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Cultura
22 de mayo de 2022
Nº 1423 • AÑO XXX

Biblia

Ana y Simeón, una vejez llena de esperanza

Simeón, un anciano justo y religioso, y Ana, viuda y profetisa, dedicaron su vida a la oración mientras esperaban al Mesías. 

Estos dos personajes, que parecen pasar a un segundo plano en la narración bíblica, donde solo aparecen una vez (Lucas 2,22-39), en el curso de un encuentro inesperado, son sin embargo figuras esenciales en torno al nacimiento de Jesús. Avisado por el Espíritu Santo de que no moriría antes de ver el cumplimiento de la promesa mesiánica, Simeón acude al Templo de Jerusalén en el momento de la presentación del Niño Jesús por sus padres. Aquel que había "meditado en la Promesa durante toda su vida con un corazón ferviente y recto (...) estaba claramente por delante de los demás en la comprensión de las cosas invisibles. Vio más lejos y más profundo", explica el padre jesuita Claude Flipo en Hommes et femmes du Nouveau Testament.

Reconociendo inmediatamente el cumplimiento de la promesa en el primogénito, al que se apresura a tomar en sus brazos, Simeón entona entonces un himno de acción de gracias, el Nunc dimittis, que cierra con una profecía dirigida a María, anunciando el sufrimiento que padecerá a causa de este niño. A lo largo de este pasaje del Evangelio, Simeón no solo es el "hombre justo y piadoso" descrito por Lucas, sino que se distingue de todos los demás que "aguardaban la liberación de Israel" (v. 38) por tener una gracia única, la de ser de los primeros en saber que la intervención de Cristo era inminente y cambiaría definitivamente la historia.

La historia ha conservado menos rastros de la profetisa Ana. Solo se le dedican tres versos en el relato bíblico (v. 36-38). Si Lucas precisa su nombre, su filiación -es galilea, "hija de Fanuel, de la tribu de Aser" (v. 36)- y su edad -excepcionalmente avanzada para la época-, 84 años, no da más indicaciones sobre ella que su temprana viudez, y su gran piedad: "No se apartaba del templo, sirviendo a Dios con ayunos y oraciones noche y día" (v. 37). Tras la oscura profecía de Simeón, el personaje de Ana llega como un rayo de luz: es una especie de apóstol, antes de la carta, que difunde a su alrededor la noticia de la llegada del Mesías y de la inminente liberación de Israel.

¿CUÁL ES SU RELACIÓN?
Aunque el texto no especifica si se conocían antes de acudir al Templo, parece que forman un vínculo inextricable de complementariedad. "A imagen de lo que hará más tarde, por ejemplo, resucitando a un niño y a una niña (Lucas, 8), Cristo, desde su advenimiento, restablece el vínculo entre el hombre y la mujer en todas las edades posibles de la vida", explica el padre Philippe Lefebvre, dominico, profesor de Sagrada Escritura en la Universidad de Teología de Friburgo (Suiza) y autor de Brèves rencontres, vies minuscules de la Bible.

La profetisa Ana.

Unidos no por el sacramento del matrimonio, sino por un proceso común, el de haber ido al Templo al mismo tiempo y el de llevar una esperanza que les viene de muy lejos, del tiempo de los profetas, como se proclama en el libro de la Consolación (Isaías 40-55), Ana y Simeón invitan, con su presencia, a mirar la vejez de una manera muy especial.

"Lucas no afirma que Simeón es viejo, pero lo da a entender al subrayar su proximidad temporal a la muerte", dice el padre Lefebvre. La representación de Rembrandt de Simeón en su cuadro El anciano Simeón con el Niño Jesús en el Templo, hacia 1669, muestra su rostro arrugado enmarcado por una larga barba blanca, en línea con la representación que parece prevalecer en la conciencia colectiva. Por su avanzada edad, "estos dos personajes dan testimonio de una fuerte experiencia humana y están impregnados de la palabra de Dios en su vida cotidiana: han meditado los textos y saben hacia dónde van sus expectativas", prosigue el padre Lefebvre.

¿EN QUÉ SENTIDO SON FIGURAS DE EXPECTATIVA?
Como primeros testigos ajenos al círculo familiar de Jesús que reconocen a Cristo Rey, tal y como exige la Ley (Deuteronomio 19,15), Ana y Simeón aparecen como los últimos vigilantes de la Antigua Alianza. La culminación de esta vida de espera alcanza su punto álgido cuando Simeón pronuncia las palabras del Nunc dimittis: "Porque mis ojos han visto a tu Salvador, a quien has presentado ante todos los pueblos: luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel" (v. 30-32). El propio vocabulario remite a las palabras de los profetas (Isaías 40-55), como un puente entre las dos épocas. Simeón, "cuyo nombre significa 'Dios ha escuchado', personifica la antigua expectativa de Israel, extendida desde Abraham hacia el cumplimiento de la promesa", señala el padre Flipo en su libro.

En los albores del siglo I, la expectación era máxima entre los fieles del pueblo de Israel, que vivía graves disensiones políticas y religiosas: una parte de la comunidad judía había abandonado el Templo porque el sacerdocio ya no les convenía, y Herodes el Grande estaba bajo ocupación romana. Al igual que José y María, Ana y Simeón son presentados como figuras principales de este movimiento de expectación, que solo se concretará realmente mediante la muerte sacrificial de Cristo, que traerá consigo "la recuperación de muchos" (v. 34) en Palestina. "Ya Simeón ve en (Jesús) el cordero del sacrificio, el que, entregado en manos de los hombres, revelará con su inocencia los pensamientos más íntimos de muchos corazones", continúa el padre Flipo, mientras que el anciano se dirige a María en estos términos: "Y a ti misma una espada te traspasará el alma" (v. 35). "Un gesto violento, doloroso, pero vital, que también simboliza el discernimiento y el compartir", comenta el padre Lefebvre.

¿QUÉ NOS DICE ESTO SOBRE NUESTRAS EXPECTATIVAS ACTUALES? 
En el mundo que nos rodea, exaltado por la aceleración y el estrés, "y que no parece esperar más que el fruto decepcionante de su propia agitación, (...) la figura de Simeón nos resulta preciosa", señala el padre Flipo. "Nos recuerda que vamos hacia la Promesa, hacia el bendito encuentro con quien está en el origen y en el final de nuestra historia".

Malo Tresca
Publicado en https://es.la-croix.com/ (19 de mayo de 2022)