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Signo y Gracia
4 de septiembre de 2022
Nº 1434 • AÑO XXX

El hombre religioso

El encuentro Teofánico en Cristo

El sacramento de Israel desemboca en la plenitud de Cristo, Hijo del Padre. Dios se manifiesta en la realidad humana del Hijo. En Él se traduce la voluntad salvífica que el Padre tenía respecto a los hombres.

Cristo se convierte a nivel de su carne en sacramento primordial del Padre. Los misterios de la carne de Cristo son los medios de la revelación amorosa de Dios al hombre. El sacramentalismo como significación y gracia cumple su primer gran cometido en Cristo. Este en su humanidad, no es sino expresión visible de Dios. Su visibilidad salvífica es Epifanía de la gracia en el mundo.

En los sacramentos cristianos los ritos sensibles y la corporeidad son medio de un encuentro actual y eficaz mediante Cristo con el Padre. También en el sacramento de Cristo hallamos un medio más eficaz de unión y salud sobrenatural, pues su Persona es traducción externa y entrega del Dios invisible. A la humanidad de Cristo se la debe considerar como el vehículo más apto del encuentro divino para el hombre. Israel ha preparado y anunciado este gran signo de gracia y salud.

PENTECOSTÉS, DON SACRAMENTAL DE LA IGLESIA
El Padre ha elevado al Hijo a la Suma Gloria (Sal 110) y, al mismo tiempo, ha derramado la virtud salvífica de su Persona a la Iglesia. La venida del Espíritu, enviado por el Hijo, supone nuestra integración definitiva en la justicia ganada por Cristo. “Cuando venga el abogado, que Yo os enviaré de parte del Padre, el Espíritu de Verdad, que procede del Padre, Él dará testimonio de Mí” (Jn 15, 26). Al Kyrios (Señor) elevado a la gloria y sentado mesiánicamente a la derecha del Padre, sucede el Espíritu Santo.

El Espíritu es el don que Cristo envía a su esposa, la Iglesia, como dote sacramental. Pero ese don es sacramento en cuanto es signo de virtud santificadora. La dinámica de la gracia de los sacramentos eclesiales es acción del Espíritu y resultado del Pentecostés eclesial. El Espíritu es enviado una vez que el Hijo ha recibido el triunfo de su obra y ha empezado a derramar su justicia en la Iglesia, especialmente por los sacramentos. Así, en el Espíritu, el hombre se reviste de la nueva creatura, porque Cristo condiciona su gracia al don del Espíritu en su Iglesia. Pentecostés es la gracia de Cristo extendida a través de la historia de los hombres para llamarlos al mensaje y a la gracia del Dios encarnado en la fuerza del Espíritu. Él prolonga en el espacio del devenir histórico el milagro de la Resurrección en la mediación fundamental de los signos sacramentales.

Pentecostés significa el comienzo del mensaje de la salud en las naciones. La fuerza del Espíritu sopla por doquier y todos los hombres son para Él llamados a la salud del Kyrios (Señor). La Iglesia, como misterio de salud entre los hombres, avanza en el Espíritu. Él la dirige hasta la escatología del definitivo encuentro con su Esposo y Señor. Pero, ya en el presente, vivimos de la escatología en la que el Espíritu trabaja y santifica, pues actuamos dentro de los valores pascuales que tienden a la futura perfección, hasta el momento en que la exclamación: Marannatha (Ven Señor Jesús. Ap 22, 20) sea realidad.

Ignacio Fernández González
Sacerdote diocesano