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Testimonio
26 de junio de 2022
Nº 1428 • AÑO XXX

Ascensión de San José 

Mártir de la sencillez

Sor Ascensión de San José, religiosa dominica de 76 años que fue torturada y asesinada por negarse a blasfemar durante la Guerra Civil Española, fue beatificada el 18 de junio junto a otros 26 mártires de la Guerra Civil. Sor Ascensión fue una de las 14 monjas que debió abandonar el monasterio Madre de Dios en Huéscar, al que ingresó a los 17 años, a causa de la persecución religiosa que tuvo lugar en España en el siglo XX.

Sor Ascensión nació el 9 de mayo de 1861 y fue bautizada el día 12, en la iglesia parroquial de Santa María la Mayor de Huéscar, perteneciente entonces al arzobispado de Toledo y provincia de Granada. Recibió el nombre de Isabel Ascensión. Sus padres se llamarón Andrés y Josefa. Andrés procedía de Chirivel (Almería) y Josefa de Oria. Poseían una casa de campo entre las poblaciones de Huéscar y Orce (Granada). Se trataba de una familia de labradores acomodados, muy buenos cristianos, que dieron a sus ocho hijos, tres varones y cinco mujeres, una esmerada educación, especialmente religiosa. La beata fue la penúltima de todos ellos. Al medio año de recibir el bautismo recibió, asimismo, la confirmación el 11 de noviembre de 1861, en la iglesia parroquial de Santa María, en la villa de Orce.

Hallaba su fuerza en la presencia de Dios, expresamente mediante el rezo del rosario, que lo hacía con todo respeto

Pudo empezar su noviciado en el convento dominicano de Huéscar hacia mayo de 1884, en cuyo mes cumplía 23 años de edad. Desde la toma de hábito, a sus nombres de bautismo Isabel Ascensión, añadió el de “San José”. De este modo se escribirá su nombre en lo sucesivo, aunque familiarmente y, para abreviar, la llamaron corrientemente “Sor San José”. Las hermanas de obediencia, como era el caso de la nueva beata, en lugar del Oficio divino, debían saber aquello que tenían que recitar. Todas tenían que aprender algún tipo de trabajo y ocuparse en él. Profesó a principios de octubre de 1885.

Mons. Orozco junto a las religiosas de Baza.

La beata ingresó y vivió como “religiosa de obediencia”. Esto significaba que no seguía en todo a la comunidad, es decir, en lo referente a toda la celebración coral. Fue servicial para con todas, amable, paciente, equilibrada, juvenil, humilde, sufrida, solidaria, muy sencilla, muy alegre y amena. Le gustaba estar con las jóvenes, su vida entera se fue desenvolviendo en un ambiente de sencillez infantil e inocencia que encantaba a todas. Nunca cansaba su presencia y compañía. No se hacía pesada; por el contrario, si no estaba ella la echaban de menos.

Hallaba su fuerza en la presencia de Dios, expresamente mediante el rezo del rosario, que lo hacía con todo respeto. Muchos años fue tornera por su prudencia y silencio. En los escrúpulos que sufrió manifestaba una conformidad absoluta a la disposición del superior y un camino de paz envidiable. Fue siempre sumisa como una niña. Sufrió la enfermedad con gran paciencia y hasta alegría, ocultando siempre que tenía que soportar a veces llagas que le iban de los pies a la cabeza. Sufría con grandísima paciencia y amor. Conservaba en su corazón lo que oía en las pláticas y las lecturas.

PERSECUCIÓN
Las religiosas se vieron obligadas a abandonar el convento el 4 de agosto de 1936. Se repartieron entre familiares y personas caritativas. El convento fue saqueado. La nueva beata fue acogida en casa de una sobrina, llamada Ascensión Reche, esposa de Alfredo Motos. Su priora continuó atendiéndola. La persecución se recrudeció en Huéscar a principios de febrero de 1937.

Fue apresada el 16 de febrero, porque los perseguidores juzgaron suficiente delito el que llevara un crucifijo al cuello. Estaba próxima a cumplir 76 años. En los calabozos del ayuntamiento sus perseguidores se empeñaron en “oírla blasfemar”. No lo consiguieron, aun a costa de machacarla el cráneo. Recibió la corona del martirio en las primeras horas del 17 de febrero de 1937.

Nunca cansaba su presencia y compañía. Si no estaba ella la echaban de menos

Sus reliquias permanecieron inhumadas en el lugar del enterramiento del cementerio de Huéscar. Se trasladaron, después, a un nicho cedido por el ayuntamiento el 6 de diciembre e de 1958. El traslado al cementerio monástico dominicano de Huéscar se verificó el 25 de mayo de 1973. Sus reliquias se veneran en el monasterio de Baza.

BEATIFICACIÓN
La beatificación de Sor Ascensión de San José ha tenido lugar en la Catedral de Sevilla, el pasado 18 de junio, junto a otros 26 dominicos más, siendo la única mujer del grupo. La celebración fue presidida por el cardenal Marcello Semeraro, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, han asistido el obispo de Guadix, D. Francisco Jesús Orozco y el vicario general, José Francisco Serrano, en representación de la diócesis. También ha habido religiosas dominicas del monasterio de Baza.

La Beata era natural de Huéscar y sus restos, ya reliquias, se conservan en el monasterio de las Madres Dominicas, de Baza, donde recabó la comunidad de religiosas de Huéscar después de que cerraran el convento.