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Voz del Papa
26 de junio de 2022
Nº 1428 • AÑO XXX

Festival de las Familias

“¡Gracias por vuestro testimonio!”

El Papa Francisco dirigió este mensaje de agradecimiento a una serie de matrimonios que dieron su testimonio durante el Festival de las Familias en el aula Pablo VI, en el marco del X Encuentro Mundial de las Familias en Roma.

Para mí es una alegría estar aquí con vosotros, después de los impactantes acontecimientos que, en los últimos tiempos, han marcado nuestras vidas. Primero la pandemia y, ahora, la guerra en Europa, que se añade a otras guerras que afligen a la familia humana.

(…) Por eso ahora me dirijo tanto a vosotros aquí presentes como a los esposos y a las familias que nos escuchan en el mundo. Quisiera haceros sentir mi cercanía precisamente allí donde os encontráis, en vuestra concreta condición de vida. La palabra de aliento es sobre todo esta: partir de vuestra situación real y desde allí intentar caminar juntos, juntos como esposos, juntos en vuestra familia, juntos con las demás familias, juntos con la Iglesia. Pienso en la parábola del buen samaritano, que encuentra a un hombre herido en el camino, se le acerca, se hace cargo de él y lo ayuda a reanudar el viaje. Justamente esto quisiera que la Iglesia fuera para vosotros. Un buen samaritano que se os acerca, cercano a vosotros y os ayuda a proseguir vuestro camino y a dar “un paso más”, aunque sea pequeño. Y no os olvidéis que la cercanía es el estilo de Dios: cercanía, compasión y ternura. Este es el estilo de Dios. Trataré de indicar estos “pasos más” para dar juntos, retomando los testimonios que hemos escuchado.

El matrimonio no es una formalidad que hay que cumplir. Uno no se casa para ser católico “con la etiqueta”. Uno se casa porque quiere fundar el matrimonio en el amor de Cristo

1. “Un paso más” hacia el matrimonio. Os agradezco, Luigi y Serena, que nos hayáis compartido con gran honestidad vuestra experiencia, con sus dificultades y sus aspiraciones. Pienso que sea doloroso para todos lo que habéis contado: “No encontramos una comunidad que nos sostuviera afectuosamente por lo que somos”. Es duro escuchar esto. Esto nos debe hacer reflexionar. Debemos convertirnos y caminar como Iglesia acogedora, para que nuestras diócesis y parroquias sean cada vez más “comunidades que sostienen a todos con los brazos abiertos”. Esto es indispensable, sobre todo en esta cultura de la indiferencia Y vosotros, providencialmente, habéis encontrado apoyo en otras familias, que son, de hecho, pequeñas iglesias.

Me sentí muy consolado cuando habéis explicado el motivo que os impulsó a bautizar a vuestros hijos. Habéis dicho una frase muy hermosa: “A pesar de los esfuerzos humanos más nobles, nosotros no nos bastamos”. Es verdad, podemos tener los sueños más hermosos, los ideales más altos, pero al final descubrimos también nuestros límites —es sabio tener conciencia de los propios límites—, estos límites que no podemos superar por nosotros mismos, sino sólo abriéndonos al Padre, a su amor, a su gracia. Este es el significado de los sacramentos del Bautismo y del Matrimonio, son la ayuda concreta que Dios nos da para no dejarnos solos, porque “nosotros no nos bastamos”. Esta frase nos hace mucho bien escucharla: “Nosotros no nos bastamos”.

Podemos decir que cuando un hombre y una mujer se enamoran, Dios les ofrece un regalo: el matrimonio. Un don maravilloso, que tiene en sí mismo el poder del amor divino: fuerte, duradero, fiel, capaz de recuperarse después de cada fracaso o fragilidad. El matrimonio no es una formalidad que hay que cumplir. Uno no se casa para ser católico “con la etiqueta”, para obedecer a una regla, o porque lo dice la Iglesia o para hacer una fiesta; no, uno se casa porque quiere fundar el matrimonio en el amor de Cristo, que es sólido como una roca. En el matrimonio Cristo se entrega a vosotros, para que vosotros tengáis la fuerza de entregaros mutuamente. Ánimo, pues, ¡la vida familiar no es una misión imposible! Con la gracia del sacramento, Dios la convierte en un viaje maravilloso para emprender con Él, nunca solos. La familia no es un hermoso ideal, inalcanzable en la realidad. Dios garantiza su presencia en el matrimonio y en la familia, no solo en el día de la boda sino durante toda la vida. Y Él os sostiene cada día en vuestro camino.

Ver a una familia que se rompe es un drama que no puede dejarnos indiferentes

2. “Un paso más” para abrazar la cruz. Os agradezco a vosotros, Roberto y María Anselma, porque nos habéis contado la conmovedora historia de vuestra familia y, en particular, de Chiara. Nos habéis hablado de la cruz, que forma parte de la vida de cada persona y de cada familia. Y habéis dado testimonio de que la dura cruz de la enfermedad y de la muerte de Chiara no ha destruido a la familia ni ha eliminado la serenidad y la paz de vuestros corazones. Esto también se ve en vuestras miradas. No sois personas abatidas, desesperadas y enfurecidas con la vida, ¡al contrario! Se perciben en vosotros una gran serenidad y una gran fe. Habéis dicho: “La serenidad de Chiara nos ha abierto una ventana a la eternidad”. Ver cómo vivió ella la prueba de la enfermedad os ayudó a levantar la mirada y a no permanecer prisioneros del dolor, sino a abriros a algo más grande: a los designios misteriosos de Dios, a la eternidad, el cielo. ¡Os agradezco este testimonio de fe! (…).

3.“Un paso más” hacia el perdón. Paul y Germaine, habéis tenido la valentía de contarnos la crisis que habéis vivido en vuestro matrimonio. Os lo agradecemos, porque en todo matrimonio hay crisis; tenemos que decirlo, que descubrirlo y continuar caminando para resolverlas. No habéis querido endulzar la realidad con un poco de azúcar, habéis llamado por su nombre a todas las causas de la crisis: la falta de sinceridad, la infidelidad, el mal uso del dinero, los ídolos del poder y de la carrera, el resentimiento acumulado y la dureza del corazón. Mientras hablabais, pienso que todos nosotros hemos revivido la experiencia de dolor que se experimenta frente a situaciones similares de familias divididas. Ver a una familia que se rompe es un drama que no puede dejarnos indiferentes. La sonrisa de los cónyuges desaparece, los hijos están confundidos, la serenidad de todos se desvanece. Y la mayoría de las veces no se sabe qué hacer.

Por eso vuestra historia transmite esperanza. Paul dijo que, justo en el momento más oscuro de la crisis, el Señor respondió al deseo más profundo de su corazón y salvó su matrimonio. Eso es exactamente así. El deseo que hay en lo más profundo del corazón de cada uno es que el amor no se acabe, que la historia construida juntos con la persona amada no llegue a su fin, que los frutos que esta generó no se pierdan. Todos tienen este deseo (…). El perdón, hermanos y hermanas, el perdón cura todas las heridas; el perdón es un don que brota de la gracia con la que Cristo colma a la pareja y a toda la familia cuando lo dejamos actuar, cuando recurrimos a Él. Es muy hermoso que hayáis celebrado vuestra “fiesta del perdón” con vuestros hijos, renovando las promesas matrimoniales en la celebración eucarística. Me hizo pensar en la fiesta que el padre organizó para el hijo pródigo en la parábola de Jesús (cf. Lc 15,20-24), solo que esta vez los que se habían perdido eran los padres, no el hijo. Los “padres pródigos”. Pero también esto es hermoso y puede ser un gran testimonio para los hijos. Porque los hijos, al salir de la infancia, se dan cuenta de que los padres no son unos “súper héroes”, no son omnipotentes y, sobre todo, que no son perfectos. Vuestros hijos han visto en vosotros algo mucho más importante, han visto la humildad de pedirse perdón y la fuerza que habéis recibido del Señor para levantaros de la caída. (…) ¡Gracias por este testimonio de perdón! Muchas gracias.

En vuestra familia se expresa el ideal de la fraternidad. Además de ser marido y mujer, vosotros habéis vivido como hermanos

4. “Un paso más” hacia la acogida. Os agradezco a vosotros, Iryna y Sofía, vuestro testimonio. Habéis dado voz a tantas personas cuyas vidas se han visto afectadas por la guerra en Ucrania. Vemos en vosotros los rostros y las historias de tantos hombres y mujeres que tuvieron que huir de su tierra. Os agradecemos porque no habéis perdido la confianza en la Providencia, y habéis visto cómo Dios obra en vuestro favor también por medio de personas concretas que os ha hecho encontrar: familias acogedoras, médicos que os han ayudado y tantos hombres de buen corazón. La guerra os ha puesto frente al cinismo y a la brutalidad humana, pero también habéis encontrado personas de gran humanidad. ¡Lo peor y lo mejor del hombre! Es importante para todos no quedarse fijados en lo peor, sino valorar lo mejor, el mucho bien que es capaz de hacer todo ser humano, y volver a partir de allí.

5. “Un paso más” hacia la fraternidad. Te agradezco a ti, Zakia, por habernos contado tu historia. Es hermoso y consolador que lo que habéis construido juntos, Luca y tú, sigue vivo. Vuestra historia nació y se fundó en el compartir ideales muy altos, que tú has descrito de este modo: “Basamos nuestra familia en el amor auténtico, con respeto, solidaridad y diálogo entre nuestras culturas”. Y nada de todo eso se perdió, ni siquiera después de la trágica muerte de Luca. De hecho, no solo el ejemplo y la herencia espiritual de Luca permanecen vivos y hablan a la conciencia de muchos, sino que también la organización que fundó Zakia lleva adelante, en cierto modo, su misión. Es más, podemos decir que la misión diplomática de Luca se volvió ahora una “misión de paz” de toda la familia. En vuestra historia se ve bien cómo lo que es humano y lo que es religioso pueden entrelazarse y dar frutos bellísimos. En Zakia y Luca encontramos la belleza del amor humano, la pasión por la vida, el altruismo y también la fidelidad al propio credo y a la propia tradición religiosa, fuente de inspiración y de fuerza interior.

En vuestra familia se expresa el ideal de la fraternidad. Además de ser marido y mujer, vosotros habéis vivido como hermanos en humanidad, como hermanos en experiencias religiosas diversas, como hermanos en el compromiso social. También esta es una escuela que se aprende en familia. Viviendo junto al que es diferente a mí, en la familia se aprende a ser hermanos y hermanas. Se aprende a superar divisiones, prejuicios, cerrazones y a construir juntos algo grande y hermoso, partiendo de lo que nos une (…).

Me sentí muy consolado cuando habéis explicado el motivo que os impulsó a bautizar a vuestros hijos

Queridos amigos, cada una de vuestras familias tiene una misión que cumplir en el mundo, un testimonio que dar. Los bautizados, en particular, estamos llamados a ser “un mensaje que el Espíritu Santo toma de la riqueza de Jesucristo y regala a su pueblo” (Exhort. ap. Gaudete et exsultate, 21). Por eso os propongo que os hagáis esta pregunta: ¿cuál es la palabra que el Señor quiere decir con nuestra vida a las personas que encontramos? ¿Qué “paso sucesivo” le pide hoy a nuestra familia? A mi familia, debe decir cada uno. Poneos a la escucha. Dejaos transformar por Él, para que también vosotros podáis transformar el mundo y hacerlo “casa” para quien necesita ser acogido, para quien necesita encontrar a Cristo y sentirse amado. Tenemos que vivir con la mirada puesta en el cielo, como le decían los beatos María y Luis Beltrame Quattrocchi a sus hijos, afrontando las fatigas y las alegrías de la vida “mirando siempre por encima del techo”.

Os agradezco que hayáis venido aquí. Os agradezco el compromiso de sacar adelante a vuestras familias. Adelante, con ánimo, con alegría. Y, por favor, no os olvidéis de rezar por mí.