Teología de los sacramentos
La realidad sacramental
La realidad es intrínsecamente simbólica (se la podría llamar “sacramental” en un sentido muy amplio). Por eso, nuestra relación con Dios, en los momentos más significativos de la vida de fe, se activa de manera sacramental (en sentido estricto del término). Si las cosas son así, los sacramentos no pueden ser ritos con los que “comprar” a Dios. Son dones de Dios a las personas que se reciben al celebrarlos.
SACRAMENTOS PARA LAS PERSONAS
La esencia de los sacramentos consiste en manifestar mediante signos sensibles el misterio oculto de Dios, en anunciar al mundo la participación de Dios en el drama de la historia y en anunciar en el reino de las cosas visibles al Invisible, mostrando el camino hacia Él.
Cuando ese anuncio se verifica a través de signos sensibles, se llama a esos signos sacramentos, palabra en la que se conjugan hoy dos significados: el de misterio y el de señal.
De aquí se deriva una consecuencia básica: los sacramentos no son ritos para agradar a Dios y conseguir así algo de Él. Esa es la comprensión pagana del culto que perdura en algunas personas. Pero esa comprensión contradice un axioma básico de la teología clásica: “sacramenta propter homines”: los sacramentos son para los hombres (no para Dios quien, según otro axioma de la teología clásica, “no está ligado a los sacramentos”). Los sacramentos son símbolos que nos expresan y nos comunican la dimensión más honda de la relación de Dios con nosotros y de nuestra vida con Dios.
Y esa dimensión es doble: Dios es nuestra condición de posibilidad (“en Él vivimos, nos movemos y existimos”), pero además Dios ha querido dársenos amorosamente y ese Amor acabará triunfando y realizándose, por lo menos al final de la historia. Los sacramentos no son ritos para agradar a Dios y conseguir así algo de Él.
SACRAMENTO Y RITO
La diferencia básica entre el sacramento y el rito es que a éste, aunque no nos signifique nada, se le atribuye un poder particular para volver propicia a la divinidad, mientras que el sacramento actúa a través de su significado y de lo que simboliza (con otro axioma clásico: “sacramenta significando causant”). Porque, en el sacramento, el símbolo no es algo diferente de la realidad simbolizada, sino la forma de aparecer de ésta. Entre los humanos es normal que los grandes símbolos acaben ritualizándose muchas veces: un beso de llegada o despedida es un mero rito cortés que deriva de un símbolo muy expresivo pero que en el rito se ha trivializado. Esto ha ocurrido también con frecuencia en los sacramentos: unas veces (en sociedades más creyentes) por la rutina de la repetición.
Otras veces (en sociedades más paganas) por la presencia en bodas y bautizos, de personas a las que la dimensión simbólica creyente de los gestos no les dice –ni les importa– nada; y acuden allí sólo para celebrar un evento social. Esto deja planteada la pregunta de si, para recuperar la dimensión significativa de los sacramentos, no sería imprescindible reinstaurar una cierta “disciplina” que permitiese vivir auténticamente los símbolos.
Al decir que los sacramentos actúan “al significar”, no se está negando la otra tesis de la teología clásica conocida como “opus operatum”: los sacramentos actúan por sí mismos, por lo que hacen. Esta tesis mal entendida contribuyó sin querer a una comprensión mágica de los sacramentos.
Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano