INICIO
Cultura
27 de enero de 2022
Nº 1415 • AÑO XXX

Ley de Educación

El valor de los conocimientos religiosos y su incidencia
en la vida social y cultural

Sin información sobre contenidos cristianos es imposible entender hoy el sentido profundo de nuestra sociedad y de nuestra cultura.

Ante la aplicación de la nueva Ley de Educación, en la que la clase de Religión queda muy infravalorada, es importante reflexionar sobre la importancia que tienen los conocimientos religiosos, al margen de la fe, en la formación personal de los alumnos, así como en su incidencia social y cultural.

El proceso creciente de secularización y el desprestigio actual de la fe cristiana hacen que todo lo relacionado con lo religioso sea infravalorado y hasta despreciado sin distinción alguna. Y es importante saber diferenciar las creencias y vivencias cristianas de los conocimientos. No es posible tener fe sin conocimientos, pues nadie puede creer en lo desconocido, pero sí es posible poseer tales conocimientos sin creencias, ni vivencias religiosas. Es ilógico despreciar un todo sin la separación y el análisis de cada una de sus partes, pues una o varias de sus partes pueden ser de gran valor, junto al descrédito de otras.

INCIDENCIA DE LOS CONTENIDOS RELIGIOSOS
El cristianismo en Europa y en gran parte de América, así como el catolicismo en España, ha sido el fundamento y la raíz de múltiples conocimientos y creencias, sin cuyo conocimiento es imposible la interpretación del tejido social y cultural. Hoy, como ya sucediera en tiempos de la Ilustración, el error se repite al no separa adecuadamente la mena de la ganga, los conocimientos religiosos, propio de la cultura, de su vivencia religiosa. Como diría una comparación ya famosa, pretendieron lavar el bebé en la jofaina, pero cuando la vaciaron al terminar el lavado, sin darse cuenta, tiraron el bebé junto con el agua sucia.

Esta general infravaloración religiosa, mayor aún entre los jóvenes, ha deparado un pasotismo o rechazo a todo lo religioso, al ser considerado sólo como vivencia íntima, o bien como algo ancestral e innecesario, o incluso perjudicial, para el bienestar personal y el progreso social. Tal ignorancia religiosa ha ocasionado un analfabetismo personal, social y cultural, pues el análisis y valoración del hecho religioso ocupa un lugar significativo en la comprensión de las distintas manifestaciones sociales, morales, culturales, literarias, plásticas, musicales, etc. El analfabetismo cultural religioso es cada día más generalizado. Los elementos fundamentales de la fe, que antes sabía cualquier niño, son cada vez menos conocidos. Ya en el año 1990, Victoria Camps, catedrática de Ética de la Universidad de Valencia, constató este nivel de ignorancia, posiblemente aumentado en nuestros días:

“Nuestra sociedad ha pasado de la educación del nacional- catolicismo a la asepsia religiosa más absoluta (...). Ahora un buen número de nuestros estudiantes universitarios son puros analfabetos en temas de religión" (1990, p. 130).

La cultura occidental está fundamentada e impregnada de conocimientos cristianos, por lo que la ignorancia de las mismas ocasiona una ceguera e ignorancia cultural, que dificulta el desarrollo del ser humano, pues éste sin cultura y sin educación, no es totalmente humano, o sólo lo es genéticamente. El caso de los niños lobo es una prueba de ello. Con toda razón decía Zubiri que el hombre, al existir, se encuentra con la tarea de "tener que hacerse" (1944, 436), una tarea esencial e ineludible en la que la cultura forma parte fundamental de la misma, pues nacemos humanos, pero no humanizados; personas, pero no personalizados; sociables, pero no socializados. Este proceso de humanización no es posible sin la formación cultural, pues hay conductas que sólo se aprenden en relación con los otros. Somos herencia (trama), pero también medio social (urdimbre).

CONSENCIA EN LAS MANIFESTACIONES CULTURALES
Este desconocimiento de contenidos básicos cristianos imposibilita también el entendimiento de múltiples manifestaciones culturales, pues la pintura, la escultura, la arquitectura, la música, la literatura de la Antigüedad, de la Edad Media y buena parte de la Contemporánea, son narraciones y representaciones de contenido religioso: vidas de santos, escenas bíblicas, imágenes de sacramentos, de procesiones, retratos de papas y obispos, etc. Son tantas las manifestaciones culturales relacionadas con la fe cristiana que sin su conocimiento cualquier ciudadano será un analfabeto cultural. En concreto, no entenderá una visita en el Museo del Prado y en tantos otros museos; será “ciego” ante el estilo de cualquier catedral, no entenderá la iconografía religiosa, ni múltiples textos literarios, no comprenderá el contenido de cantidad de canciones, etc. Sin conocer la Biblia no es posible leer con pleno sentido a Lope de Vaga, a Santa Teresa, a S. Juan de la Cruz, ni admirar los cuadros de El Greco o las vidrieras del pintor ruso Marc Chagall, o bien escuchar los oratorios de Bach o Haydc, etc., etc.

REPERCUSIONES EN LA VIDA SOCIAL
No menos importantes son tales conocimientos en la vida social: el calendario actual se fundamenta en santos y fiestas religiosas populares, costumbres y modos de vida, creencias y ritos cristianos. E igualmente muchas tradiciones y costumbres: Navidad, Semana Santa, fiestas patronales de pueblos y ciudades, sentido de la muerte, los ayunos (la cuaresma), así como la gastronomía relacionada con tales tiempos, e igualmente la vida de las Asociaciones, Congregaciones y Órdenes religiosas dedicas a las misiones, a la enseñanza y a los servicios sociales, etc.

En consecuencias, pues, nuestra sociedad y cultura occidental, se quiera o no, está sustentada y conformada tan profundamente de conocimientos cristianos que es imposible una compresión en profundidad de las mismas sin tener en cuenta el punto de referencia religioso.

Los conocimientos religiosos, por tanto, al margen de la polémica confesional, del nombramiento y titulación académica del profesorado y de cómo estos deben estar presentes en el currículo escolar, forman parte esencial de la formación integral de los alumnos, así como de su proceso educativo, conducente a una mejor y mayor humanización, personalización y socialización.

Enrique Gervilla. Catedrático jubilado
Facultad de CC. de la Educación
Universidad de Granada

Bibliografía:
CAMPS, V. (1990) Virtudes públicas, Espasa-Calpe, Madrid.
ZUBIRI, X. (1944): Naturaleza, Historia, Dios, Editora Nacional, Madrid.