Día del Seminario 2022
Sacerdotes al servicio de una Iglesia en camino
Ofrecemos la reflexión teológica que la Conferencia Episcopal por este Día del Seminario, que va desglosando el lema elegido para esta jornada en la que los fieles tendrán presentes a los seminarios y a sus seminaristas.
El Día del Seminario es ocasión para que todo el pueblo de Dios sepamos dar gracias por las vocaciones sacerdotales y podamos pedir al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. En el contexto del Sínodo universal convocado por el papa Francisco, la Iglesia reconoce agradecida el gran don que supone el poder peregrinar unidos, tras las huellas de Cristo, buen pastor y sumo y eterno sacerdote.
Los sacerdotes estamos llamados en este día a recordar nuestros años de formación en el seminario, que nos hicieron profundizar en el camino que habíamos iniciado al responder a la invitación del Señor a seguirle. Años en los que la Iglesia nos cuidó y nos acompañó para que llegara a buen término en nosotros la obra que Dios mismo había empezado.
En esta jornada se nos ofrece la posibilidad de mirar a nuestros seminarios actualmente, no con nostalgia o añoranza de tiempos pasados, sino con confianza en Dios, sabiendo que todo es suyo y que él vela por su Iglesia. Se trata, pues, de buscar la renovación de la formación en nuestros seminarios, de manera que respondan mejor a los retos que hoy nos lanza nuestra Iglesia y nuestro mundo. “La renovación de los seminarios es una expresión significativa de la conversión pastoral a la que el papa Francisco convoca a todas las instituciones eclesiales” (FPM, n. 58). En cada tiempo y en toda circunstancia, la providencia divina actúa conforme a sus designios de misericordia. También en nuestra época Dios sigue actuando y sigue suscitando vocaciones sacerdotales entre nuestros jóvenes. (…)
SACERDOTES
El objetivo del seminario es acompañar a jóvenes llamados por Dios para ser sacerdotes, ayudándolos en el discernimiento de su vocación y formándolos para servir al pueblo de Dios. Del mismo modo que Jesucristo los llamó para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar (cf. Mc 3, 14-15), en el seminario nos encontramos una comunidad que escucha su palabra, la interioriza y se pone en camino para seguir sus pasos. “La experiencia y la dinámica del discipulado, que, como ya se ha indicado, dura toda la vida y comprende toda la formación presbiteral, requiere un tiempo, durante el cual se invierten todas las energías posibles para arraigar al seminarista en el seguimiento de Cristo, escuchando su Palabra, conservándola en el corazón y poniéndola en práctica” (RFIS, n. 62).
A semejanza del Señor, que reunió al grupo de los apóstoles, en el seminario se vive en comunidad, estableciendo relaciones de fraternidad y lazos de amistad sincera. La relación personal con el Maestro no excluye, sino que se enriquece con la presencia de compañeros y la vivencia en comunidad de la fe y de la vocación. Esto es preparación y anticipo para un estilo de ser sacerdote y de estar presente en medio de la Iglesia y del mundo: “Enraizado profundamente en la verdad y en la caridad de Cristo, y animado por el deseo y el mandato de anunciar a todos su salvación, está llamado a establecer con todos los hombres relaciones de fraternidad, de servicio, de búsqueda común de la verdad, de promoción de la justicia y la paz” (PDV, n. 18). (…)
AL SERVICIO
El lema de este año nos presenta también la vocación sacerdotal como servicio. Desde el principio, los discípulos estamos llamados a imitar a aquel a quien seguimos, que nos aseguró que él “está en medio de nosotros como el que sirve”. Por eso el sacerdocio solo puede entenderse desde el servicio. Esto supone una gramática elemental de la vida como don recibido que tiende, por propia naturaleza, a convertirse en un bien que se dona; nuestro ser es “ser para los demás” y toda vocación auténtica es servicio a los otros.
En el seminario, los seminaristas aprenden a vivir el servicio y a servir a los hermanos, como parte integrante y fundamental de la vocación. Los intereses egoístas y el provecho propio han de desterrarse y deben dejar lugar al desarrollo de una vocación recibida para ser entregada. Solo desde la entrega la vocación recibe todo su sentido.
Por ello, al recordar nuestros años como seminaristas, los sacerdotes debemos agradecer que desde el principio se nos situara en la realidad, entendiendo la vocación como un camino de servicio. “El sacerdocio, junto con la Palabra de Dios y los signos sacramentales, a cuyo servicio está, pertenece a los elementos constitutivos de la Iglesia. El ministerio del presbítero está totalmente al servicio de la Iglesia” (PDV, n. 16).
El desempeño del ministerio sacerdotal conlleva saber servir a las comunidades a las que somos enviados. En el servicio discreto y silencioso, alejado de protagonismos, pero rico en experiencias y alegrías, los sacerdotes nos descubrimos unidos a quien no vino a ser servido, sino a servir, encontrando en ello la razón de nuestra vocación.
Si decíamos que el ejemplo de la fraternidad sacerdotal constituye un impulso para los jóvenes que se plantean la vocación sacerdotal, también podemos afirmar que el testimonio de una vida entregada en el servicio infunde ánimos en el corazón de los jóvenes, deseosos de entregarse por completo a una tarea apasionante.
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Diócesis de Granada
La vocación que madura en los tres seminarios de Granada
Como cada 19 de marzo, fiesta de San José, la Iglesia recuerda especialmente a los seminaristas y a sus seminarios. En Granada existen tres seminarios que llevan a cabo su labor de formación de los que serán los futuros sacerdotes de la diócesis.
En Granada este Día del Seminario se celebrará el domingo 20. Una jornada en la que todos los fieles estamos llamados a pedir, dar gracias y mostrar nuestra cercanía con los seminaristas, sus formadores y las vocaciones sacerdotales.
La oración y la colecta de las Eucaristías dominicales se destinarán a mantener los tres seminarios que tiene la Archidiócesis. Hacemos un repaso de todos los seminarios de que dispone Granada, que educan la vocación de esos chicos que han escuchado la llamada preferente del Señor.
SEMINARIO DIOCESANO SAN CECILIO
Los 16 seminaristas que conforman actualmente el Seminario Mayor San Cecilio de Granada han ido visitando durante estos días varios colegios y parroquias de la zona, para dar su testimonio de conversión y hablar sobre su etapa de formación.
Desde este seminario recuerdan que este día es una ayuda para concienciarnos de que el Señor sigue llamando. “A veces parece que fuésemos nosotros los que fabricamos a los seminaristas”, dice el formador del San Cecilio, D. Moisés Fernández, “Los seminaristas nacen siempre de comunidades vivas donde se favorece esa escucha de la Palabra de Dios y esa frecuencia de los sacramentos, que hacen posible que el Señor siga tocando el corazón de los jóvenes”.
Una de las novedades del San Cecilio fue la llegada de seminaristas de la diócesis congoleña de Pointe-Noire, que completan desde hace un año su formación como futuros presbíteros en este seminario granadino. “Lo que necesita el San Cecilio es oración, porque es la base de cualquier apostolado. También el sostenimiento de nuestra comunidad, tanto con la fraternidad entre los propios seminaristas como con sus formadores. Es la comunidad en sí la que propicia el encuentro con Cristo”, concluye el formador.
SEMINARIO MISIONERO REDEMPTORIS MATER
El Seminario Diocesano Misionero Redemptoris Mater de nuestra diócesis fue fundado en el año 2005. Su misión es la de formar vocaciones adultas para el sacerdocio y ser presencia misionera especialmente en lugares donde la Iglesia no está presente.
Ubicado en el mismo edificio que el San Cecilio, el Seminario Misionero Virgen de las Angustias y San Miguel lo conforman ahora un total de 11 seminaristas de distintas nacionalidades, que se forman en Granada con un carisma misionero. “Se hace lo posible para que el seminario sea así una expresión de la catolicidad de la Iglesia, donde no hay ni judío, ni griegos, ni esclavos, ni libres…”, dice el rector del Redemptoris, D. Mariano Catarecha. “La idea es que podamos expresar esa catolicidad, donde todos estamos llamados a ser una nueva creación en Cristo”.
Los seminaristas proceden de países como Venezuela, Méjico, El Salvador o Guatemala. Ahora mismo cuatro de ellos se encuentran de hecho en misión en lugares como Guatemala y Ceuta, pues una de las particularidades de este seminario es que pasen dos años de su proceso formativo como misioneros itinerantes, antes de ser destinados a las parroquias de la diócesis granadina.
SEMINARIO MENOR VIRGEN DE NAZARET
De entre todos los seminarios de la diócesis no puede olvidarse el Seminario Menor, cuyo proceso de admisión se ha abierto precisamente este mes de marzo. Desde su sede en el Paseo de la Bomba nº 10, la diócesis ofrece esta posibilidad de formación para los chicos entre los doce y los dieciocho años. El programa de este Seminario Virgen de Nazaret incluye la formación de los alumnos en el Colegio San Fernando por las mañanas, además de a una educación comunitaria, lúdica y de estudio por las tardes.
“Entre los aspectos de formación humana que se ofrecen destaca urbanidad, el fomento del asombro en el niño, el aprender a relacionarse o la vivencia sana de la soledad”, dice el rector del Seminario Menor, D. Miguel Ángel Morell. “Se toca el tema vocacional pero el Virgen de Nazaret no es para formar a futuros sacerdotes, porque al chico hay que respetarlo en su edad. También es una oportunidad para los hijos de familias que no pueden atenderlos bien”.
El proceso de admisión para que los chicos puedan acceder a este seminario aquel interesado en el acceso a esta formación podrán hacerlo poniéndose en contacto con su responsable parroquial.
Ignacio Álvarez
Diócesis de Guadix
“Sólo en el encuentro personal con Él se comprende la llamada”
Carta Pastoral del obispo de Guadix, Mons. Francisco Jesús Orozco, para el Día del Seminario.
Queridos hermanos, sacerdotes, consagrados y fieles laicos,
En la solemnidad de San José, celebramos el Día del Seminario. El esposo de María es el Patriarca de la Iglesia universal, modelo de los padres de familia, patrono de la buena muerte y protector de las vocaciones al sacerdocio ministerial. En sus manos se formó el Sumo Sacerdote de la nueva Alianza, Jesús. Y en sus manos la Iglesia pone a quienes, habiendo recibido una vocación y misión parecida a la de San José, prolongan en la historia la presencia viva de Cristo Redentor en favor de todos los hombres, los sacerdotes.
La campaña de este año viene enmarcada en el contexto del Sínodo universal que vive toda la Iglesia y de ahí su lema, Sacerdotes al servicio de una Iglesia en camino, que destaca el gran don de peregrinar unidos en Cristo, Buen Pastor, Sumo y Eterno Sacerdote. La vida sacerdotal es una necesidad propia de un pueblo que se siente peregrino y quiere guías que le ayuden a encontrarse con el Misterio de la vida. Este Año Santo Compostelano y aún en pandemia, nos anima a ponernos en camino, a salir de nuestras zonas de confort y a colocar nuestra vida en “modo sínodo”, es decir, trabajar para que sintamos la fuerza de la comunidad que busca colocar en el centro de su vida a Cristo Resucitado. Es un camino que no hacemos en solitario. Recordando el episodio de los discípulos de Emaús (Cfr. Lucas 24, 13-31), vemos que es un camino que nos pone en la misma ruta de otros hermanos, es decir, caminamos con Él y a la vez con aquellos que se sienten llamados a una misma misión.
En nuestras comunidades parroquiales e instituciones diocesanas hemos de poner de manifiesto la solicitud de todos por el Seminario y nuestro trabajo que acompaña la oración por las vocaciones sacerdotales.
El Seminario, como aquella experiencia que vivieron los de Emaús, es un tiempo significativo para la vida de un discípulo, tiempo fuerte de búsqueda y de encuentro con Cristo, camino que no lo elegimos, sino que lo aceptamos, es un don, un regalo del Espíritu. Es un tiempo de formación y discernimiento, de hacerse preguntas y descubrir en el Señor sus respuestas, como los de Emaús que depositaron sus vivencias, miedos, dudas, inquietudes en las manos del Espíritu del Resucitado que había querido recorrer el camino junto a ellos. Sólo en el encuentro personal con Él se comprende la llamada y se acepta que la misión no es iniciativa propia, sino consecuencia del envío del Señor, que es quien elige, llama y envía. Como nos dice San Agustín: “Vosotros, si os habéis puesto en camino, es porque antes ya habéis presentido un encuentro y una llamada”, “Tú no me hubieras buscado, si yo no te hubiera encontrado”.
Todos valoramos la necesidad en nuestra vida de un sacerdote que nos acompañe y nos indique el Camino, la Verdad y la Vida. En nuestras comunidades parroquiales e instituciones diocesanas hemos de poner de manifiesto la solicitud de todos por el Seminario y nuestro trabajo que acompaña la oración por las vocaciones sacerdotales. Pidamos al Dueño de la mies que envíe trabajadores a sus mies. Oremos constantemente por las vocaciones al sacerdocio, por los que han sido llamados para que perseveren y sean fieles, y por los que serán llamados para que respondan con prontitud y generosidad. Necesitamos a Cristo, por eso necesitamos sacerdotes. Como decía San Juan de Ávila, Patrón de los sacerdotes y maestro de santos, ”Negocio es de Dios, y tan suyo, que no hay cosa en la tierra en la cual ponga Él sus sacratísimos ojos con tanto cuidado y favor como en la vocación y justificación y guarda de sus escogidos.(…) Todas las cosas crió Dios por causa de los escogidos, y la salud de éstos nos encomendó Él en nuestras manos, para que los llamemos, esforcemos y ayudemos a colocarlos en el cielo” (Carta 1, Obras Completas, IV, pg. 14).El sacerdote es Cristo mismo en medio del rebaño, predicando su Palabra, presidiendo a la comunidad sacramentalmente y guiando hacia los pastos seguros de la vida eterna a todos los cristianos.
La decisión de un seminarista para seguir a Cristo, suele tener el buen espejo de un buen párroco cercano que ha sabido acompañar los deseos profundos de un corazón inquieto.
En nuestra Diócesis hemos de dar gracias por la respuesta decidida de quienes se están preparando para servir sacerdotalmente y dedicar su vida a acompañar a las comunidades al encuentro del Señor, para el servicio de la Diócesis y la Iglesia universal. El Día del Seminario es ocasión para esta acción de gracias por nuestros seminaristas mayores y por los niños y adolescentes que se preparan en el seminario en familia. En esta jornada, la Iglesia nos propone que los conozcamos y recemos por ellos, por sus formadores y para que no falten nunca jóvenes dispuestos a seguir la llamada al sacerdocio. La Iglesia necesita sacerdotes santos y por eso ha de prepararlos bien. El descenso de la natalidad y la gran secularización de nuestro mundo, hace descender el número de jóvenes que acuden al Seminario para prepararse al sacerdocio, por lo que debemos redoblar constantemente nuestra oración al Señor.
El Día del Seminario es ocasión propicia para dar gracias a todos los bienhechores, que con su oración, acogida, cercanía y apoyo económico hacen posible seguir haciendo camino. Especialmente demos gracias a los sacerdotes que trabajan por dejar un relevo sacerdotal en la Iglesia. De entre las tareas principales de los presbíteros está la promoción de las vocaciones sacerdotales en nuestra Diócesis, dando testimonio personal de la alegría de la vocación recibida, que nos hace felices. La decisión de un seminarista para seguir a Cristo, suele tener el buen espejo de un buen párroco cercano que ha sabido acompañar los deseos profundos de un corazón inquieto. Y junto a los sacerdotes, tenemos el papel imprescindible de las familias cristianas, verdadero semillero de todas las vocaciones cristianas, como nos recuerda el Papa Francisco en este Año de la Familia Amoris Laetitia.
Sea nuestra plegaria incesante para que el Señor nos siga bendiciendo con sanos y santos seminaristas, corazones generosos, que quieran entregar su vida en el ministerio sacerdotal, en su Iglesia. Hacemos nuestra la oración para esta jornada del Día del Seminario: “Te pedimos que envíes sacerdotes/ que caminen hoy junto a aquellos/ que convocas en tu Iglesia;/ que nos fortalezcan y consuelen/ con la unción del Espíritu Santo;/ que nos animen e iluminen/ con la predicación de tu Palabra;/ que nos alimenten y sostengan/ con la celebración de la Eucaristía/ y la entrega de su propia vida.”
Con esta confianza, le pedimos a San José y a Santa María, Madre de las Vocaciones, que, en este Año diocesano del Corazón de Jesús, interceda por cada una de nuestras súplicas.
Con mi afecto y bendición.
+ Francisco Jesús Orozco Mengíbar
Obispo de Guadix