Teología de los sacramentos
Sacramentalidad del matrimonio
La familia también vive una sacramentalización permanente al ritmo de la celebración de la eucaristía, como sacramento permanente y central de la vida cristiana y familiar.
Como dice la Familiaris Consortio, “el deber de santificación de la familia cristiana, tiene su primera raíz en el bautismo y su expresión máxima en la eucaristía, a la que está íntimamente unido el matrimonio cristiano”. En y por la eucaristía se renuevan el bautismo y la vida bautismal, el matrimonio y la vida matrimonial-familiar, en aspectos tan centrales y decisivos para la familia como son: la fe y la pertenencia eclesial, la alianza y la comunión, la justicia y la caridad, el sacrificio y la entrega, la reunión y la misión. Cuando una familia celebra y vive la eucaristía, al menos al ritmo de la asamblea dominical, renueva su vocación y su misión, haciendo de su misma vida una eucaristía permanente.
El papa Benedicto XVI puso también de relieve este aspecto y relación entre eucaristía y familia: El carácter esponsal de la eucaristía y su peculiar relación con el sacramento del matrimonio son manifiestos. Si ya desde el bautismo se establece una relación de amor esponsal entre Dios y el bautizado, esta relación se expresa de forma privilegiada en el sacramento del matrimonio, y es corroborada de manera inagotable en la eucaristía. “El consentimiento recíproco que marido y mujer se dan en Cristo, y que los constituye en comunidad de vida y amor, tiene también una dimensión eucarística. En la teología paulina, el amor esponsal es signo sacramental del amor de Cristo a su Iglesia, un amor que alcanza su punto culminante en la Cruz, expresión de sus “nupcias” con la humanidad y, al mismo tiempo, origen y centro de la eucaristía”
SACRAMENTALIZACIÓN COTIDIANA POR LA VIDA FAMILIAR
Situados ya en el interior de la misma vida esponsalicia y familiar, podemos hablar de la “sacramentalidad de la familia” en su vida cotidiana, a la que se han referido documentos magisteriales en los que se califica a la familia de “signum et participatio”, “imago et participatio”, “mysterium unitatis et fecundi amoris”, “viva imago et repraesentatio” de Cristo y de la Iglesia. La sacramentalidad se afirma no sólo del matrimonio o conyugalidad, sino también de la familia o comunidad de personas, en su plural relacionalidad y en la diversidad de momentos de la vida diaria. Por el título del bautismo y la confirmación, y a través del sacramento del matrimonio, la misma familia, en todos sus miembros, viene a ser sacramento de salvación de Cristo y de la naturaleza o misterio de la Iglesia, sobre todo en su relación esponsalicia de amor y de indestructible fidelidad. La familia es cotidianamente un “sacramentum permanens”, que se manifiesta en la remitencia o referencia de todos sus actos al misterio y amor de Dios, expresando el amor y unidad, el servicio integral a la vida, la solicitud y cuidado de los más necesitados. No basta afirmar la sacramentalidad de la familia, es preciso profundizar en su especificidad, que se manifiesta destacando su carácter de “sacramentum permanens”, lo mismo que el matrimonio; subrayando la riqueza del signo o “nosotros familiar” con toda su trama o mundo interrelacional; mostrando la pluralidad de aspectos del significado o misterio trascendente que en este sacramento se expresa, que viene a ser como un compendio del misterio total: Trinidad, Cristo, Espíritu, Iglesia, amor y unidad, servicio integral a la vida, solicitud y cuidado de los más necesitados.
Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano