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19 de febrero de 2023
Nº 1457 • AÑO XXXI

Persona, familia y sociedad

“El Dios fiel mantiene su alianza”

El arzobispo de Valladolid, Mons. Luis Argüello, presentó en rueda de prensa el documento El Dios fiel mantiene su alianza (DT 7,9), que se aprobó en la Asamblea Plenaria de noviembre de 2022. Se trata de un Instrumento de trabajo pastoral sobre persona, familia y sociedad que se ofrece a la Iglesia y a la sociedad española desde la fe en Dios y la perspectiva del bien común.

PARA ESTIMULAR LA REFLEXIÓN Y EL DIÁLOGO
El texto que se ha presentado tiene como propuesta compartir sus reflexiones con los miembros de la Iglesia y con la sociedad española, partiendo de la mirada sobre la actual situación cultural, social y política. Su intención, según se señala en la presentación, es estimular la reflexión y el diálogo sobre asuntos de especial importancia para la vida eclesial y social.

No se trata, por tanto, de un nuevo documento doctrinal o pastoral de la Conferencia Episcopal, sino de una invitación a la reflexión por parte de todos, en un momento de convergencia de múltiples acontecimientos, políticos, económicos y culturales expresión de una gran transformación que afecta a la trasmisión de la fe y a la convivencia en nuestra sociedad.

ABORDAR LOS ASUNTOS DE MANERA CONJUNTA
Habitualmente, la respuesta a cada iniciativa o hecho social se realiza aisladamente, sin tener en cuenta su relación interna con otros hechos. En una situación conocida como “cambio de época” —cambios económicos, sociales, políticos y culturales— que afecta de forma interconectada al ser (antropología), al amar (familia), al hacer (trabajo) y a nuestra forma de situarnos en el tiempo (historia), conviene abordar los asuntos de manera conjunta, desde la reflexión, para poder responder adecuadamente.

Por eso, la reflexión que propone quiere ser “católica”, es decir integral e integradora de tantos asuntos que, al haberse tratado de manera aislada, y, a veces, hasta enfrentada, han contribuido a fomentar, más si cabe, una comprensión de la persona y de la sociedad sin vínculos fundantes.

La desvinculación respecto del propio cuerpo, de la realidad, de los otros y de Dios es el resultado del elogio desmedido de la autosuficiencia e independencia de los individuos como propuesta de vida plena. Ante esta desvinculación, el texto pone el acento en el vínculo o alianza que Dios sella con la humanidad; en la alianza matrimonial y en las alianzas entre las personas y los pueblos. Todo ello iluminado en la Alianza nueva y eterna de Jesucristo que ofrece a la historia esperanza.

ESCUHA MUTUA Y DE DIÁLOGO MÁS ALLÁ DE LAS PROPIAS CONVICCIONES RELIGIOSAS
Con estas reflexiones, la Iglesia busca iniciar una conversación abierta con personas y grupos de la sociedad en un ejercicio de escucha mutua y de diálogo más allá de las propias convicciones religiosas.

Estas reflexiones quieren también animar la presencia pública de los católicos en los ambientes e instituciones de los que forman parte y ayudar a abrir un proceso de diálogo y discernimiento en diversos ambientes e instituciones (comunidades cristianas, Acción Católica, consejo de estudios y proyectos, universidades católicas, semanas sociales, medios de comunicación social, etc.), así como en otros grupos sociales que quieran unirse a esta reflexión.

Se trata, por ello, de un texto “incompleto”, abierto y a la espera de aportaciones que, continuando lo impulsado en el Congreso de Laicos y en el Itinerario sinodal, ayuden a "completarlo".

Instrumento de trabajo

Introducción: “Persona y sociedad son inseparables. La familia, alianza que los une”.

1. Dice el Concilio Vaticano II: “La comunidad cristiana está integra-da por hombres que, reunidos en Cristo, son guiados por el Espíritu Santo en su peregrinar hacia el reino del Padre y han recibido la buena nueva de la salvación para comunicarla a todos. La Iglesia por ello se siente íntima y realmente solidaria del género humano y de su historia”(GS 1).

Para que, movida por el Espíritu Santo, la Iglesia pueda llegar a todos los hombres, necesita “conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el sesgo dramático que con frecuencia le caracteriza” (GS 4).

El Papa Francisco recuerda con frecuencia que “no estamos viviendo simplemente una época de cambios, sino un cambio de época”, un giro histórico (EG 52). En esta afirmación, como en tantas otras, el papa reafirma lo ya expresado en el mismo Concilio en la constitución Gaudium et spes. Esta Constitución hablaba ya de un mundo que está experimentando “cambios profundos”, vinculados a una “revolución global”, a “cambios en el orden social”, a “cambios psicológicos, morales y religiosos”, y a un mundo lleno de desequilibrios, en el que se dan, sin embargo, “aspiraciones universales de la humanidad”. Todos estos cambios y desequilibrios, recordaba también Gaudium et spes, 10, se conectan con otro desequilibrio fundamental que hunde sus raíces en el corazón humano, dividido por el pecado, aunque esta hondura del desequilibrio sea rechazada por muchos. Sin embargo, la “actual evolución del mundo2 lleva cada vez a más personas a plantearse las cuestiones fundamentales, entre otras: ¿qué es el hombre?, ¿cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte?, etc. La pandemia y la guerra en Ucrania, así como la aceleración de los cambios tecnológicos, ponen de manifiesto la actualidad de este diagnóstico. 

2. En Orientaciones pastorales la Conferencia Episcopal realizó una aproximación a la situación de la sociedad española, poniendo el acento en la desvinculación causada en su raíz espiritual por la ausencia de Dios o la organización de la vida “como si Dios no existiera”. La concepción de la persona (individuo autosuficiente e independiente) y de la familia (consenso universal modificable), que da pie a una multiplicidad de modelos, todos equivalentes, son un punto crítico y significativo de la desvinculación que surge al prescindir de quien es Creador y Padre.

Persona y familia sufren las consecuencias en la crisis cultural y social que acompaña a este proceso, y, a su vez, se convierten en causa de su avance, por su debilitamiento en la transmisión de la fe y en el consiguiente agrietamiento de vínculos imprescindibles para la vida en sociedad.

La pasión por lo humano, por toda la humanidad, encuentra en este momento de la historia serias  dificultades. Las   alegrías de las   relaciones familiares y de la convivencia social se muestran profundamente desvaídas.

La pasión por lo humano, por toda la humanidad, encuentra en este momento de la historia serias  dificultades. Las   alegrías de las   relaciones familiares y de la convivencia social se muestran profundamente desvaídas. La desconfianza recíproca entre   los   individuos y entre   los   pueblos se alimenta de una   búsqueda desmesurada de los   propios intereses y de una   competencia   exasperada, no exenta     de violencia. La distancia entre   la obsesión por   el propio bienestar y la felicidad compartida de la humanidad se amplía hasta tal punto que da la impresión de que se está produciendo un verdadero cisma entre el individuo y la comunidad humana.

3. La COVID-19 y la guerra han puesto al descubierto cuestiones que permanecían ocultadas por el deslumbramiento de la ciencia, la   tecnología y el progreso: cuestiones como la fragilidad, la muerte, la soledad, la brutalidad del poder, el enfrentamiento sin diálogo, las desigualdades, la precariedad de los ancianos..., y ha supuesto también una aceleración de los procesos transformadores en marcha, con una renovada confianza en la tecnología y una   emergente propuesta pos humanista. Cuando esta  tendencia llega  a ser  excluyente, el ser   humano, si quiere ocupar el lugar de Dios, se ve amenazado por la reducción a una especie animal más y víctima de las nuevas máquinas. Su afán de poder en las relaciones humanas y el dominio de la naturaleza, que pretende ser absoluto, causan muchos de los males que nos afligen.

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