Hermana de la Presentación de la Virgen María
Una vida de misión
Conocemos la vida de la hermana misionera Loyola Peinado, religiosa granadina de la congregación de la Presentación de la Virgen María que ha estado en países como Uruguay o Guinea Ecuatorial.
Nací en el Hospital Real, pero mi familia vivía en C/ Gran Capitán, 26: El ventorillo.
En la Congregación de la Presentación entré el 7 de junio de 1957, llevo 65 años, de los cuales 54 los he gastado en Venezuela con pequeños períodos de vacaciones. Estuve en Uruguay y Guinea Ecuatorial, adonde íbamos con jóvenes universitarios, a los que hizo mucho bien la experiencia de su entrega, aunque fuera temporal.
Desde chiquita me gustaba todo: matrimonio, grupos de baile, equipos de baloncesto, el teatro, los ancianos de las Hermanitas de los Pobres (que estaban junto a la casa). Hubiera querido tener muchas vidas para poder participar -y animar a otros en cosas sanas y juveniles pero... abrieron el colegio de la Presentación, junto a la casa de mis padres y, al cumplir los diez años, ya en bachiller, la profe nos hablaba de Venezuela: su próximo trabajo allá, dificultades, viaje, miedo a lo desconocido, ilusión... toda una mezcla que, en vez de asustarme, me animaba y pedí permiso a mis padres para irme con aquellas seis pioneras. ¿Resultado? tenía que ponerme más grande, terminar bachiller y demostrar, con mi conducta, que Dios me llamaba. Así esperé hasta los quince años y ya sí me dieron su permiso y su bendición, llevándome, con amigos y familiares, al colegio-noviciado en c/ San Juan de los Reyes.
¿Qué te ha aportado la vida misionera a tu vida religiosa?
-Para responder esta pregunta, diría que la certeza de saber que cada día hago la voluntad de Dios y trato de complacerlo, como le pido en la oración al comenzar la jornada; y eso es maravilloso porque da fuerza y paz, aunque surjan dificultades.
¿En qué Dios crees?
-Creo en un Dios que ama a todos y nos da a cada uno la oportunidad de conocerlo y amarlo desde nuestro propio corazón.
He estado en colegios, barrios, Misiones, zonas muy apartadas e ignoradas, donde había que adaptarse a todo: catequistas, servidoras de la Palabra, profesoras de taller, visitadoras de hogares, mediadoras entre diferentes grupos evangélicos...
Encargarnos de la formación semanal por la emisora para llegar a los campos, visitar esas comunidades más apartadas en pleno llano, o a las orillas de los ríos. Preparar retiros espirituales, convivencias; sacramentos para niños, jóvenes y adultos. Formación en escuelas y liceo, atención a enfermos, a los duelos de difuntos, familias con problemas. Organizar y mantener “equipos de Pastoral”, administrativos, y una serie de cosas que van surgiendo cada día, hasta agotarte.
Ahora he pasado ya de los ochenta; estoy en la comunidad de Barinas, donde participo en varias actividades: Escuela del gobierno, nuestro colegio, un barrio, visita al hospital y a enfermos en sus casas, pero casi todo se vio interrumpido por la pandemia.
Además, mi salud ya no es fuerte: artrosis reumática progresiva, osteoporosis y otra serie de cositas qué disminuyen la capacidad de trabajo. Pero con más tiempo para orar por este mundo tan necesitado Y esperando, feliz, la llamada del Señor.
Revista Granada Misionera
Nº 202, 1 de octubre 2022