Reflexión para el Adviento
Sensibilidad, una nueva mirada y aprender a “abajarnos”
Todos los advientos son diferentes, mejor, tienen un tono diferente. El clamor del corazón brota desde un ahora y un aquí. La necesidad de Dios se hace concreta de mil maneras. Cada mujer y cada hombre siente y clama con voz propia, con una historia muy suya. Sí, es posible reconocer que detrás de lo concreto hay una realidad común.
Aquí recogemos algunas heridas de la humanidad que dan color a este Adviento. Lo no dicho queda como trabajo para que la celebración de tu Adviento y el de tu comunidad sea obra de muchas manos.
VIVIMOS TIEMPOS DE MIEDO
Pasa cosas que ni nos las imaginábamos o creíamos que eran “de película”. Pero hemos palpado que la ficción, en muchos casos, se hace realidad. Hasta pensamos que “puede pasar cualquier cosa”…Es tremendo pensar y sospechar que hemos llegado a una situación en la que puede pasar “lo que sea”…¿qué nos puede extrañar ya? Estamos tocando lo que es el corazón humano…No es de ahora. Es de siempre, pero ahora es nuestro momento. ¡Así no podemos seguir! ¡Hay que romper la espiral de la violencia y la venganza! Necesitamos mirar a alguna parte para descubrir luz, para romper la marcha del odio.
En el fondo, lo que estamos viviendo, así de fuerte, es lo que hemos ido construyendo poco a poco…Nos hemos adormecido tanto, tenemos tantas “adormideras”, que solo nos pueden despertar e interrogar cosas de estas que son un “puro escándalo” o “algo inimaginable”…Y esto es lo grave, para mí.
En este clima, los creyentes, iniciamos el Adviento, preparación de la Navidad. Es decir, nos damos un tiempo para adentrarnos, para hacernos más sensibles y poder acoger la presencia de Dios entre nosotros en su Hijo Jesús.
NECESITAMOS SENSIBILIZARNOS
Necesitamos sensibilizarnos porque estamos muy insensibles a los otros y al Otro. Creo que nos hace falta mirar con los ojos de la ternura a nuestro mundo y a los hombres y mujeres, sobre todo, mirar las heridas del corazón de los hombres y mujeres…Cuando se conoce el corazón del otro, ¡se explican tantas cosas! Detrás de las bonitas apariencias hay duras realidades y mucho dolor callado y mucha soledad ahogada. ¿cómo reconocer a Dios y la voz de Dios si no reconocemos la voz de los próximos…? Observa cómo va la gente, metida en los suyo: su libro, sus auriculares, sus problemas…No somos capaces de mirarnos a los ojos; nos huimos. Cada uno tiene bastante con su mundo…¿Cómo podremos aceptar a Dios-con-nosotros si no aceptamos al otro con nosotros? ¿Cómo podremos mirar y descubrir a Dios si ni nos miramos ni nos descubrimos? ¿Cómo diremos, con Yahvé: “He visto la opresión, he visto los sufrimientos…he bajado a librarlos, a sacarlos…” (Éx 3, 7-10)?
ES HORA DE ENTRENARNOS EN MIRAR Y RECONOCER
Es hora de entrenarnos en mirar y reconocer al esposo, a la esposa, al padre, a la madre, al hijo, al hermano, al vecino, al compañero de trabajo, al extranjero, al “herido”, a excluido…No es verdad que aceptemos a Dios-con-nosotros si no nos acogemos próximos-con-el-prójimo.
No es verdad que sea Navidad si as escenas que nos sirven de guerras, luchas, odios…no nos interrogan y no nos llevan a sembrar cercanía, ternura, acogida y paz. No es verdadera Navidad cristiana la que no sabe reconocer que Dios es ciudadano del mundo, que está próximo a nosotros en el mapa y en la geografía que recorremos cada jornada. Dios no es lejano. Dios se cruza cada día contigo y conmigo, aunque no nos demos cuenta ni caigamos en la cuenta…
Álvaro Ginel
Que no se embote la mente
Editorial San Pablo