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Signo y Gracia
17 de julio de 2022
Nº 1431 • AÑO XXX

El hombre religioso

El Culto

El hombre religioso se acerca a Dios más por la experiencia que por lo conceptual. Ante lo tremendum, Dios se manifiesta más por el respeto, el temor y el arrobamiento, que por la pura información metafísica.

Si examinamos, por ejemplo, el substrato material del bautismo en el elemento agua, descubrimos que tiene un potencial natural de purificación y de regeneración de la madre tierra, según la expresión religiosa primitiva.

 Sólo los pueblos más empobrecidos en vivencias naturales, como los modernos, han perdido la sensibilidad de aceptación del poder hierofánico del agua, del vino, de la tierra, etc. Así, pues, los sacramentos cristianos obedecen a una vivencia hierofánica antigua, aunque luego influenciados de una específica eficacia salvadora de Cristo.

Al estudiar la teología sacramentaria vemos la profunda significación teofánica de los elementos materiales de los ritos cristianos. Por ahora, nos basta denunciar, como postura equivocada el creer que el mundo sacramental ha sido producto arbitrario de la revelación cristiana que actúa obedeciendo a las leyes que Él mismo incrustó en el mundo religioso del hombre. Por eso, se sirve siempre de elementos naturales para manifestar y trasmitir lo superior.

El hombre religioso se acerca a Dios más por la experiencia que por lo conceptual. Ante lo tremendum, Dios se manifiesta más por el respeto, el temor y el arrobamiento, que por la pura información metafísica. El hombre religioso es aquel que siente y palpa la Trascendencia, pero sin poder explicarla. La contemplación siempre es superior a la reflexión. La divinidad es inabordable en su amplitud, por ello, ella es más accesible por vía de la experiencia y de la intuición, que por el trabajo conceptual.

El hombre religioso detecta momentos de proximidad más intensa de Dios, ese momento constituye el tiempo sagrado cultual, compuesto de acciones, gestos, actitudes y lugares específicos. El culto es una actualización de los momentos místicos. El que participa en el culto se inserta en un momento anterior al tiempo sucesorio. La deidad y la comunidad se encuentran mutuamente, viven un eternamente presente.

EL MARCO DEL CULTO
El culto se desarrolla dentro de un marco concreto y vivencial, además de temporal y espacioso. El acontecimiento sagrado, en que la comunidad trata de ligarse con Dios, se efectúa en el marco del lugar, que comprende ante todo el ara, el templo. El altar no es sino una realidad cósmica convertida en hierofanía. Dios se descubre en ese espacio; en él comunica su vida y sus fuerzas. Junto al espacio sagrado se presenta el tiempo sagrado, que es fiesta. El que participa en el culto tiene la firme convicción de vivir en la eternidad, el presente mismo de Dios. Así se entra en una perennidad trascendente, y se tiene la experiencia de una comunión íntima con Dios, que en los momentos ordinarios de la vida, también se hace presente.

Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano