Orientaciones para la acogida migratoria
"Todos somos peregrinos en esta tierra"
Este 24 de marzo el Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, desde su Sección Migrantes y Refugiados, publicó orientaciones pastorales para hacer crecer la cultura del encuentro y favorecer una Iglesia siempre más inclusiva frente al fenómeno migratorio. “Acoger, proteger, promover e integrar” son las actitudes fundamentales hacia los migrantes, según el Papa.
“Orientaciones sobre la pastoral migratoria intercultural”: ese es el título del documento que hoy, jueves 24 de marzo, difundió la Sección Migrantes y Refugiados del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral. El texto, que cuenta con un prólogo del Papa Francisco, consta de 24 páginas, con un desarrollo de buenas prácticas, que la Iglesia ya implementa, y ponen de relieve las oportunidades interculturales vinculadas a los fenómenos migratorios actuales.
En siete capítulos, el volumen analiza los desafíos que emergen del escenario migratorio contemporáneo, siempre más global y multicultural, de “reconocer y superar el miedo” al “considerar los migrantes una bendición”. Promover el encuentro, uno de los desafíos presentados en las “Orientaciones”, significa poner en práctica la comunión de la diversidad.
“La presencia de migrantes y refugiados pertenecientes a otras creencias, o no creyentes, representa una nueva oportunidad misionera para nuestras comunidades cristianas, llamadas a construir puentes a través del testimonio y la caridad”, expresa el comunicado de prensa de la Sección. Allí también se recogen las declaraciones del sacerdote scalabriniano, Fabio Baggio, Subsecretario de la Sección Migrantes y Refugiados, para quien las nuevas Orientaciones “nacen de la experiencia de las Iglesias locales y se les devuelve con algunas iluminaciones magistrales”.
El documento propone acciones como aprender de las diferentes tradiciones, promover la apreciación intercultural o invitar a los fieles a asistir a diferentes celebraciones para apreciar la riqueza de la espiritualidad y tradiciones católicas
En el prefacio, Francisco insiste en la llamada “al compromiso de fraternidad universal”, porque “estamos todos en la misma barca” y recuerda, como se lee en el mensaje para la Jornada 2021, que “en el encuentro con la diversidad” y en “el diálogo que puede surgir, se nos da la oportunidad de crecer como Iglesia, de enriquecernos mutuamente”.
NOS DIVIDEN NACIONALISMOS AGRESIVOS Y EL INDIVIDUALISMO
De acuerdo con el Papa, en los momentos de mayor crisis, como ahora por la pandemia y las guerras que estamos presenciando, los nacionalismos cerrados y agresivos (Fratelli tutti, 11) y el individualismo radical (Fratelli tutti, 105) resquebrajan o dividen el nosotros, tanto en el mundo como dentro de la Iglesia.
El precio más elevado, afirma el Santo Padre, lo pagan quienes más fácilmente pueden convertirse en los otros: los extranjeros, los migrantes, los marginados, que habitan las periferias existenciales. Francisco remarcó que estas propuestas apuntan precisamente a un nosotros cada vez más grande, referido tanto a la comunidad humana como a la Iglesia.
UNA IGLESIA SIN DISTINCIONES
Estas orientaciones, escribe el Obispo de Roma, “nos invitan a ampliar la forma en que experimentamos ser Iglesia” y "nos impulsan a ver la tragedia del desarraigo prolongado y a acoger, proteger, integrar y promover a nuestros hermanos y hermanas y a crear oportunidades para cooperar hacia la comunión".
También nos invitan a “vivir un nuevo Pentecostés en nuestros barrios y parroquias, tomando conciencia de la riqueza de su espiritualidad y de sus vibrantes tradiciones litúrgicas”.
[Se trata también de una oportunidad para vivir una Iglesia auténticamente sinodal, en camino, no asentada, nunca satisfecha, sino de una Iglesia que “no hace distinción entre autóctonos y extranjeros, entre residentes y huéspedes”, pues todos somos peregrinos en esta tierra ]
“VIVIR NUESTRA CATOLICIDAD”, UN DESAFÍO
Uno de los retos que plantean las Orientaciones se inscribe en una tendencia a “una uniformidad prefabricada” y a una “retórica nacionalista”, que está presente en algunas comunidades locales y es incompatible con el verdadero significado de la Iglesia, que es por naturaleza universal, al estar integrada por personas de diferentes idiomas y tradiciones.
Estas propuestas apuntan precisamente a un nosotros cada vez más grande, referido tanto a la comunidad humana como a la Iglesia
Este comportamiento, se lee en el texto, genera divisiones y pone en peligro los esfuerzos llevados a cabo para promover “una auténtica expresión de la comunión universal de la Iglesia”. Por tanto, la Iglesia, sostiene el texto, está llamada a concebir la multiplicidad de sus miembros como una riqueza que hay que apreciar y una oportunidad que se le brinda para ser cada vez más “católica” y también como un don que hay que celebrar “con liturgias dinámicas y respetuosas de las diferentes tradiciones culturales”, afirman.
El documento propone acciones como: aprender de las diferentes tradiciones; promover la apreciación intercultural a través de una “comunicación creativa”, garantizar la presencia de espacios adecuados para la celebración de la liturgia o invitar a los fieles a asistir a diferentes celebraciones para apreciar la riqueza de la espiritualidad y tradiciones católicas.
También se ruega a las Conferencias Episcopales que, ante el gran número de migrantes y peregrinos que existen en la actualidad, encomienden a un sacerdote en calidad de delegado o a una Comisión especial establecida para promover una pastoral específica dirigida a los fieles de diferentes grupos étnicos, que, a su vez, se dedique al estudio y la dirección de todo lo relacionado con su asistencia espiritual.
Orientaciones sobre la pastoral migratoria intercultural
Compartimos un extracto del documento del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral, que cuenta con un total de siete puntos llamados a ser una ayuda al problema de los millones de desplazados, cuya problemática se ha intensificado desde la guerra en Ucrania.
RECONOCER Y SUPERAR EL MIEDO
El miedo es un compañero habitual durante los viajes que emprenden los seres humanos y las comunidades hacia situaciones y contextos nuevos. Es comprensible que Egipto, que representa lo desconocido, asustara a Jacob, a pesar de las numerosas promesas de que todo saldría bien. Ojalá que ese miedo, que podría generar percepciones negativas y una oposición al encuentro con el otro, no alcance proporciones desmesuradas, sino que se analice debidamente y se pueda superar gracias a la intervención siempre presente de Dios.
Una percepción negativa de los migrantes y refugiados impide acoger eficazmente a muchos hermanos y hermanas vulnerables, en movimiento. Percepciones erróneas sobre la amenaza que constituyen los extranjeros para la seguridad política y económica, generan a menudo un sentimiento de miedo entre las comunidades locales, que se traduce en el miedo al otro, incluidos los migrantes y refugiados, y esto fomenta actitudes intolerantes y xenófobas.
La Iglesia católica está llamada a ayudar a las comunidades locales a comprender correctamente el fenómeno de la migración y a garantizar un adecuado espacio de encuentro mutuo. Esto se puede realizar a través de una serie de acciones tales como:
1. Afrontar los miedos de las personas y ayudarles a superarlos, mejorando sus conocimientos sobre los migrantes y los refugiados, sus historias, las causas profundas y los efectos de su migración.
Por ello es tan necesario, con la ayuda de los agentes sociales y pastorales, dar a conocer a las poblaciones autóctonas los complejos problemas de las migraciones y contrarrestar los recelos infundados y los prejuicios ofensivos hacia los extranjeros.
2. Invitar a los medios de comunicación a difundir las buenas prácticas de acogida y hospitalidad, así como historias de migrantes y refugiados que contribuyen con éxito al desarrollo humano integral de las comunidades de acogida.
Los medios de comunicación social, en este campo, tienen un papel de gran responsabilidad: a ellos compete desenmascarar estereotipos y ofrecer informaciones correctas, en las que habrá que denunciar los errores de algunos, pero también describir la honestidad, rectitud y grandeza de ánimo de la mayoría.
3. Adoptar un lenguaje positivo en el discurso público sobre migrantes y refugiados y difundir argumentos sólidos, basados en investigaciones, contra una falsa representación de su persona.
Los medios de información tienen un rol importante en la formación de la opinión pública y una gran responsabilidad en el uso correcto de la terminología, en
particular en lo referente a refugiados, solicitantes de asilo, y otras formas de migración.
4. Promover la empatía y la solidaridad con los migrantes y refugiados, para que se les reconozca como hermanos y hermanas con igual dignidad y puedan ser coprotagonistas en la construcción de un nosotros cada vez más grande en la sociedad y favorecer una plena expresión de la fraternidad cristiana
en la Iglesia.
Por eso, hoy deseo invitaros a tomar mayor conciencia de vuestra misión: ver a Cristo en cada uno de los hermanos y hermanas necesitados, proclamar y defender la dignidad de todo emigrante, de toda persona desplazada y de todo refugiado. De este modo, la asistencia brindada no se considerará una limosna de la bondad de nuestro corazón, sino un acto de justicia que se les debe.
5. Involucrar a los jóvenes y a los adultos jóvenes, que suelen tener una mentalidad más abierta y percepciones más positivas de los migrantes y refugiados, para lograr una real transformación de la narrativa de la migración.
Enseñad a los jóvenes, ayudad a los jóvenes a crecer en la cultura del encuentro, capaces de conocer a diferentes personas, las diferencias y a crecer con diferencias: así se crece, con confrontación, con una buena confrontación.