Retrato
El niño negro de siempre
Haría falta tener la increíble habilidad que tiene sor Isabel Guerra, la monja pintora, para plasmar el retrato del niño negro.
Ella que dibuja como nadie el alma de niñas y adolescentes en sus cuadros, con una belleza que conmueve, atrapa y engancha como un imán. Sí, solo para retratar al niño negro, el mismo de siempre, el que aparete en las noticias de los telediarios cuando hablan de hambruna en lugares lejanos, el que sonríe a la cámara en reportajes sobre cooperantes, el que se aferra a la vida mientras su madre le da de mamar, con la mirada perdida hacia el infinito.
Es el niño negro de siempre, el que acude ahora a la mente al teclear estas palabras en el ordenador, el que podemos contemplar una y otra vez, aunque esté encarnado por sujetos distintos, el que se nos ha aparecido alguna vez en sueños, el que golpea nuestra conciencia de occidentales aburguesados.
Tiene los ojos grandes y hermosos y mira sereno, con una mirada de siglos, hecha de resignación y dignidad, de sorpresa y contención, de preguntas sin respuesta, de esencialidad ante la vida, los dientes blanquísimos que coronan el claroscuro de su mirada, y una sonrisa que amaga con aparecer y se queda para dentro.
No resulta fácil definir qué es eso de la "negritud", si un rasgo cultural o antropológico, tal vez una filosofía, pues probablemente se trata de una de esas palabras comodín que sirven para muchas cosas y para ninguna. Pero, al contemplar al niño negro de siempre para plasmarlo en este retrato pintado con palabras, puede entenderse la negritud como un alma colectiva, transmitida de generación en generación, que nos mira desde lo más profundo y nos devuelve en espejo crítico preguntas sobre las diferencias, la diversidad y la justicia, sobre el sentido de la vida. Así te retrataría yo, niño negro de siempre, si supiera utilizar los pinceles de la monja pintora. Alguna vez ella recogerá también tu mirada en uno de tus increíbles retratos.
Recogido en el libro Fronteras en el aire. Retratos con música de fondo
Editorial San Pablo
Luis Fernando Vílchez Martín