IX Simposio “Más allá de la fe secular”
“La alianza que Dios hace con su pueblo es algo extensible a toda la humanidad. El enemigo es también nuestro prójimo”
Pacto, ley, familia, Eucaristía y relaciones jurídicas son algunos de los términos abordados por el profesor húngaro János Frivaldszky. En su ponencia “El contenido y el potencial de la alianza cristiana entre los cristianos de nuestro tiempo” el docente realizó sus aportaciones al programa de conferencias del IX Simposio Internacional Más allá de la fe secular organizado por IFES en Granada.
En los estudios del Antiguo Testamento sobre el 'pacto', ha habido un cambio en las últimas décadas donde el significado principal era la obligación. Pero el pacto, en su origen, creó lazos de parentesco, es decir, una relación, y las obligaciones se consideraban así en esta relación entre las partes del pacto.
Esta (hipótesis) busca explicar qué significó la realidad del 'pacto' para los miembros del pueblo elegido cuando el Señor ofreció un pacto a su pueblo.
Hoy en día, el método y el patrón de hacer pactos que crearon el vínculo de parentesco también se aplica, por implicación, a la realización de pactos en el Monte Sinaí. Una de las razones de esto es que el pacto de parentesco, que una vez fue la base de la organización social entre estos grupos tribales semíticos occidentales, podría extenderse a otros individuos y grupos, incluidos los extranjeros, por medio de los beneficios y obligaciones del parentesco. Con el desarrollo cultural y político de estos pueblos, la institución de la alianza se convirtió en un medio de integración de individuos o grupos extranjeros a la estructura familiar de la sociedad.
“El pacto que Dios hace con su pueblo, un pacto de amor bajo la mirada de un Dios que es Padre y envía a su Hijo que se entrega por nosotros en la cruz y en la Eucaristía, hace posible tener una mirada hacia todos los hombres como si la humanidad fuera también una gran familia, hasta nuestros enemigos son también nuestro prójimo y estamos llamados a vivir la alianza de amor con ellos”, comenta János Frivaldszky.
“De hecho, fue la extensión de las relaciones familiares, como una especie de familia extensa lo que constituyó el marco dominante para la actividad jurídica, religiosa y política de la antigua sociedad semítica. Hay una necesidad social, la de cómo establecer relaciones confiables más allá de las relaciones familiares naturales”, destaca.
ALIANZA PATERNAL CON EL PUEBLO AMADO
En algunas alianzas de vasallaje internacionales contemporáneas (tempranas), si no en las alianzas hititas, había patrones de relaciones familiares y las virtudes requeridas (prescritas) que las acompañan, que a su vez se parecían a los elementos familiares (clanes, tribus) de las alianzas de parentesco, como la paternidad, la filiación, la fraternidad, la amistad, el amor, etc. Así, en la experiencia de los judíos, confluyen aquí la alianza de parentesco y la de vasallaje.
“El Señor del señorío es el padre, el vasallo el hijo, los reyes del mismo nivel son hermanos entre sí, que deben comportarse en consecuencia en la relación feudo-alianza. Se propone que los cristianos vivan el contenido veterotestamentario de la alianza y su cumplimiento en el Nuevo Testamento, establecido por Jesús en la Última Cena, en la acción concreta. Jesús enseñó que ser servidores, amigos y hermanos unos de otros por amor significaba lo mismo” resalta.
La nueva alianza la hizo Jesús en la Eucaristía, la cuestión es hasta qué punto la vivimos con acciones concretas. También en el Antiguo Testamento era más bien el carácter de la alianza vivido en la relación jurídica lo que era decisivo, más allá de la celebración de la alianza. El mismo emperador Francisco José ofreció una alianza contra sus enemigos el 8 de diciembre de 1914 (la inmaculada concepción de María) ante el altar de Jesús en la Eucaristía. De esta manera convirtió el mandamiento radical de Jesús del amor mutuo en la lógica de la guerra-masacre. En enero de 1915, el Papa Benedicto XV lanzó una devoción mundial de oración por la paz con su oración de consagración al Sagrado Corazón de Jesús, pero los líderes de los países beligerantes se negaron a escucharlo.
“Como todavía no hemos aceptado la traición del mandato cristiano de amarnos unos a otros en la Primera Guerra Mundial, se necesita con urgencia el tiempo de una conversión genuina. Debemos abrir nuestros corazones para ser hermanos y hermanas entre nosotros como miembros de una gran familia. El amor cristiano, vivido profundamente a través de la acción humana, como las relaciones familiares, dará sus frutos entre las comunidades cristianas y otras comunidades que se aman verdadera y justamente, como llegará un día el reino de Dios”, afirma el profesor húngaro.
María José Aguilar