, queridos hermanos, vivamos esta Cuaresma porque dará la medida de nuestra vivencia, de nuestra gran Semana Santa de Granada. Preparemos nuestro corazón y veréis cómo es la mejor manera de embellecer la presencia de Cristo y de Santa María entre nosotros.
Así sea.
+ José María Gil Tamayo
Arzobispo de Granada
22 de febrero de 2023
S.I Catedral de Granada