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Signo y Gracia
19 de febrero de 2023
Nº 1457 • AÑO XXXI

Teología de la familia

La familia humanizadora de la persona 

La familia debería ser, el lugar adecuado donde la vida humana nace y crece y se confronta y se experimenta, el ámbito donde la persona aspira a encontrar un espacio verdaderamente humano, de acogida, de confianza, de cariño, de libertad, de comprensión, de ayuda.

Podemos descubrir la referencia constante a la familia en diferentes ámbitos de estudio, desde los cuales podríamos acceder a un análisis detallado: desde el diccionario, en un estudio conceptual, desde la sociología, desde la biología, etc. Acotando el campo de análisis, descubrimos cómo la familia es, también, una referencia transversal en la Doctrina Social de la Iglesia, abarcando todos los ámbitos fundamentales de la familia cristiana y ayudando a su formación integral, temporal y trascendente.

En la familia recibimos la vida y la persona es valorada por sí misma. En ella se forja la personalidad de los individuos, a través de ella nos insertamos en una comunidad y en una cultura, y es, además, la primera escuela de valores y virtudes sociales como fundamento para una vida digna y para el desarrollo de la sociedad. La familia, a lo largo de la historia, ha ido adquiriendo elementos configuradores propios de cada época pero a la vez ha sobrevivido a los diferentes cambios sociales, transformándose en una realidad perenne. Y hoy, pese a las muchas y aceleradas transformaciones de la sociedad, la familia sigue ofreciendo el marco natural de apoyo emocional, espiritual, económico y material que es esencial para el desarrollo de sus miembros.

En el estudio sobre la familia descubrimos un común denominador, considerándola como un verdadero espacio de humanización. La familia es, o debería ser, el lugar adecuado donde la vida humana nace y crece y se confronta y se experimenta, el ámbito donde la persona aspira a encontrar un espacio verdaderamente humano, de acogida, de confianza, de cariño, de libertad, de comprensión, de ayuda. Un lugar donde las relaciones humanas tienen en cuenta al otro como persona, como un “tu” singular con su riqueza y limitación, sus cualidades y defectos; donde predomina el amor sobre la función, la gratuidad sobre el interés, la capacidad de entrega sobre el egoísmo.

Desde esta afirmación, de la familia como lugar de humanización, debemos concretar cómo realiza esta función, es decir, ¿Cómo humaniza la familia? ¿Cuáles son los valores que descubrimos en ella y que estructuran nuestra realidad personal y social? Podemos concretar algunos aspectos, como: la familia humaniza amando, transmitiendo valores, democratizando, socializando y solidarizando, viviendo y educando en la paz, promoviendo la personalidad, dando libertad y exigiendo responsabilidad, enseñando a integrar las diversas vivencias, inculturizando y culturizando, valorando la corporeidad y la sexualidad, capacitando para el discernimiento.

Así, la realidad de la familia se encuentra hoy ante un reto fundamental y que, a la vez, redefine su propia identidad: La humanización de sus miembros, es decir, la formación de la persona desde el inicio de su existencia hasta el final de su vida. Todo intento de definición deberá asumir este elemento configurador y será una de las referencias fundamentales para aceptar su veracidad.

“La familia es escuela del más rico humanismo... la familia, en la que distintas generaciones coinciden y se ayudan mutuamente a lograr una mayor sabiduría y a armonizar los derechos de las personas con las demás exigencias de la vida social, constituye el fundamento de la sociedad” (Gaudium et spes, n. 52).

Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano