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Signo y Gracia
13 de marzo de 2022
Nº 1413 • AÑO XXX

Teología de los sacramentos

El sacramento y la gracia 

Este don de Dios en los sacramentos es la respuesta al culto santificante de Cristo, escu­chado por el Padre de una vez para siempre, eternamente actual y visiblemente presente en la Iglesia.

Cuando la Iglesia afirma que los sacramentos producen la gracia “ex opere operato” significa, negativa­mente, que esta gracia no depende de la santidad del ministro y que la fe del sujeto no se apodera de la gracia: Cristo queda libre e independiente frente a todo mérito humano. Positivamente, el “ex opere operato” (por sí mismo) significa que nos encontramos ante un acto de Cristo. “Ex opere operato” y “eficacia a partir del misterio de Cristo” significan la misma cosa.

¿QUÉ SE ENTIENDE POR GRACIA EN EL SACRAMENTO?
La eficacia de los sacramentos indica la benevolencia divina, hecha visible en un acto externo, que es la expresión del misterio de culto santificante de Cristo respecto a una persona concreta: La gracia del Sacramento tiene su origen en la iniciativa gratuita y libre de Dios. Es Dios el que causa la gracia que se nos ofrece en los sacramentos. Es Dios el que justifica y salva, el que sana y santifica. Este don de gracia, que tiene su fuente en Dios es un don definitivo y eficaz, un don que alcanza lo que se propone y cumple lo que promete, como Dios mismo. La fidelidad de Dios es la mejor prueba de la infalibilidad del don. Dios no se arrepiente de sus dones.

Por otra parte, este don de Dios en los sacramentos es la respuesta al culto santificante de Cristo, escu­chado por el Padre de una vez para siempre, eternamente actual y visiblemente presente en la Iglesia. Los sacramentos son el misterio cultual santificante del mismo Cristo, que se hace visible en la Iglesia, de su culto filial, que es infaliblemente escuchado e implica el don efectivo de la gracia. Este vínculo infalible se expresa, respecto de los sacramentos, por las palabras “ex opere operato” o por “la eficacia del rito”. Así, pues, los sacramentos reciben su virtud, su fuerza y su eficacia del misterio pascual de la Pasión, muerte y Resurrección de Cristo (cf. SC 61); y “están ordenados a la santificación de los hom­bres, a la edificación del Cuerpo de Cristo y, en definitiva, a dar culto a Dios” (SC 59).

La eficacia de los sacramentos indica la acción del Espíritu Santo como don escatológico de Cristo, que continúa y hace presente la obra de Cristo en la Iglesia, y en cuyo poder transformante damos culto a Dios y somos santificados. Así como el misterio de Pascua no puede separarse del misterio de Pentecostés, de la misma manera la eficacia de los sacramentos no puede explicarse sin unir Pascua y Pentecostés. El don escatológico del Señor resucitado es la llave que nos desvela la realidad de la presencia histórica del Cristo de la gloria y, al mismo tiempo, la fuerza de la real eficacia de los signos sacramentales. La Iglesia es, al mismo tiempo, el cuerpo terrestre del Señor glorificado y la historización concreta del don escatológico del Espíritu; es el signo permanente de Pascua y Pentecostés. No puede ser una cosa sin ser la otra. Pero el elemento dinámico que transforma e impulsa la Iglesia hacia la plenitud significante o hacia la edificación plena es el Espíritu.

Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano