#Hazmemoria
La educación, el mejor servicio al bien de todos
La iglesia es transmisora de vida cuando educa. No se trata de transmitir conocimientos, sino de hacer crecer personas libres, conscientes y responsables, que sean un reflejo del amor encarnado en Jesucristo.
La educación es el mejor servicio que se puede prestar a la sociedad y, de hecho, es la base del progreso humano, tanto personal como comunitario. El mundo avanza cada paso sobre el conocimiento que ha sido recogido y compartido por las generaciones anteriores hasta nuestros días y ahora somos nosotros los que contribuimos a ese progreso con la educación.
Consciente de su importancia, la Iglesia se implica desde hace siglos creando instituciones educativas en todos los niveles, desde la tierna infancia hasta la enseñanza universitaria o profesional y la formación de adultos. Numerosas congregaciones y organizaciones de la Iglesia tienen en su carisma la educación en cualquiera de sus formas: salesianos, hermanos de La Salle, maristas, escolapios y un sinfín de otras organizaciones se involucran en la construcción de una sociedad más justa y más fraterna a través de la educación.
Para la Iglesia, la educación no es simplemente la transmisión de conocimientos. Las congregaciones religiosas y todos los cauces educativos creados en la Iglesia hacen visible que enseñar en la Iglesia tiene mucho que ver con formar a cada persona desde el corazón, desarrollando sus capacidades, su inteligencia y voluntad, promoviendo personas libres, capaces de buscar el bien y de elegirlo para su vida.
Miles de colegios en España se inspiran en este modelo y procuran implicar a los alumnos, a las familias y a las otras instituciones sociales, culturales y religiosas en esta educación que resulta esencial. Los colegios inspirados por el humanismo cristiano proponen un modo concreto de ser persona que es el de Jesús, el hijo de Dios hecho hombre. En él se encuentran los rasgos que esos centros proponen a los alumnos y que son los propios de la identidad cristiana: la amistad social, la cercanía con los que sufren, la opción por los pobres, el respeto a la dignidad humana, el servicio al bien común, el cuidado del entorno y tantos otros valores y virtudes que deben ser señas de identidad de los cristianos.
Aunque los resultados de la educación se ven en el futuro los esfuerzos para conseguir esos frutos se realizan en el presente. En ello trabajan decenas de miles de profesores que conocen los fines del proyecto educativo y empeñan dedicación y esfuerzo conscientes de que los alumnos bien educados hoy harán posible una sociedad más humana mañana.
PROFESORES DE RELIGIÓN
En la vida no siempre lo eficaz es exitoso y viceversa. Tengan paciencia, mejor, esperanza. No olviden que la clave de toda obra buena está en la perseverancia y en ser conscientes del valor del trabajo bien hecho, independientemente de sus resultados inmediatos.
Por lo tanto, en el nuevo pacto educativo, la función de los docentes, como agentes de la educación, debe reconocerse y respaldarse con todos los medios posibles.
La educación básica hoy es un ideal normativo en el mundo entero. Los datos empíricos que ustedes, señores académicos, comparten, indican que se ha progresado en la participación de los niños y niñas en la educación. La matriculación de los jóvenes en la educación primaria es hoy casi universal.
Cada generación debería reconsiderar cómo transmitir sus saberes y sus valores a la siguiente, ya que es a través de la educación que el ser humano alcanza su máximo potencial y se convierte en un ser consciente, libre y responsable. Pensar en la educación es pensar en las generaciones futuras y en el futuro de la humanidad; por lo tanto, es algo que está profundamente arraigado en la esperanza y requiere generosidad y valentía.
Al fomentar el aprendizaje de la cabeza, del corazón y de las manos, la educación intelectual y socioemocional, la transmisión de los valores y las virtudes individuales y sociales, la enseñanza de una ciudadanía comprometida y solidaria con la justicia, y al impartir las habilidades y el conocimiento que forman a los jóvenes para el mundo del trabajo y la sociedad, las familias, las escuelas y las instituciones se convierten en vehículos esenciales para el empoderamiento de la próxima generación. Entonces sí, no se habla ya de un pacto educativo roto. El pacto es este.
#HazMemoria de la Conferencia Episcopal Española