Jornada Pro Orantibus
“Lámparas en el camino sinodal”
Durante la Solemnidad de la Santísima Trinidad toda la Iglesia celebra la Jornada Pro Orantibus. Un día pensado para orar y recordar especialmente a todos los religiosos y religiosas de vida contemplativa que con su consagración sostienen la vida del mundo. El lema de este año, Lámparas en el camino sinodal, pone su acento en la importancia de
Cuando faltaba poco más de un mes para la apertura oficial del camino sinodal en que estamos inmersos, el secretario general del Sínodo de los Obispos, el cardenal Mario Grech, envió una misiva a las personas contemplativas para invitarlas explícitamente a dejar oír su voz en dicho camino. Después de reconocer a los contemplativos como “custodios y testigos de realidades fundamentales para el proceso sinodal que el san to padre nos invita a realizar”, el cardenal Grech hace hincapié en tres realidades cardinales de la vida monástica y contemplativa: la escucha, la conversión y la comunión. Realidades que, como recordaba san Juan Pablo II en el n. 8 de Vita consecrata, configuran el rostro luminoso de los hombres y mujeres de vocación contemplativa:
En la soledad y el silencio ofrecen así a la comunidad eclesial un singular testimonio del amor de la Iglesia por su Señor y contribuyen, con una misteriosa fecundidad apostólica, al crecimiento del Pueblo de Dios.
Los Institutos orientados completamente a la contemplación, formados por mujeres o por hombres, son para la Iglesia un motivo de gloria y una fuente de gracias celestiales. Con su vida y su misión, sus miembros imitan a Cristo orando en el monte, testimonian el señorío de Dios sobre la historia y anticipan la gloria futura.
En la soledad y el silencio, mediante la escucha de la Palabra de Dios, el ejercicio del culto divino, la ascesis personal, la oración, la mortificación y la comunión en el amor fraterno, orientan toda su vida y actividad a la contemplación de Dios. Ofrecen así a la comunidad eclesial un singular testimonio del amor de la Iglesia por su Señor y contribuyen, con una misteriosa fecundidad apostólica, al crecimiento del Pueblo de Dios.
El lema escogido este año para celebrar la Jornada Pro orantibus, La vida contemplativa: lámparas en el camino sinodal, está en perfecta consonancia con la invitación del cardenal Grech y con la certera descripción de la vocación contemplativa que traza Vita consecrata. De hecho, ahondando en los pilares básicos de su existencia —la escucha, la conversión, la comunión— aquellos que lo han dejado todo para contemplar al Señor se convierten en testigos de la Luz en medio del mundo y pueden ofrecer al Pueblo de Dios su “misteriosa fecundidad” en clave de crecimiento sinodal.
El camino hacia una conciencia eclesial cada vez más sinodal lo recorre la Iglesia entera en unidad de espíritu y de misión. Pero igual que el cuerpo es uno y tiene muchos miembros, también la comunidad de los bautizados, siendo una, avanza por la senda de la sinodalidad en modos y tiempos diversos. Hay quien va abriendo horizontes en clave de van- guardia, quien convoca a los más lejanos a la peregrinación, quien reúne a los que a ratos se dispersan, quien abre su casa a los que se encuentran cansados, quien recoge a los apaleados a la orilla del camino y quien mantiene encendida la candela para que la senda no se interrumpa ni siquiera en la noche más profunda. Estos últimos, hombres y mujeres de vida escondida en Dios, son como lámparas que custodian la luz primera —la luz que viene del Padre—, dan testimonio de la luz verdadera —la luz que es Cristo vivo— y apuntan hacia la luz definitiva —la luz que se nos promete en el Espíritu—. Se puede decir de ellos, como del Bautista, que no son la luz, sino testigos de la luz.
Así pues, las personas contemplativas son también profundamente sinodales no por un empeño extraordinario sino por su misma raíz carismática: en la medida en que buscan la luz de Dios y la derraman sobre el rostro de la Iglesia, son portadoras de una experiencia sinodal capaz de alentar la sinodalidad en otros. Ellas, que saben escuchar al Señor, alumbran para todos el camino de la apertura al otro y a los otros; ellas, que forjan su corazón en la permanente conversión a la voluntad divina, alumbran para todos el itinerario del discernimiento y de la transformación; ellas, que ensayan cada día la comunión fraterna, alumbran para todos la senda de la reconciliación y la paz entre los hermanos. Así, desplegando lo más genuino y hermoso de su llamada fundamental, se vuelven luminarias de vida y misión sinodales en el camino común del Pueblo de Dios.
En esta Jornada Pro orantibus, miramos con agradecimiento y con esperanza a nuestros hermanos y hermanas contemplativos, pidiendo que el Señor los guarde y los haga brillar entre nosotros. Y acudimos a su sabiduría y su fidelidad para fundar el sueño de una Iglesia cada vez más sinodal sobre bases sólidas y duraderas. Sabemos que ellos, con su testimonio, empujan a toda la Iglesia a ensanchar el espacio de su tienda y a salir en peregrinación. La radicalidad de su búsqueda y de su entrega, puesta sobre el celemín, arde como el candil en la casa, como la lámpara en el camino. Su oración ininterrumpida, abierta a la Palabra del Señor, pone bajo el signo de la gracia todos nuestros esfuerzos sinodales. Su combate interior, el único que trae la paz al corazón, nos espolea a abandonar esquemas personales y eclesiales caducos o poco evangélicos. Su mirada fraterna, siempre pendiente de procurar espacios de reconciliación y comunidad, nos llama a reforzar los lazos que construyen el reino de Dios. La vida contemplativa, en suma, nos sigue acercando la luz de la Santa Trinidad para que todo el pueblo de Dios, en camino sinodal, la haga llegar con alegría a todos los rincones de la tierra.
Obispos de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada
¡El Señor les dé la paz!
Con sumo gusto acepto la invitación que me llegó de la Secretaría de la Comisión Episcopal para la Vida Consagrada de España a dirigirles este saludo con motivo de la Jornada Pro orantibus, que se celebrará el próximo día 12 de junio bajo el lema: La vida contemplativa: lámparas en el camino sinodal.
El tema de esta Jornada Pro orantibus pone a la vida contemplativa en plena comunión con el camino que la Iglesia está recorriendo en estos momentos con el sínodo sobre la sinodalidad que se abrió el 9 de octubre del 2021 y se concluirá en octubre del 2023. Un sínodo que tiene como palabras claves “comunión”, “participación”, “misión”; y como objetivo principal el que la Iglesia camine hacia un estilo más sinodal, bien consciente que “sínodo es su nombre”, como ya decía san Juan Crisóstomo.
Sí, la Iglesia es sinodal por naturaleza, como sinodal es la vida consagrada. Es más, esta es por naturaleza un icono de la sinodalidad de la Iglesia, tal vez el más elocuente si sus estructuras —capítulos, consejos, comisiones—, mantienen clara esa dimensión y no se corrompen con la búsqueda y el ejercicio del poder, que nada tienen que ver con el servicio de la autoridad.
La vida contemplativa, por formar parte del gran mosaico de la vida consagrada, no puede renunciar a la comunión con el resto de la vida consagrada
El papa Francisco, en Fratelli tutti, hasta en 34 ocasiones nos invita a “trabajar juntos” (n. 10), “construir juntos” (nn. 8, 30, 230), “soñar juntos” (n. 8), “actuar juntos” (n. 7, 157), “vivir juntos” (n. 31), “sembrar y culti- var juntos” (n. 31), “salvarnos juntos” (n. 32), “caminar juntos” (nn. 113, 129), “comprometerse juntos” (n. 203), “estar juntos” (n. 229), “dialogar y actuar juntos” (n. 282). Por otra parte, nos insiste en que todos estamos en la misma barca y la pandemia lo ha puesto en evidencia más que nunca. El “juntos” es exigencia de sinodalidad, pero es también exigencia de este tiempo “delicado y duro”, como ya lo definía san Juan Pablo II en Vita consecrata (n. 13).
La vida consagrada, en comunión con la Iglesia, y la vida contemplativa, en comunión con el resto de la vida consagrada, no puede hacer a menos de tener en cuenta esta llamada del santo padre a la sinodalidad. No puede renunciar a esos verbos que hemos entresacado de Fratelli tutti y que por ser todos ellos profundamente dinámicos darán dinamismo y fuerza a la vida contemplativa.
Desde el Dicasterio para la Vida Consagrada y Sociedades de Vida apostólica, haciéndonos eco de la llamada del santo padre a caminar hacia una Iglesia con estilo sinodal, invitamos a la vida contemplativa a caminar hacia ese mismo objetivo sin miedo y con creatividad.
Para ello hay que abandonar un estilo de autoridad que se concentra en una sola persona o en unas pocas “elegidas”. Hemos de caminar, de la mano del Evangelio, hacia una autoridad que es servicio y hacia una autoridad que promueva el crecimiento de las personas que le son con- fiadas. Esto supone, entre otras cosas que a quienes les ha sido confiado dicho servicio escuche, acompañe y discierna “junto” con las personas que les han sido confiadas, sabiendo que en ocasiones el Señor revela a los más jóvenes —o a quienes menos cuentan a los ojos de los hombres—, lo que esconde a otros considerados “grandes” e “importantes (cf. san Benito). Se trata del ejercicio de la autoridad con estilo sinodal, contando con todos, pues nadie tiene el monopolio de la verdad.
El ejercicio de la autoridad, si quiere ser sinodal y convertirse en “lámpara” de ese camino para la Iglesia y para el resto de la vida consagrada, dejando de lado para siempre el autoritarismo y el abuso de poder, debe favorecer la participación activa de las hermanas y hermanos en los órganos de decisión tales como el discretorio. Debe crear un clima de confianza que permita a las hermanas y hermanos manifestar abiertamente sus ideas, por contrarias que sean a las ideas de quien ejerce el servicio de la autoridad. En este sentido se deben potencias estructuras como la del discretorio, sabiendo que este está al servicio de la comunidad, o la del capítulo conventual, en el que participan todas las hermanas y hermanos. Hay que favorecer, también reuniones comunitarias de todo tipo: reuniones para elaborar el proyecto de vida comunitario —que no es un simple reglamento— y para revisarlo periódicamente; encuentros de formación; encuentros recreativos. ¡Cuánto ayudan los encuentros re- creativos para crear un clima de confianza y de verdadera fraternidad!
La estructura sui iuris nunca se puede vivir como si de independencia se tratara. Por eso un monasterio debe mantener relaciones fraternas y de colaboración con los otros monasterios, particularmente si son de la misma Orden o de la misma federación. Encerrarse en el propio monasterio, por temor a “contagiarse” podría conducir a la “deriva sectaria” que tanto daño hace a la vida de la Iglesia y a la vida consagrada.
Además de las federaciones o de las congregaciones monásticas, se debe favorecer las “confederaciones” y toda clase de colaboración, manteniendo la fidelidad al estilo propio de cada Orden y a las exigencias de la vida contemplativa. Esta colaboración ha de darse sobre todo en el ámbito de la formación inicial y permanente. Tenemos que decir clara- mente un no a monasterios aislados y, por lo mismo, a monasterios que no formen parte de una estructura de comunión: federación, asociación, congregación monástica. No se puede confundir, como a veces se da, la soledad, uno de los elementos de la vida contemplativa, con el aislamiento.
La vida contemplativa, por formar parte del gran mosaico de la vida consagrada, no puede renunciar a la comunión con el resto de la vida consagrada. Manteniendo lo que le es propio, la vida contemplativa ha de participar, buscando modos apropiados y sin renunciar a lo que le es propio, formas de comunión con el resto de la vida consagrada. También en esto hace falta creatividad.
En este contexto hemos de reafirmar nuestra convicción que la vida contemplativa no puede quedar fuera del proceso sinodal, ya sea formando su propio grupo de reflexión, a nivel de monasterios o de federaciones y congregaciones monásticas, ya sea participando en grupos parroquiales que se reúnen en el monasterio.
En la participación al camino sinodal, los consagrados y los contemplativos y contemplativas tienen una gran misión: la de ser “tejedores de unidad”
Sería un empobrecimiento para ella misma, pero también para la Iglesia local y universal. Y si para la Iglesia es una responsabilidad escuchar a la vida contemplativa, para esta es un deber hacer llegar su palabra a quienes tienen la responsabilidad de llevar a cabo el sínodo. Nuestro Dicasterio ya dio indicaciones precisas al respecto.
En cualquier caso, los contemplativos y las contemplativas nunca podrán olvidar que son “custodios para todos del pulmón de la oración”1, y por ello, cualquiera que sea la forma concreta de participar en el camino sinodal deberán sentirse “ministros de la oración”, que recuerden a todos que sin comunión con Dios no puede haber comunión entre nosotros. La oración, al mismo tiempo que nos abre el apetito de la fe, provocará en nosotros el hambre y la sed de “caminar juntos” en el único camino que tiene un nombre propio: Jesús el Señor, hacia un estilo más sinodal de la Iglesia y de la vida consagrada, en general, y de la vida contemplativa en particular.
En la participación al camino sinodal, los consagrados y los contemplativos y contemplativas tienen una gran misión: la de ser “tejedores de unidad”. Para ello nunca deberán tomar partido por un grupo u otro. Con libertad han de escuchar y con la misma libertad han de decir lo que piensan, siendo sembradores y profetas de esperanza, abiertos siempre a la creatividad que viene del Espíritu.
PARA CONCLUIR
La Iglesia, así como la vida consagrada y contemplativa, son sinodales por sí mismas. Para ellas, la sinodalidad forma parte de su identidad más profunda. El Sínodo de los obispos en acto nos ha dado tres palabras clave para que el proceso sinodal sea posible: comunión, participación y misión. Todas ellas dinámicas. Todas ellas indican un camino que se hace mientras se recorre. El estilo sinodal no es una realidad acabada, sino una realidad en camino. Por ello, tanto para la Iglesia como para la vida consagrada, estilo sinodal y sinodalidad siguen siendo reto, vocación y llamada constante.
En este camino, no exento de dificultades, pero el único recorrible para la Iglesia y para la vida consagrada, solo se podrán dar pasos en la dirección justa si entre todos los miembros de la Iglesia —pastores y laicos— y de la vida consagrada se da confianza. Solo será posible el estilo sinodal y la sinodalidad desde un clima en el que el debate y el diálogo sobre todos los temas propios de la misión eclesial, puedan llevarse a cabo con paz, libertad y honestidad por parte de cada uno de los participantes. Y todo ello, en actitud de apertura al Espíritu Santo, para crear consensos, no mayorías, en la línea de la tradición de la fe.
Este último aspecto es fundamental pues la sinodalidad es un ejercicio de obediencia y docilidad al Espíritu Santo que ayuda a todos los bautizados a discernir realmente lo que viene de Dios y lo que le es conTrario2.
Caminar hacia un estilo sinodal en la Iglesia y en la vida consagrada y contemplativa es una invitación que nos viene de la Iglesia, particular- mente en estos momentos en que hemos entrado en este Sínodo de los Obispos sobre la sinodalidad. Y la Iglesia nos invita a participar todos en un clima de oración y conversión, con entusiasmo, creatividad y parresia. Esto es lo que se espera de todos y en concreto de los consagrados. Sed lámparas en el camino sinodal. “¡Manos a la obra!” (Ag 2, 4).
+ Mons. Rodríguez Carballo, OFM
Arzobispo Secretario de la CIVCSVA
1 FRANCISCO, exhortación apostólica Evangelii gaudium, n. 262.
2 FRANCISCO, Evangelii gaudium, n. 119.