Primeras consultas del Sínodo en Granada
"Caminemos juntos como Iglesia"
La Comisión Diocesana del Sínodo de la archidiócesis de Granada ha emitido un comunicado el trabajo llevado a cabo por numerosas comunidades cristianas de Granada dentro del Sínodo sobre la Sinodalidad. Las conclusiones de esta consulta, abierta a toda la diócesis, están resumidas en diez puntos.
Han sido veintidós las aportaciones de parroquias y comunidades cristianas las que han sido enviadas al correo electrónico que se facilitó para este trabajo sinodal diocesano. Detrás de muchas de ellas está el trabajo de varios grupos. La experiencia de estas reuniones sinodales ha sido muy hermosa. Ha favorecido el mutuo enriquecimiento escuchándonos y ha iniciado una inercia de caminar juntos,
Pero hay que hacer algunas observaciones. Ya la preparación del congreso nacional de laicos que se celebró en Madrid en febrero de 2020, donde acudieron veinte representantes de nuestra diócesis, -y se tuvieron reuniones previas con pastores, fieles y consagrados- fue iniciar un proceso sinodal.
También durante el año pastoral 2020-2021, dada la situación creada por la pandemia, se realizaron múltiples encuentros donde obispo, sacerdotes, consagrados y laicos (vicarios, delegaciones diocesanas, consejo de pastoral diocesana y miembros del grupo de apostolado seglar que participó en el mencionado congreso) tomamos el pulso a la realidad dura y conmovedora de la pandemia, ayudándonos a descubrir el Kairós de Dios en estos tiempos y animándonos a seguir con la misión encomendada a cada uno.
También esto fue un caminar juntos.
Durante el presente curso 2021-2022, nuestra diócesis ha vivido intensamente dos acontecimientos de gran calado que podríamos denominar de camino sinodal práctico:
1. El camino sinodal emprendido por Cáritas e instituciones socio-caritativas, desde el ámbito de la caridad para cooperar más estrechamente y complementariamente con nuestros hermanos más favorecidos.
2. La implicación de nuestra archidiócesis en la crisis humanitaria de Ucrania. Toda la iglesia diocesana en todas sus estructuras (curia, seminario, instalaciones parroquiales,…) y personas han caminado con otros muchos que desde distintas motivaciones solidarias han querido unirse e ir juntos en este proyecto actualmente en marcha. Podríamos afirmar que ha sido un camino sinodal ad gentes.
Pasamos, ya sí, a resumir las aportaciones tan abundantes y sugerentes del trabajo que los distintos grupos sinodales han presentado respondiendo a las diez cuestiones que el material preparatorio del sínodo sobre la Sinodalidad ofrecía:
1. LOS COMPAÑEROS DE VIAJE
Partiendo de una vida de familia eclesial queremos extender lazos de participación en la Iglesia a amigos, vecinos y grupos de distintas tendencias. A veces a los mismos cristianos nos falta la alegría de la fe, estamos viejos y faltan jóvenes. No recorremos el camino juntos sino en paralelo. Es necesario redescubrir el carisma de la vida fraterna para vernos como hermanos. Una Iglesia cerrada al mundo, ensimismada por su supervivencia, no favorece los puentes necesarios a los hombres que viven en un mundo de relativismo moral y la banalización generalizada.
Hay grupos vulnerables que hemos de saber integrar: pobres, inmigrantes, divorciados vueltos a casar, alejados, homosexuales... Es necesario superar el clericalismo y crear espacios de encuentro y escucha entre obispo, sacerdotes, consagrados y laicos. Todo ser humano es imagen de Dios y especialmente los bautizados que hemos sido unidos sacramentalmente a la vida nueva de Jesucristo resucitado, estamos llamados a dar testimonio, con humildad, de fraternidad y cercanía real con todos.
2. ESCUCHAR
Hoy, en general, la sociedad ha perdido capacidad de escucha en gran medida por culpa de la invasión de las tecnologías, sobre todo los teléfonos móviles y la falta de tiempo. También la Iglesia participa de este déficit de escucha entre obispos y sacerdotes, sacerdotes y fieles, consagrados y pastores, entre hombres y mujeres... Cristo escuchaba sobre todo a los pecadores. Para escuchar hay que amar este mundo con toda su complejidad y acercarse a sus periferias. El individualismo religioso y la rigidez de miras dificulta el diálogo. Se trata de ver la escucha como un medio para el discernimiento para ver qué nos dice el Espíritu en el aquí y ahora. Sin escucha no hay discernimiento.
Destacamos también el papel de la mujer y su aportación genuina al bien de toda Iglesia y sociedad, por lo que se pide que participe más en los órganos directivos y de gobierno.
Hay que evitar tanto una Iglesia “fuera de onda” con el mundo como una adaptación sin más al mismo de tal manera que el “mundo” determine su modo de ser y estar. Debemos escuchar en primer lugar la Palabra de Dios, y hacerlo unidos a la Iglesia en una interpretación fiel. La escucha y el discernimiento común nos ayudan a crecer en armonía y comunión. Desde una verdadera comunión entre nosotros y con Dios podemos abrir la mente y el corazón, siendo acogedores y esperando siempre algo valioso de los demás.
3. TOMAR LA PALABRA
Es necesario el encuentro personal con Cristo a través de la escucha de la Palabra en
la liturgia y en la lectura comunitaria y personal, fomentar los grupos de estudio de la Biblia y favorecer la presencia de la Sagrada escritura en la Catequesis y demás espacios formativos. Además, de testimoniar en la vida la Palabra que oras y celebras. Como Iglesia no podemos escondernos, tenemos el deber de ser transmisores de la Palabra, siempre con respeto y modulando la comunicación según el receptor. Hay un grave problema de transmisión de la fe. A veces a los laicos nos cuesta tomar la palabra, por no entrar en conflicto, por desconocimiento, miedo, respeto humano, desconfianza o hartazgo. Muchos cristianos viven su fe como acomplejados. También hay dificultades para pronunciarse con libertad en muchos ámbitos de la vida eclesial. Es necesario que funcionen los consejos diocesanos, las distintas delegaciones, los consejos pastorales, los arciprestazgos, etc,, como espacios de comunión y de planificación pastoral junto con los movimientos apostólicos y distintas comunidades religiosas. También es necesario cristianos preparados para comunicar a través de los medios de comunicación y las nuevas tecnologías cuestiones sociales, morales o políticas desde una mirada creyente, iluminando la realidad desde la fe que ve más allá de cualquier ideología.
La importancia de la liturgia es, de por sí, enorme. En ella nos congregamos como Pueblo de Dios reunido en la fe para encontrarnos con el Señor e introducimos en su Misterio de Salvación. El centro de la liturgia es la Eucaristía. Todas las demás celebraciones y actividades de la vida de la Iglesia deben orientarnos a la Eucaristía, no apartarnos de ella. Valoramos el ambiente familiar y de acogida por parte de los sacerdotes. Sin embargo, las celebraciones litúrgicas son pasivas, poco participativas, monótonas, donde sólo se escucha. Se han hecho rutinarias donde hay un excesivo protagonismo del celebrante cuyo lenguaje no transparenta el de Jesús, que llegaba a todos y contagiaba esperanza, consuelo. También se aprecia una desconexión entre celebración y compromiso cristiano a nivel individual y comunitario. Falta presencia de la doctrina social de la Iglesia en las celebraciones. Se subraya la ausencia de una formación litúrgica. Se hacen “tonterías litúrgicas” por esto, es imprescindible una formación de liturgia a laicos y una ampliación de sus ministerios. Además, hay que preparar con antelación las celebraciones prestando más atención a los lectores, con una dicción más pausada y entendible, y a la música sagrada. Es necesario retomar un verdadero sentido de las celebraciones y cuestionarnos cómo se pueden hacer más atrayentes, alegres y dignas. A nivel de diócesis se adolece de velar por esto.
5. CORRESPONSABLES EN LA MISIÓN
Todos los cristianos formamos parte de la Iglesia, estamos llamados a ser testigos del Resucitado y a participar en su misión, Nuestra acción no es sólo una obra filantrópica sino que nos mueve su Amor. La llamada a la misión proviene de Dios. Tiene su origen en el Bautismo y su alimento en la Eucaristía. En la Iglesia en general nos sentimos poco corresponsables. Falta conciencia y compromiso. Deberíamos convertirnos para ser una Iglesia “en salida” pues somos la luz del mundo, la levadura que fermenta la masa y la sal que da gusto a todo. El testimonio vivo de la fe se debe dar, sobre todo, con los hechos.
Dentro de la Iglesia hay que crecer en corresponsabilidad dando vida a los consejos pastorales (parroquiales y diocesanos), de economía, etc. Hay que superar para ello una posición de los laicos como “menores de edad” frente al clero y superar el hecho que a veces se vea a las mujeres con inferioridad con respecto a los varones. La conciencia de pertenencia a una comunidad es esencial para compartir experiencias de misión. Si no dialogamos y caminamos entre nosotros, mal testimonio podremos dar fuera. Es la comunidad la que debe formar y acompañar en: el compromiso social y político, la investigación científica y en la enseñanza, la promoción de la justicia social, la tutela de los derechos humanos, el cuidado de la Casa común... También es necesario fortalecer la actitud de servicio, acoger mejor a quienes se acerquen a la Iglesia, estar más con los más pobres y necesitados, ir a las periferias. No es bueno que la misión se mezcle con ninguna ideología; es un peligro que lleva al cansancio, a una desilusión colectiva y a un debilitamiento de nuestra Iglesia. Hay que cuidar a la familia como núcleo evangelizador, la evangelización en la escuela católica y mostrar con nuestra vida una verdadera experiencia de fraternidad.
6. DIALOGAR EN LA IGLESIA Y EN LA SOCIEDAD
La Iglesia entera ha sido convocada a un Sínodo. Esto ya es diálogo. En este no es debate ni imposición de las propias ideas sino la posibilidad de abrirnos todos a la verdad de Jesucristo respetando la diversidad de opiniones y conviviendo pacíficamente con ellas.
El diálogo incluye la oración para pedir a Dios su sabiduría. Falta diálogo dentro de la Iglesia. Falta diálogo entre carismas y comunidades, en el seno de la misma jerarquía y entre pastores y fieles, entre congregaciones religiosas y la Iglesia local. Las reuniones de Confer y URPA sólo sirven a nivel teórico. Hay que evitar actitudes de superioridad equivocada o el deseo de imponer una ortodoxia que no construye. ¿Se tiene miedo a formar conciencias libres? A la falta de laicos formados le corresponde una sumisión ante la jerarquía. Necesitamos estar juntos, compartir para conocernos y expresarnos (asambleas y consejos parroquiales, comidas y convivencias encuentros arciprestales y diocesanos, espacios de formación, colaboraciones con las diócesis vecinas...).
Afortunadamente los cristianos no vivimos al margen de nuestra sociedad y de las circunstancias que le afectan. El diálogo en la Iglesia y la sociedad debe servir para abrirnos a los signos de los tiempos y estar presentes en el mundo sindical, político, cultural, económico, los movimientos sociales... Sabiendo quiénes somos y a quién seguimos podemos acercarnos a los demás con naturalidad, sin complejos de superioridad ni de inferioridad, procurando ofrecer con sencillez la alegría de ser cristianos. Con frecuencia caemos en una bipolaridad: o demonizamos el mundo o nos acomodamos pacíficamente al mismo. Es necesaria la formación en los temas candentes y mayor participación en los medios de comunicación.
7. CON LAS OTRAS CONFESIONES CRISTIANAS
Con nuestros hermanos separados nos une el bautismo y el seguimiento de Jesús. Es mucho más lo que nos une que lo que nos separa. Sin embargo, apenas tenemos trato con ellos y desconocemos las relaciones que nuestra comunidad eclesial tiene con dichas confesiones. Sin conocer, no se puede querer, La falta de participación en iniciativas ecuménicas es también común entre cristianos de otras confesiones. La mayor dificultad para el diálogo entre los cristianos de diversas confesiones es que no hay una voluntad real de unión.
Debemos orar pidiendo a Dios el don de la unidad, - porque la voluntad de Dios es que seamos uno-, conocer a los demás cristianos y aceptar todo lo bueno que podamos recibir de ellos. Es deseable reforzar nuestro ecumenismo en la Semana de Oración para la Unidad de los Cristianos y en las oraciones inspiradas en Taizé, que es una comunidad monástica ecuménica. Es bueno fomentar la acción socio-caritativa conjuntamente ofreciéndole ayuda espiritual y material. La Iglesia debe continuar fomentando el diálogo interreligioso desde las parroquias, arciprestazgos, y diócesis. Este camino ya se ha iniciado en la diócesis y hay que seguir dinamizándolo para que sea algo asumido por toda la comunidad eclesial.
8. AUTORIDAD Y PARTICIPACIÓN
La autoridad dentro de la Iglesia aún está muy marcada por el autoritarismo. Es necesario crecer en un espíritu de comunión. A veces, se resuelven conflictos por el “ordeno y mando”. La autoridad en la iglesia no se debe entender como poder. Siempre tiene que ser evangelizadora. Ha de razonarse siempre, no puede ser imposición como en el pasado. Sentimos que la autoridad se ejerce sin escuchar a todos. La autoridad no tiene que ver con el poder. El clericalismo - de pastores y fieles- da poder pero resta autoridad.
Es necesaria una autoridad bien ejercida escuchando a los fieles en los consejos pastorales y económicos. Cómplice del clericalismo de los pastores es la pasividad y comodidad de los laicos. Los laicos siguen descargando su responsabilidad en los clérigos. Es necesario que todos, pastores y fieles, orando y poniéndonos a la escucha del Espíritu, nos volvamos servidores, porque es Dios quien guía a la Iglesia y debemos dejarnos guiar por Él buscando su voluntad. Actualmente los niveles de participación y compromiso son deficientes. Se ha fomentado, quizás desde hace siglos, una fe individualista y esto hace que muchos no deseen participar. Debemos fomentar la participación, formándonos y asumiendo responsabilidades a través de los ministerios eclesiales. Y los sacerdotes al incorporarse a sus comunidades han de ser respetuosos para mantener la esencia y continuidad de la comunidad sin imponer sus criterios personales. En los consejos y órganos colegiados de participación y decisión debe estar más ampliamente representado todo el Pueblo de Dios. La participación y el ejercicio de la corresponsabilidad tiene que ser la NORMA en el día a día de nuestras comunidades, y nunca la excepción, esto se ve reflejado en lo que fue la preparación del congreso de laicos e incluso en este sínodo. Una Iglesia sinodal es una Iglesia participativa y responsable. Esto exige un laicado fuerte y preparado para poder participar en la escucha, discernimiento y misión de la Iglesia.
9. DISCERNIR Y DECIDIR
Somos conscientes de que Dios es el que tiene la última palabra y debemos dejarnos
hacer por Él. El discernimiento no puede hacerse si no va unido a la oración. Es necesario más protagonismo del Espíritu Santo e introducir en nuestras dinámicas la herramienta del discernimiento como ayuda para buscar el querer de Dios en nuestra parroquia, nuestro barrio y con nuestra gente. Para ello es muy importante observar la realidad, escuchar a la gente y discernir desde criterios evangélicos, desde la doctrina social de la Iglesia y no desde la rentabilidad o prestigio social, teniendo siempre en cuenta a los más débiles y no buscando intereses particulares sino el bien común. Comprendemos que la adopción de decisiones es responsabilidad de quienes están al frente de los cargos y funciones, pero una parte importante de su responsabilidad está en la escucha atenta de las opiniones de todos. Siempre hay que dialogar para evaluar y decidir que quizá haya que cambiar algunas cosas. El diálogo supone escucha, respeto, libertad, verdad y claridad. Somos signos de una Iglesia que escucha y camina, ofreciendo aportaciones responsables y precisas.
10. FORMARSE EN LA SINODALIDAD
Jesús en el camino de Emaús caminó junto a sus discípulos abatidos. Toda verdadera sinodalidad parte de reconocer que no vamos solos. El Señor acompaña a su Iglesia y al mundo. Cultivar la relación con Él es la base de una correcta sinodalidad. También, volver a poner en valor lo comunitario frente al individualismo facilitando siempre tiempos y espacios de encuentro, Hay que huir de protagonismos y personalismos. Cuando se vive la fe en un clima de familia, crece la corresponsabilidad y se van descubriendo los carismas que cada uno ha recibido para el servicio de la comunidad. La espiritualidad del caminar juntos, está destinada a ser un principio educativo para la formación de la persona humana, del cristiano, de las familias y de las comunidades. Falta en la Iglesia sentirnos familia. A veces se percibe más como un supermercado donde cada uno viene a sacar algo. Falta conocer al otro y sus necesidades y, así, amarnos más. Los cristianos somos todos iguales en dignidad sin distinción por sexo, raza, o ministerios ejercidos. No podemos huir de las tensiones, mi de las polémicas.
Hay que tratar de comprender a cada uno, acogernos entablando lazos de amistad. Es necesario fortalecer la comunión y comunicación entre la comunidad, la parroquia, los arciprestazgos, la diócesis, las instituciones religiosas y las familias, de manera que compartan experiencias de animación en la fe, y suponga una auténtica renovación de la pastoral de la familia.
Compartir un plan pastoral diocesano con representación de la mayoría de grupos, comunidades, movimientos y congregaciones, y, recoger en ella, espacios de encuentro y reflexión, al menos uno en el curso. Poner en marcha un apostolado seglar vivo y activo.
También la Iglesia tiene que hacer camino con el mundo, la ciudadanía, las asociaciones, las políticas, la cultura, los pobres y descartados... Es necesario una Iglesia de puertas y corazón abierto al mundo. Debemos tener conciencia de que ofrecemos algo bueno al mundo y no encerrarnos en nosotros mismos, Tampoco es bueno busquemos el populismo, caer en la idolatría del número, de que venga mucha gente. Que la Iglesia sea verdaderamente sacramento de Dios.
Granada, a 24 de junio de 2022
Comisión Diocesana del Sínodo