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Signo y Gracia
15 de enero de 2023
Nº 1453 • AÑO XXXI

Sacramentos y familia

Itinerario de vida cristiana

La familia es el “seno materno” que engendra en la fe, los responsables del alimento permanente de la fe.

 Adoptar este modelo catecumenal de iniciación supondría, de modo muy general lo siguiente:

– Plantearse la iniciación cristiana no como un acto puntual sino como un verdadero proceso o itinerario de vida cristiana, con ritmo (semanal, quincenal) y duración propios (según los casos), donde se integran de modo equilibrado la catequesis, la oración y celebración, los testimonios, la participación en la vida de la comunidad, la participación en el grupo, la caridad y las acciones de vida cristiana.

– Crear desde el principio, clarificando las motivaciones y suscitando las actitudes oportunas, una conciencia de permanencia y continuidad, que se centre más en la importancia del vivir como cristianos, que en la “puntualidad” de recibir los sacramentos cristianos, ya que estos nunca son el final de la vida cristiana, sino su alimento y su fortaleza.

– Responsabilizar a la comunidad entera, sobre todo a la familia, de que ellos son el “seno materno” que engendra en la fe, los responsables del alimento permanente de esa fe. De ahí que la preparación y participación de los diversos servicios y ministerios (catequistas, grupos de fe, sacerdote, obispo…) en el proceso de la iniciación sea tan importante. Por ellos descubren los iniciandos cuál es el sentido de la fe, cómo se vive en cristiano, que significa el encuentro con Cristo y la pertenencia a la comunidad. O el proceso es un encuentro entre catecúmenos y comunidad, o su final será un abandono o desinterés respecto a la comunidad.

– Insistir y poner todos los medios para hacer conscientes a los padres de que su papel y función en todo el proceso es necesario e imprescindible. Su palabra, su oración, su testimonio es como la “encarnación” más concreta de la función maternal de la Iglesia. Para eso, nada mejor que el que ellos mismos asuman la función de catequistas de sus propios hijos.

Y, si es posible, que ellos mismos se empeñen en un proceso paralelo al que siguen sus hijos. Lo que supone el pasar de un proceso catecumenal solo para niños, a un proceso catecumenal también para los adultos.

– Manteniendo el equilibrio en el desarrollo de las diversas dimensiones (palabra, liturgia, caridad, comunión), potenciar más que lo racional, lo narrativo, lo simbólico y lo ritual, lo vivencial y experiencial, el testimonio y la acción. Solo así el contenido se convierte en vida, lo aprendido desde la vida a la acción, lo creído se expresa en símbolo y celebración.

– Poner el acento más en la decisión libre de los sujetos que en la ampliación numérica de los sacramentalizados; más en la fe personal que en la socialización religiosa; más en la verdad del sacramento que en la necesidad de ritos. Hoy más que nunca, o se es cristiano por convicción (conversión y fe) o no se es cristiano por acción (aunque lo sea por rito).

– Contar con una confirmación y apoyo de la autoridad o responsables diocesanos de la iniciación cristiana. Sin esta coordinación y colaboración, los esfuerzos se inutilizan y la eficacia se pierde.

Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano