Teología de los sacramentos
Aspecto eclesial de la Eucaristía
Con la Eucaristía llegamos al sacramento eclesial por excelencia. En efecto, la Iglesia se construye y desarrolla por la fuerza del Esposo.
Tanto el sacrificio sacramental en que la cabeza se inmola, como la oblación a la que todo el cuerpo de los miembros se une a la cabeza, lo mismo que la participación en el banquete del Reino del Esposo, tiene una profunda referencia al Misterio de la Iglesia.
La constitución Lumen Gentium declara: “Participando del sacrificio eucarístico, fuente y cima de toda la vida cristiana, ofrezcan a Dios la víctima divina y a sí mismos juntamente con ella; así, tanto por la oblación como por la sagrada comunión, todos toman parte activa en la acción litúrgica, no confusamente sino cada uno según su condición. Pero una vez saciados con el cuerpo de Cristo en la asamblea sagrada manifiestan concretamente la unidad del pueblo de Dios aptamente significada y maravillosamente producida por este sacramento” (LG 11).
EL SACRAMENTO DEL ORDEN EN SU DIMENSIÓN ECLESIAL
En este sacramento resalta su referencia eclesial, porque, como el matrimonio, es un sacramento esencialmente social, un signo otorgado en función de servicio a la comunidad cultual de Cristo. El sacramento del orden, manifiesta y personaliza la obra de Cristo en el cuerpo de la Iglesia de Dios. Los ministros del culto descubren y aportan a los creyentes los tesoros redentores que Cristo ganó por su Esposa. El Orden marca la visibilidad de la Iglesia, sacramento original. Los consagrados a Él con su unción serán ministros de la Palabra y del cuerpo del Señor en medio del pueblo sacerdotal cristiano. La Palabra de Dios, por ellos predicada sembrará en los oyentes la semilla de la fe, y los sacramentos que distribuyen engendrarán en la comunidad sacerdotal y real que en el culto realice un encuentro continuado por Cristo con el Padre.
LA ECLESIALIDAD DEL MATRIMONIO
San Pablo, en su famoso texto a los Efesios, nos da una clara y bella referencia del sacramento del matrimonio, en el misterio nupcial de la Iglesia (cf. Ef 5, 25-27). El signo de la entrega de la Iglesia a Cristo Esposo aparece dentro del ser histórico del matrimonio cristiano. El amor nupcial de Cristo y de la Iglesia llega a patentizarse, a sacramentalizarse en el matrimonio. Los desposorios se plenifican en esa referencia al misterio eclesial. Ellos son traducción del amor admirable y exquisito de Cristo por su Esposa en la dimensión y realización del matrimonio cristiano. Cristo usa también el simbolismo nupcial para anunciar la llegada del Reino. Cristo se da a sí mismo el nombre de esposo.
El sacramento les configura al Cristo Esposo, al Verbo unido a nuestra carne. Su sociedad ha de fundar el santuario del hogar, donde el padre y la madre sean los sacerdotes de la nueva comunidad cristiana, que ha de nacer de su unión. Por medio de ellos crecerá el Reino de Cristo en el mundo, y se patentizará el amor ardiente y fiel de Cristo a la Iglesia, pues ésta es carne del marido. Así, podemos decir con certeza que lo único que plenifica al ser humano y lo hace trascender verdaderamente es el amor. Un amor personal, en acción donadora, en pro de la construcción del Reino y de una sociedad más justa, derribando todas las estructuras inhumanas.
Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano