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Signo y Gracia
23 de octubre de 2022
Nº 1441 • AÑO XXX

Teología de los sacramentos

La escatología en la Sagrada Escritura

Por los sacramentos hemos de sumergirnos más y más en esa esperanza de la gloria futura, ser de los elegidos de las bodas definitivas, vivir de la esperanza de la glorificación.

Según la carta a los Colosenses, las cosas alcanzan en Cristo su unidad cósmica y celeste: “Y por el reconciliar consigo, pacificando por la sangre de su cruz todas las cosas, alcanzan su plenitud, así las de la tierra como las del cielo” (Col 1, 20). 

La perfecta unión se consumará cuando venga el Señor: “Pero nosotros esperamos otros cielos nuevos y otra tierra nueva, en que tienen su morada la justicia, según la promesa del Señor”. (2Pe 3, 13). Cristo conduce a los suyos a la perfección de su gracia. El Cristiano y la creación junto a Él ya está viviendo las últimos tiempos (2Cor 6, 1). La Iglesia sacramental realiza esa plenitud en los signos de la fe. Mientras, “gemimos dentro de nosotros para quienes ha llegado la plenitud de los tiempos” (1Cor 10, 11). La Iglesia sacramental realiza esa plenitud en los signos de la fe. Somos llamados hijos de Dios y lo somos de verdad; pero todavía no hemos sido manifestados con Cristo en aquella gloria (Col 3, 4), en lo que seremos semejantes a Dios, porque lo veremos tal cual es (1Jn 3, 2). Por eso ponemos toda nuestra voluntad en agradar al Señor en todo (2Cor 5,9) y nos revestimos de la armadura de Dios para permanecer firmes contra las asechanzas del demonio y poder resucitar en el día malo (LG 48). La doctrina conciliar manifiesta la tensión del cristiano y de la Iglesia, que permanece lejos del Señor, aunque gozando ya como en primicias y en velo de su presencia.

Por los sacramentos hemos de sumergirnos más y más en esa esperanza de la gloria futura, ser de los elegidos de las bodas definitivas, vivir de la esperanza de la glorificación, porque un día se transfigurará nuestro pobre cuerpo en un cuerpo glorioso semejante al suyo (Flp 3, 21). Pasados los signos, testimonio de la Iglesia no consumada, llegaremos a la plenitud de Dios.

Por los sacramentos, sin duda, realizamos el encuentro salvífico más eficaz que podemos realizar en la economía presente. El Opus operantum (obra redentora), es la salud real otorgada a nosotros en forma teándrica. En el sacramento el Misterio se nos aproxima, se nos presencializa, y quedamos justificados en la energía pascual de Cristo, comunicada por Él. Él da en el hoy del hombre la Redención, y la conecta con la individualidad del hombre. Ese Opus operatum nos llega en relación con la sacramentalidad de la Iglesia. El misterio nos toca en su grandeza. Por tanto, disponernos dejando aún lado aquellas cosas, situaciones que no nos permiten acceder a tales misterios y dones redentores, es nuestra tarea, con el fin de gozar de aquello que se nos ha prometido. Es sencillo, sólo es querer acceder a los sacramentos de la humanidad de Cristo, que plenifican y tienden al hombre a una perspectiva reparadora de la vida divina, pues es la vocación humana: la libertad de los hijos de Dios.

Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano