El hombre religioso
Los ritos
El rito por ser acción a traducir en suceso la base ideal del mito, como realidad presente y trascendente, que manifiesta de fondo la verdad, nos permite tocar aquello que es intocable.
Lo mítico suele, de ordinario, manifestarse en la ejecución del rito. Todo hombre pretende ponerse en contacto con el suceso primordial por la acción; por eso se intenta imitar y actualizar lo primigenio y eterno en el rito actual. El rito, en su ambientación sagrada, no significa una acción de signo utilitario, aunque el hecho en sí comporte algún beneficio al hombre. Su finalidad es imitar el mito como suceso intemporal y genuino de la creación. El espacio temporal en que se ejecuta el rito es la fiesta, es decir, el momento sagrado en que el hombre entra en la intemporalidad del mismo mito. Esto se realizó una vez y para siempre en los orígenes del mundo. El rito, en el marco de la fiesta, supera el devenir y se coloca en la perennidad mítica. La acción sagrada expresa las relaciones del hombre con la Trascendencia. A través del rito se trasparenta una comunión, una relación a lo ulterior desconocido.
LAS FIESTAS
Lo mismo que el Templo o el arca religaban al hebreo con Yahvé, también la fiesta le introducía en un ambiente sabático, en el gran tiempo de Yahvé. En la fiesta, el judío se entregaba a ciertas prácticas religiosas, como las purificaciones, las consagraciones, la ofrenda de sacrificios (cf. Ex 27, 17). La fiesta, frecuentemente se refería a acontecimientos o hechos de la vida de Israel (cf. Lev 23, 41), y especialmente al suceso central del paso del Mar Rojo. Otras fiestas estaban relacionadas con los frutos de la cosecha o de la vendimia, y con la ofrenda de las primicias de animales en primavera. Están también entre ellas:
- La Pascua,
- La fiesta de las mieses,
- La fiesta de la recolección,
- El día de la expiación,
- El sábado.
Al igual que las fiestas estaban también presentes los ritos, como:
- Los ritos de la purificación
- La consagración
- Los votos
- El nazireo
- La circuncisión
Podemos decir que la Antigua Alianza fue una teofanía del Dios trascendente, manifestado en persona humana, al llegar la plenitud de los tiempos. La teofanía del Dios de Israel era una respuesta al ansia del hombre pecador que no puede contemplarle, después de su caída. Dios habla y actúa a través de la historia de los acontecimientos de su pueblo. Israel es la promesa inmediata, la teofanía preparatoria de la manifestación cumbre y más inmediata de Dios a los hombres, es decir, de Cristo. La fundación de Israel es descubrir y comunicar a Cristo a los hombres, sacramento cumbre y primero del Padre. Jerusalén es la ciudad del reino sacerdotal, es el centro del culto que cristalizó todas las esperanzas salvadoras de la humanidad.
Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano