Teología de los sacramentos
La fe y el sacramento

El sacramento no es algo al margen de la fe, como la fe no es algo al margen del sacramento. Sino que fe o respuesta de fe y sacramento son una convergencia del mismo misterio de Cristo Salvador.
Cuando la Iglesia afirma que los sacramentos incluyen el “opus operantis” (obra del celebrante) o que “los sacramentos comunican la gracia a los que no ponen óbice” o que “los sacramentos suponen la fe”, no quiere decir que la gracia sea el fruto de nuestras obras o el resultado de un trueque o el efecto que nuestros méritos humanos consiguen: lo que quiere decir es que la persona no debe oponer resistencia ni impedimento al don de Dios, que se requieren unas disposiciones y una intención adecuadas por parte de la persona, que la gracia que Dios nos ofrece debe ser aceptada en la opción consciente, libre y responsable de la persona que cree. Podrá discutirse el grado, el nivel o la intensidad de estas disposiciones y de esta fe, cosa bien difícil de determinar. Pero lo que es indiscutible es que Dios no quiere obrar en la persona sin ella o en otras palabras, que no hay sacramento pleno donde no hay fe verdadera.
Fe y gracia son dos elementos constitutivos de la misma realidad sacramental, de manera que no puede haber sacramento pleno sin fe verdadera, ni fe verdadera sin auténtica expresión sacramental.
Fe y gracia en el sacramento no pueden concebirse como dos fuerzas separadas o como dos realidades que se hacen competencia. Pretender valorar una de estas realidades a costa de minusvalorar la otra no tiene sentido. Ambas constituyen una unidad integral, ambas son parte de la única acción sacramental. El que la iniciativa proceda siempre de Dios, el que la respuesta de la persona sea en sí mismo gracia no quiere decir que esta respuesta sea secundaria o innecesaria.
El sacramento no es algo al margen de la fe, como la fe no es algo al margen del sacramento. Sino que fe o respuesta de fe y sacramento son una convergencia del mismo misterio de Cristo Salvador. La fe sin sacramento no es la fe que Cristo quiere. Y el sacramento sin fe no es el sacramento que predicaron los apóstoles. Separar la fe del sacramento es quedarse sin la fe, porque ya no sería la aceptación de todo el orden de salvación querido por Cristo, no sería una fe completa. En la fe en Cristo y su salvación entra el sacramento y la sacramentalidad de la Iglesia y todo el orden visible de salvación. Pero igualmente, si al sacramento se le quita la fe, se convierte en rito mágico, ya no es lo que debe ser, porque no es el sacramento que expresa la fe y la presencia del misterio salvador de Cristo. No puede haber fe sin sacramentos, ni sacramentos sin fe. Si el sacramento supone la fe, la fe incluye el sacramento.
Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano