Domingo de Pascua
“La Resurrección de Cristo hace posible la acogida de Cristo en nuestra vida”
Homilía en la Eucaristía del Domingo de Resurrección en la S.I Catedral el 17 de abril de 2022, con la participación de la rama infantil del Señor de la Humildad, conocida como los Facundillos.
¿A que esta mañana es bonita? Podría no serlo. Pero el Señor nos ha regalado hoy una mañana en la que puede uno intuir, como vislumbrar, lo que significa Jesucristo, lo que significa la Pascua, lo que significa una vida iluminada por Cristo. Este día es el día más importante de la Semana Santa. La gente piensa que es el Viernes Santo, pero eso no refleja la fe cristiana. El Viernes Santo es Viernes Santo. La Semana Santa es Semana Santa, porque termina en la Resurrección. Si no, la muerte de Jesús sería una de tantas muertes. Hoy, en Ucrania y en tantas partes del mundo mueren inocentes. Inocentes que son fruto de la injusticia o de las ansias de poder de los hombres. De la avaricia de los hombres. Desde niños que mueren antes de nacer, hasta personas de todas las edades con las que se trafica, o se trafica con sus órganos: el mundo está lleno de dolor y de sufrimiento.
Pero, porque Cristo ha vencido a la muerte, por este Acontecimiento único, que sólo es comparable a la Creación; la Creación entera empieza todos los años con la Resurrección de Jesús. Hoy es el primer día de la Creación. Lo es para nosotros. Para cada uno de nosotros puede serlo. Basta con acoger al Señor en nuestras vidas. En realidad, cada mañana puede ser, para quien conoce a Jesucristo, el día primero de la Creación sin necesidad de que nos olvidemos del horror de tantas cosas en la historia, a veces de tantas cosas en nuestra propia historia. Pero ese horror es lavado como yo os decía cuando asperjaba vuestras cabezas con agua bendita. El Señor quiere lavarnos por dentro y hacernos renacer por dentro. Y empezar de nuevo.
Porque Cristo ha resucitado, un nuevo comienzo es siempre posible, siempre. Y el amor del Señor y la luz del Señor quiere llegar a todos. No está en función de lo buenos que seamos, pobres de nosotros. Si fuera así, Dios no sería Dios y no valdría la pena creer en Él. Si nosotros tuviéramos que medir el amor de Dios por nuestro amor, estamos perdidos todos. ¿No? Dios -así lo dijo el Señor- hace llover sobre justos e injustos, hace salir el sol sobre buenos y malos. Todos, todos somos pecadores y todos somos objeto de un amor infinito, sin límites por parte de Dios. Por eso, la vida es bonita siempre. Sabemos que suceden muchas cosas horribles y sabemos que hay muchas cosas que no son tan horribles, pero son muy dolorosas en nuestra vida. Pero el amor de Dios es más grande, más fuerte, más poderoso. Nosotros no somos capaces de este mal, de extirpar el mal y las raíces del mal de nuestro corazón. Pero Dios es capaz. Dios es capaz de amarnos sabiendo que no lo merecemos. Pero ahí se revela Dios como Dios. Por eso, esta mañana celebramos el comienzo de la Creación. Ciertamente para nosotros, como si acabáramos de nacer. Mejor dicho, es que acabamos de nacer. Si el Señor nos diera poder comprender un poquito de estos motivos tan grandes que tenemos para la alegría, estos motivos tan grandes que tenemos para amar un poquito más cuando el amor se cansa, para amar un poquito más, cuando parece que no hay fuerzas para ello; para amar un poquito más y un poquito mejor cada día. Porque Tú nos amas con un amor sin condiciones, que no se cansa, que no se fatiga, que no envejece. Porque Tú nos llamas a una vida eterna e inmortal, a la vida divina.
La acogida de Cristo en nuestra vida hace florecer, hace germinar. A veces chiquitita, pero es una planta que nace, hace germinar una alegría que nada ni nadie tiene el poder de destruir.
Mis queridos hermanos, recuerdo yo, de la época de cuando yo era estudiante y estudiante universitario, un historiador de los primeros siglos cristianos, no creyente, que decía ver el nacimiento del cristianismo y cómo se extendió, porque fue una explosión de alegría en un mundo que no tenía alegría. Fabricaba muchas alegrías, como nuestro mundo también las fabrica, pero son alegrías falsas. Todos sabemos que son alegrías que no duran, que no sosiegan el alma y el corazón, que no nos introducen en una vida nueva, en una luz nueva. La Resurrección de Cristo hace posible la acogida de Cristo en nuestra vida, de Cristo vivo, que ha vencido a la muerte, que Te ama ahora, en este mismo instante, con un amor infinito.
La acogida de Cristo en nuestra vida hace florecer, hace germinar. A veces chiquitita, pero es una planta que nace, hace germinar una alegría que nada ni nadie tiene el poder de destruir; que no depende de los hallazgos de los hombres, de los avances de la tecnología, de las teorías o del poder de los poderosos, porque nadie es más fuerte que el amor de Dios. Eso es lo que proclamamos cuando somos cristianos. Nadie es más fuerte que el amor con el que Dios me ama a mí, que no lo merezco, con el que Dios nos ama a cada uno de nosotros, con el que Dios llama, ama a vuestros hijos, a vuestros pequeños, que tenéis aquí y los amará siempre, siempre. Yo sé que los padres os preocupáis porque tengan una vida bonita, porque puedan crecer en un ambiente bueno, porque puedan conseguir ser alguien en la vida. Son alguien, siempre, porque el Señor los ama infinitamente y nunca va a dejar de quererlos, nunca va a dejar de querernos. Esa es la alegría de la Pascua.
Cuando yo os digo Felices Pascuas, os digo que quisiera que pudierais participar de esta belleza y de esta alegría que nos permite además la afirmación de la alegría que brota de la luz de Jesucristo. Permite amar y reconocer toda belleza en el mundo creado, todo bien, toda verdad, todo amor verdadero. Porque todo eso nace de Dios y no me refiero a la belleza que hay en los museos. Me refiero a la belleza de una vida de hermanos en la que podemos tratarnos como hermanos, confiar unos en otros como hermanos, sabiendo que a veces falla esa confianza, que somos frágiles, que metemos la pata, que traicionamos como traicionaron Judas y Pedro, los dos traicionaron al Señor. Y sin embargo, Su amor es siempre más grande, no se deja vencer por ninguna traición, por ninguna.
Dios mío, Te damos gracias por la luz de esta mañana. Te damos gracias porque nazca el sol todos los días, signo del triunfo de Tu amor. “Lucharon vida y muerte en singular batalla, y muerto el que es la vida triunfante se levanta”. Es el triunfo de Tu amor sobre todas las fuerzas de la oscuridad, sobre todas las fuerzas del mal, grandes o pequeñas, las que hay en nosotros y en el mundo entero. Y por eso, tu luz brilla Señor. Y por eso es tan razonable decir: ¡Feliz Pascua! Y feliz Pascua es feliz vida. Dios te ama, Dios me ama. Es lo que más cuesta creer, que Dios pueda quererme, que Dios pueda querernos. Dios Te ama a Ti, seas quien seas. Dios nos ama a cada uno y nunca dejará de amarnos. Mientras haya una persona (hacen falta dos) que anuncie esto, que puedan experimentar esto en la vida, el mundo no está perdido. La única esperanza del mundo es el amor infinito de Dios, que está en medio de nosotros. Está esta mañana aquí. Simplemente, hoy lo celebramos más fuerte, porque tomamos conciencia de lo que significa.
Que el Señor nos conceda siempre el poder vivir en ese Cielo radiante bajo el sol de Tu amor.
Que así sea para cada uno de nosotros, para todas las personas que queremos, para nuestra ciudad, para todos los pueblos del mundo, para Ucrania, para Rusia, para todos los hombres que vivimos en el mismo mundo y somos hijos de Dios.
Escuchar homilía
+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada
17 de abril de 2022
S.I Catedral