Bodas de plata sacerdotales
“El sigilo sacramental me parece una delicia”
Fr. Ismael Medina Díez, presbítero natural de León, celebra en este año sus Bodas de Plata en la diócesis de Granada. Se confiesa como un enamorado del sacramento de la Reconciliación, algo que nos recuerda la importancia de la acción litúrgica de la Iglesia dentro de la campaña #Hazmemoria.
Ordenado en Madrid, este sacerdote capuchino ha vivido su ministerio en ciudades como Gijón, Zaragoza o Logroño antes de recalar en nuestra diócesis. Desde hace un año está destinado en la iglesia de la Inmaculada, al calor de la devoción del beato Fray Leopoldo de Alpandeire.
“Mi vocación al sacerdocio fue como secundaria”, explica Medina. “Todo nació con mi deseo de ponerme al servicio dentro de la orden capuchina. Solo después fue acompañándome esa necesidad de estar cerca de la gente y surgió la vocación”.
En este cuarto de siglo como sacerdote, asegura que ha ido madurando en la imagen que tenía de su vocación. “Cuando me ordené tenía igual una idea muy centrada en el estar con la pastoral juvenil, entregado a los jóvenes, participando de todo el jolgorio”, reconoce. “Ahora me veo mucho más cercano de todo el mundo, también de las personas adultas, en relaciones más personales. He ido saliendo un poco de los grupos para ir más al encuentro de las personas concretas”.
UNA CERCANÍA SACRAMENTAL
Una de las preocupaciones que atañen a Fr. Ismael es que la Iglesia puede alejarse a veces de la realidad dentro de su misión. “Estamos super alejados de la realidad. Te das cuenta de ello cuando tratas con cada persona. Si no conectas con la persona podemos estar hablando desde la ideología y no estamos evangelizando. No se tata de pensamientos, sino de personas”.
Para él, el sacerdocio es sinónimo de cercanía. Es un poder estar más profundamente próximo a los demás. Por eso se confiesa como un enamorado del sacramento de la Reconciliación. “Para mí es fundamental acompañar el dolor de tantas personas que están sufriendo y que están sufriendo. Me parece fundamental el sanar dolores y el restañar heridas”.
Asegura que se siente particularmente agradecido del milagro del sigilo sacramental, como una tradición a la que se ha mantenido siempre fiel la Iglesia. “El hecho de que puedan venir a ti con esa tranquilidad, de saber que tú no vas a decir nada, en un mundo en el que todo se chismorrea. Me parece una delicia y una suerte”, afirma. “Hasta los no tan no tan creyentes y no tan practicantes saben que es algo que está muy arraigado”.
Ignacio Álvarez