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26 de junio de 2022
Nº 1428 • AÑO XXX

X Encuentro Mundial
de las Familias

“El amor familiar: vocación y camino de santidad”

El Encuentro Mundial de las Familias, nació por voluntad de San Juan Pablo II en 1994. De hecho, ese año había sido declarado por las Naciones Unidas Año Internacional de la Familia. El Papa Wojtyla quiso que se celebrara también en la Iglesia un Año de la Familia, y así nació el I Encuentro Mundial de las Familias, que tuvo lugar en Roma los días 8 y 9 de octubre de 1994.

El Consejo Pontificio para la Familia promovió este encuentro, así como los posteriores. En 2016, el organismo vaticano fue suprimido y fusionado con el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida. Así pues, desde 1994 se ha celebrado, cada tres años y en distintas partes del mundo, un Encuentro Mundial de las Familias. El esquema seguido ha sido siempre bastante similar, con un Congreso teológico-pastoral internacional al comienzo, y una vigilia y fiesta de las familias, con una gran celebración eucarística final, en presencia del Papa, como conclusión del evento.

El X Encuentro Mundial de las Familias, como anunciaba el Papa Francisco en un videomensaje, se celebrará de forma “multicéntrica y extendida” y se diferenciará en algunos aspectos de las citas de los años anteriores. El evento, que se aplazó un año debido a la pandemia de COVID-19, no puede ignorar el cambio experimentado por el contexto global a causa de la situación sanitaria.

La cita principal tendrá lugar en Roma, donde participarán delegados de las Conferencias Episcopales de todo el mundo, así como representantes de los movimientos internacionales implicados en la pastoral familiar. Al mismo tiempo, se invita a cada diócesis a organizar eventos similares en sus comunidades locales.

“En los encuentros anteriores”, decía el Pontífice en el videomensaje, “la mayor parte de las familias se quedaba en casa y el encuentro se percibía como algo lejano, seguido, como máximo, por la televisión, o desconocido para la mayoría de las familias. Esta vez se seguirá una modalidad inédita: será una oportunidad de la Providencia para realizar un evento mundial capaz de involucrar a todas las familias que deseen sentirse parte de la comunidad eclesial”.

Vocación y familia

Esta es una de las catequesis que se ofrecen a las familias para profundizar en su misión de cara al Encuentro Mundial de las Familias, profundizando en el sentido vocacional que tiene este sacramento y que da nombre a esta X edición.

LA VOCACIÓN COMO LLAMADA
El término vocación proviene del verbo en latín vocare, que significa llamar. La primera llamada que Dios hace a toda criatura es la de convertirse, mediante el sacramento del Bautismo, en sus hijos.

Entre los bautizados, algunos están llamados a entregar su vida a Dios mediante la consagración sacerdotal o religiosa; otros están llamados a entregarse al Señor mediante el sacramento del matrimonio. Por lo tanto, la vida matrimonial es también una vocación, es decir, una llamada de Dios.

EL NOMBRE
La costumbre de llamarse por el nombre es una práctica muy común en nuestras familias, sobre todo si hay niños. La elección del nombre que se impone a los niños y por el que se les llamará durante toda su vida es una decisión de no poca importancia por parte de los padres.

Hay muchas razones por las que se elige un nombre. A veces es el nombre que se ha transmitido en la familia durante generaciones; a veces es el nombre de un santo al que los padres son especialmente devotos, o el nombre de una persona que, de alguna manera, ha dejado huella en la vida de los padres. Para cada persona, un nombre es una especie de tarjeta de visita con la que se presenta al mundo. Eso ya dice algo de nosotros.

LA SOLEDAD
Cuando conversamos con alguien cuyo nombre no recordamos, es señal de que no hemos entrado realmente en relación con esa persona. El drama más profundo para un individuo es no ser recordado. El sentimiento de soledad, que se deriva de esto, proviene sobre todo de la sensación de no ser considerado y buscado. El largo periodo de confinamiento que hemos vivido ha resultado ser un tiempo de profunda soledad para muchos, especialmente para los ancianos y para aquellas personas que, por diversas razones, experimentan la dificultad y la fatiga de vivir solas.

SOMOS LLAMADOS
Uno de los hábitos más frecuentes de los padres hacia sus hijos es llamarlos. Lo hacen para despertarlos por la mañana, para saber dónde están, para instarlos a cumplir con su deber, para demostrarles su afecto.

Fingir que no se oye la llamada de alguien es una estrategia con la que todos estamos familiarizados. Responde a un deseo preciso de no querer entrar en relación con la persona que nos llama.

Ser llamados conlleva un mensaje. Alguien que sabe que existimos se interesa por nuestra vida. Podemos aceptar o rechazar esta llamada a entrar en una relación.

DIOS NOS LLAMA POR NUESTRO NOMBRE
Un pasaje de San Pablo, nos revela que todos hemos sido llamados, cada uno de nosotros es conocido y llamado por Dios Padre:

“Él nos ha salvado y nos ha llamado con una vocación santa, no por nuestras obras, sino por su propia determinación y por su gracia que nos dio desde toda la eternidad en Cristo Jesús, y que se ha manifestado ahora con la manifestación de nuestro Salvador Cristo Jesús, quien ha destruido la muerte y ha hecho irradiar vida e inmortalidad por medio del Evangelio”. (2 Tim 1,9-10)

Si Dios nos llama desde la eternidad, significa que, en el transcurso de nuestra vida, las cosas no suceden por casualidad. Muchas personas nos han llamado por el nombre que nos dieron nuestros padres. Dios mismo nos llama por ese nombre.

Leyendo la Biblia, se ve, en muchas ocasiones, que Dios llama a los hombres y a las mujeres, continuamente y de diversas maneras, a entrar en relación con Él y a acogerlo en sus vidas.

Hoy el Padre nos llama a seguir a Jesús, porque a través de Él se nos da una vida en la que la muerte es vencida por Cristo; una vida que, más allá de todas las dificultades, vale la pena vivir porque se proyecta hacia la vida eterna. Con la fuerza que viene del Espíritu Santo, podemos responder a la llamada de Dios, que es única para cada uno de nosotros.

EL MATRIMONIO ES LA RESPUESTA A UNA LLAMADA
Con el sacramento del Matrimonio, los esposos responden a una llamada de Dios. Esta llamada consiste en amar como Él ama.

Sin embargo, el “sí” pronunciado por la pareja el día de su Matrimonio se enfrenta a la lucha diaria por amar a su cónyuge con todas sus debilidades y flaquezas. Esto significa que la llamada al amor sólo puede ser sostenida por la gracia de Cristo. Requiere una acogida continua de esta gracia por parte de la pareja, que, recibida diariamente, les permite aprender gradualmente, con perseverancia y humilde paciencia, a amarse unos a otros y a amar como Jesús ama. Es reconfortante saber que, a pesar de las habituales penurias y de los inevitables momentos de dificultad, la presencia de Cristo sigue siendo la ayuda indispensable y el consuelo incomparable. Su voz, transmitida por la Palabra, no cesa de llamarnos, consolarnos y animarnos en nuestro camino.

Catequesis en audio de la delegación de Familia y Vida

Desde la Diócesis de Guadix, la delegación de Familia y Vida ha elaborado también una serie de catequesis preparatorias para el X Encuentro Mundial de las Familias en formato de audio.

Catequesis 1: el amor familiar, vocación y camino de santidad

Catequesis 2: llamados a la santidad


Catequesis 3: Nazaret: convertir en algo normal el amor

Catequesis 4 Todos somos hijos, todos somos hermanos