Evolución
“El ser creado, un don pleno desde el inicio y pobre desde el inicio”
“Crear es dar el ser” (Santo Tomás). Que el ser ha sido realmente dado se ve sobre todo en el hecho de que las criaturas también pueden darlo.
El Creador se posee absolutamente, esto es, como Padre mediante su Palabra eterna, que es el Hijo, en el Espíritu Santo; se posee como amor donado y recibido, pues Padre, Hijo y Espíritu Santo se dan y se reciben mutuamente en amor.
El ser creado es “imagen de la bondad divina” (S. Tomás). Es un don pleno desde el inicio y pobre desde el inicio. Pleno porque el ser es la perfección más alta y todas las perfecciones, sin el ser, serían nada. Pobre porque no subsiste sino en la criaturas concretas, que tienen todas una esencia limitada (no existe el ser creado como algo separado de los seres creados). La gloria del ser creado, por tanto, se muestra en la creciente donación de lo que ha recibido, es decir, el don de existir. La creación, en otras palabras, ha recibido el don del ser y es ella misma donación de sí misma, donación de ese don mediante la donación de sí misma, dejando unos seres lugar a otros. O, de nuevo en otra expresión, la tarea que impone lo que ha sido donado desde lo alto, es dar fruto desde abajo, como agradecimiento. El don hecho desde arriba es también fruto de la tierra. El nuevo brote, como dice Péguy, el niño, es la figura acabada del don del ser.
“La verdad de la evolución es la acción de gracias: cuando en la evolución la materia llega a poder hablar, da testimonio en acción de gracias del don del ser creado como amor, a partir del cual y en el cual vive, sin separarse del Donador absoluto”.
La verdad de la evolución es la acción de gracias: cuando en la evolución la materia llega a poder hablar, da testimonio en acción de gracias del don del ser creado como amor, a partir del cual y en el cual vive, sin separarse del Donador absoluto. La fecundidad del su pasado, es decir de lo que le ha sido dado, es entrada de un futuro, alabanza del don recibido de lo alto y del Donador. La mentira de la evolución es la pseudo-fecundidad, que ni recibe ni agradece.
El mundo no es un realidad completada, cerrada en sí misma y autosuficiente, en la que el futuro del don hubiera quedado absorbido en su pasado. Tampoco es un útero por sí mismo fecundo que, sin haber recibido, da lugar al espíritu y la palabra. Todo lo que hay en la creación es, al mismo tiempo, don de Dios y fruto desde abajo. No es ni simple “producto” de la casualidad ni resultado de la “necesidad”. Más bien, la materia está desde siempre abierta al futuro del ser que le ha sido donado por el Creador. La materia está desde el inicio marcada y por la sobreabundancia del ser, como se ve en la evolución si el hombre, encargado de dar voz a todo el proceso desde abajo, reconoce y agradece el don hecho desde lo alto. Por eso, el hombre es el punto más alto de la creación, porque puede alabar al Creador.
Por eso, desde su origen el universo es ya plenitud pobre, plenitud que se da; y, en la cima, el universo es también plenitud pobre, que se da en agradecimiento.
Basado en Ferdinand Ulrich (Logotokos)