Entrevista al nuevo Vicario del Clero
“La vida sacramental no agota la dimensión del ministerio sacerdotal”
Entrevistamos al nuevo Vicario Episcopal para el Clero, D. Antonio Jesús Pérez Martínez, párroco de San Agustín y de San Juan de Letrán. Profesor de eclesiología y mariología en el Instituto Lumen Gentium.
-¿Para qué sirve la Vicaría del Clero?
Yo pienso que una de la más importante de la vida diocesana porque ayuda al obispo a hacer una de las tareas fundamentales que el ministerio episcopal desempeña, que es precisamente el cuidado de la comunión con los sacerdotes, porque el sacerdote prolonga el ministerio episcopal a todos los rincones de la vida de la diócesis.
Se trata de que esa relación de comunión y de fraternidad fluya, sea constante, cotidiana, y una relación de cuidado una relación de atención a los más necesitados, a los sacerdotes más débiles que más lo necesitan, el clero joven y el clero mayor.
-¿Qué necesitan los sacerdotes de la figura del Vicario del Clero?
Yo creo que lo que más necesitan es cercanía, presencia y escuchar lo que cada uno puede tener en el corazón. Luego también es importante orientar, tanto en la formación espiritual como en la formación intelectual. Una de las cosas importantes que hace la Vicaría del Clero es facilitar una formación permanente en la vida del sacerdote. Siempre tenemos que estar al día, no como si fuésemos funcionarios, sino para profundizar en los misterios de Cristo.
Los sacerdotes tienen que estar con el pueblo, tienen que participar de la vida de la gente.
Nosotros nos enriquecemos, ahondando en el misterio de la fe. Nos formamos para darle esa profundidad de la divina Revelación a nuestros fieles, que necesitan que les acompañemos en este proceso de encuentro con el Señor. Otra tarea es también la de facilitar el encuentro personal con el Señor. A través del desarrollo de la dimensión espiritual de la vida del sacerdote, proporcionando tandas de ejercicios, realizando retiros…
Yo como sacerdote sé que lo que más valoras es sentir esa presencia, esa cercanía, el sentir que te cuidan, que el obispo, que es padre, se acerca a través de la figura del Vicario para mostrar que tu vida no es ajena al corazón del obispo.
-¿Cómo se cuida esta comunión entre los sacerdotes por la que tiene que velar como Vicario?
Fundamentalmente, haciéndonos caer en la cuenta de lo que ya somos. Nosotros somos hermano sacramentalmente, por el sacramento del Orden. Entonces se trata de ayudarnos mutuamente siendo diversos.
La diversidad es lo que facilita la comunión. Si no hay diversidad, no hay comunión. Entonces tenemos que, siendo diversos, reconocernos los unos en los otros. Eso se fomenta mediante convivencias, comidas, ratos de oración o de retiro, creando espacios donde se pueda vivir la comunión. Luego cada uno, en su parroquia o desde la tarea que se le encomienda, se siente parte. No siente que está haciendo algo distinto, sino que todos realizan la misma tarea que nos encomienda la Iglesia que es anunciar a Jesucristo.
Creo que el reto que tenemos durante estos cuatro años es crear esos espacios de comunión.
-¿Cuáles cree que son los problemas más importantes que acucian hoy al sacerdote?
Hay varios factores que influyen en la vida sacerdotal. Una es la de la dispersión en el ejercicio del ministerio. Hay pocos sacerdotes y los que estamos tenemos que ocuparnos de muchas tareas.
Hay algo que es fundamental en la vida del sacerdote y que a veces lo obviamos. Los sacerdotes tienen que estar con el pueblo, tienen que participar de la vida de la gente. Cuando uno tiene tantas cosas que atender se concentra solo en la actividad sacramental, que es lo que la gente te requiere de primera mano, pero eso no agota la dimensión de la vida sacerdotal. Es verdad que hay que desarrollar los ministerios laicales, pero el sacerdote tiene que estar en medio del pueblo. Si no escucha a Dios para escuchar al pueblo, como dice el Papa Francisco, ni escucha al pueblo para escuchar a Dios, su tarea de la celebración sacramental sería una tarea a la que le faltaría lo fundamental, que es vivir y hacer la experiencia de la comunión del pueblo fiel de Dios.
Por otro lado, también es cierto que hay como una especie de dispersión interior. Vivimos en una sociedad muy fragmentada. Nosotros somos hijos de nuestro tiempo y a veces la unidad de vida cuesta. Podemos ayudarnos entre nosotros al darnos cuenta de que somos sacerdotes las veinticuatro horas del día, no en un momento puntual.
En una sociedad tan globalizada como esta en la que estamos, yo observo que quizá la comunión se vive de forma más raquítica que quizás en otra época de la vida de la Iglesia. En una sociedad hiperconectada tal vez podemos vivir la soledad y el aislamiento de manera más cruel todavía. Por eso la importancia de cuidar esos espacios de comunión.
-¿Qué retos cree que debe afrontar como nuevo Vicario Episcopal del Clero?
Son cuatro años los que vienen por delante y yo creo que el único reto precisamente es ponerme al servicio de los sacerdotes y del obispo en lo que me reclamen.
Creo que el reto que tenemos durante estos cuatro años es crear esos espacios de comunión, fomentar mucho la comunión entre nosotros, fomentar también una formación espiritual e intelectual seria. Una formación que podríamos llamar recia, pero no porque dependa de una mejora de la calidad, sino porque hay un deseo grande de ir juntos hacia Dios. El Sínodo no está ayudando a cada uno de nosotros a ver que juntos tenemos que ir a Dios.
Ignacio Álvarez