Teología de los sacramentos
Signos Sacramentales y Espíritu Santo
El carácter pneumatológico de los sacramentos constituye un punto de partida para comprender la eficacia sacramental.
El misterio del culto santificante de la Iglesia es el misterio sacramental de Pascua y Pentecostés que se dirige personalmente, mediante la Iglesia y sin ella, hacia el sujeto que lo recibe.
No hay culto eclesial posible si no es en virtud del Espíritu “que ha sido derramado” y que clama en nosotros: ¡Padre! Y tampoco hay santificación real si no es en la fuerza y el poder transformante del Espíritu “santificador”. Por eso puede afirmarse que todo sacramento es epiclético, y toda epíclesis, en sentido estricto, es sacramental. La eficacia del sacramento procede del Espíritu que transforma y se comunica a nosotros a través de Él. El Espíritu es, al mismo tiempo, el que impetra el don, el que transforma el signo por el que se da y el mismo don que se recibe.
Así podemos explicar por qué la Iglesia, consciente de esta realidad, ha dado tanta importancia en su renovación litúrgica a las fórmulas de bendición o epíclesis. Es que el carácter pneumatológico de los sacramentos constituye un punto de partida para comprender la eficacia sacramental.
La eficacia de los sacramentos indica la intercesión de la Iglesia que se compromete en la “Palabra de Gracia” y, en cuanto asociada al culto santificante de Cristo, ella actúa como comunidad de santificación.
En esta obra tan grande, por la que Dios es glorificado y las personas santificadas, Cristo asocia consigo a la Iglesia, que invoca a su Señor y por Él tributa culto al Padre. Toda celebración litúrgica, por ser obra de Cristo sacerdote y de su cuerpo, que es la Iglesia, es acción sagrada, cuya eficacia, con el mismo título y en el mismo grado, no la iguala ninguna otra acción de la Iglesia. (cf. SC 7)
Los sacramentos, en cuanto sacramentalización del misterio de culto santificante de Cristo, son también, por el hecho de ser actos simbólicos de la Iglesia, la expresión del culto interior y de la santidad de la comunidad eclesial. La Iglesia, como Iglesia santa, es ya una comunidad de gracia, el “pléroma” de Cristo: está llena de la santidad de Cristo. Esta vida de gracia de la Iglesia no añade nada a la plenitud de gracia de Cristo en y por su Iglesia. Cristo desempeña un papel activo en los sacramentos junto con su “pueblo de Dios” ya realizado en el mundo. Los sacramentos son, pues, un acto cultual de la Iglesia, en el que ésta, en comunión de gracia con su cabeza celeste, Cristo, implora del Padre la gracia para aquél que recibe el Sacramento y, al mismo tiempo, los sacramentos son también una actuación santificante de la misma Iglesia en cuanto comunidad de Santificación en santa unión con Cristo. En la expresión sacramental de su propia santidad, la Iglesia actúa de una manera santificadora.
Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano