Teología de los sacramentos
El sacramento, signo eficaz del misterio de cristo
Todo sacramento conlleva el fruto salvífico de la gracia, que es una participación en la obra redentora de la humanidad de Cristo. Por eso los sacramentos son causas y signos.
Los sacramentos corporales, mediante la operación propia que ejercen sobre el cuerpo que tocan, realizan, por virtud divina, una operación instrumental sobre el alma. En los sacramentos lo sensible está en función del don interno de la gracia, que es una participación con el contenido salvífico de la humanidad pascual de Cristo. Ellos causan nuestra santificación. A la significación se le añade y junta la eficiencia. El signo eficaz es como forma visible de una gracia invisible. Los sacramentos santifican significando la gracia por formas corpóreas y sensibles. Tras esa corporeidad se vela y se transmite la fuerza del Misterio pascual de nuestra Redención. De ahí que cobra nueva perspectiva.
VISIÓN ESCATOLÓGICA Y CÓSMICA DE LOS SACRAMENTOS
Los sacramentos, dones velados del ministerio redentor de Cristo, son promesa de la gloria futura. En todos los sacramentos hallamos ese carácter prefigurativo del fututo. Especialmente la Eucaristía es “prenda de la gloria venidera”. Los sacramentos, cada uno a su manera, van desembocando hacia la manifestación de lo futuro. Por tanto el sacramento es, a la vez, signo rememorativo de la pasión de Cristo, que ya pasó; signo manifestativo de la gracia, que se produce en nosotros mediante la pasión y anuncio y prenda de la gloria futura.
Los sacramentos son energías que mantienen indefectible al cristiano para que llegue a la gloria. Se pasa de la Kénosis a la gloria del Señor pascual. “Nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos suspirando por la adopción, por la redención de nuestro cuerpo” (Rom 8, 23).
EFECTOS DIFERENCIADOS
El efecto común y primordial de todos los sacramentos en su gracia divina santificante es la relación de amor y amistad con Dios en Cristo con la fuerza del Espíritu Santo. Pero al significar cada sacramento la asistencia divina en una determinada circunstancia de la vida del hombre, la gracia adquiere connotaciones especiales.
El Bautismo y la penitencia, por ejemplo, introducen al hombre en la amistad con Dios desde el alejamiento del pecado, causan lo que es gracia primera, por lo que se les denomina de muertos. En los demás sacramentos, la gracia que ya se posee, se acrecienta y fortalece. Se les llama sacramentos de vivos, los cuales, preparan al hombre trascendiéndolos a una vida más plena, invitándolos a desear unirse algún día a la verdad última de Dios, uno con Él.
La gracia especial de cada sacramento, dice San Buenaventura, es esencialmente la misma gracia santificante connotando diversos efectos en relación con las virtudes. Lo mismo sostiene Escoto. Así pues, tal marca configura, dice Escoto, los signos sensibles de los sacramentos, configuran la voluntad, que es donde reside la gracia con la caridad. Los maestros franciscanos (Alejandro de Hales, Buenaventura, Escoto, etc.) ven en ellos una disposición habitual y perenne para la gracia santificante, en especial los que imprimen carácter (bautismo y orden sacerdotal), lo cual exige al hombre su pronta recuperación cuando se pierda.
Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano