Teología de los sacramentos
La Iglesia administradora de los tesoros de la Gracia
Los sacramentos son actos máximos de la Esposa de Cristo, la Iglesia, y como derivación de su realidad histórica tiene una conexión con la gracia comunitaria.
La iglesia otorga y administra los tesoros de la gracia en la comunidad de los creyentes. Lo que ella dispensa son las mismas acciones salvíficas de Cristo, de manera ministerial rica y visible.
La administración de los sacramentos en el ministro está vinculada perentoriamente a la Iglesia. Tanto el que administra como el que recibe realiza un acto eclesial. El ministro se une por la intención a la acción radical de la Iglesia. Por esta intensión su acto se conecta con el Cristo pascual en la mediación de la Iglesia. Ella es, realmente, la única dispensadora eficaz de la gracia sacramental. La Iglesia ha recibido mandato directo de Cristo para esta dispensación sacramental: “Todo poder me ha sido dado en el cielo y en la tierra. Id, pues y haced a todos los pueblos discípulos míos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mt 28, 18-19).
Si se examina la Tradición, resalta con claridad la dimensión eclesial que cada uno de los sacramentos presenta en su contextura. Cada sacramento se conecta con la Iglesia, sacramento original, en cuanto derivación salvífica del Misterio de Cristo. Los sacramentos son actos máximos de la Esposa de Cristo, la Iglesia, y como derivación de su realidad histórica tiene una conexión con la gracia comunitaria. El Concilio Vaticano II, en su constitución Lumen Gentium, es consciente de esa verdad.
DIMENSIÓN ECLESIAL DEL BAUTISMO
El bautismo es el primer sacramento que nos inserta y vincula al misterio de la Iglesia. Por la fe y la acción del agua, Cristo une al hombre a la caridad y a la vida de su Esposa, le agrega a la sociedad de los regenerados. Según san Pedro Damián, el bautismo es “el origen de todo sacramento eclesial”. La incorporación a la Iglesia es uno de los efectos principales de este sacramento. El creyente, por el agua, se convierte en sujeto de la misericordia de Dios, porque comienza a pertenecer a la comunidad de los elegidos. El bautizado se hace miembro del pueblo sacerdotal.
LA VIRTUD ECLESIAL DE LA CONFIRMACIÓN
El Espíritu Santo con su don carismático se apodera vigorosamente del cristiano en la Confirmación. El Espíritu se comunica al inicio y se entrega como don del Esposo Resucitado. También este sacramento es una mejor participación en el culto. La recepción del Espíritu supone un estar en la Iglesia y un vivir de su vida. La confirmación fortalece la fe para dar un testimonio de Cristo y de la gracia eclesial en medio de los hombres. Lo que el cristiano traduce en una dinámica de gracias en el mundo, su proyección cristiana en las estructuras temporales, su don de gracia al hermano, su testimonio profético entre los hombres no es sino actuación de este gran sacramento.
Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano