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20 de febrero de 2022
Nº 1410 • AÑO XXX

Diálogo interreligioso

 Jornada Internacional de la Fraternidad humana: cristianos, judíos y musulmanes unidos

La Subcomisión Episcopal para Relaciones Interconfesionales y Diálogo Interreligioso, la Comisión Islámica de España y la Federación de Comunidades Judías de España sean unido para celebrar la Jornada Internacional de la Fraternidad Humana que tuvo lugar el 16 de febrero en Madrid.

Es la primera vez que se celebra institucionalmente esta Jornada en España después de que fuera instituida por la ONU el año pasado, para su celebración el 4 de febrero de cada año.

INTERVENCIONES DE ISAAC BENZAQUÉN, MOHAMED AJANA Y EL CARDENAL OMELLA
El acto comenzaba con unas palabras de bienvenida del director del secretariado de la Subcomisión Episcopal para Relaciones Interconfesionales y Diálogo Interreligioso, Rafael Vázquez. También participaron el presidente de la Federación de Comunidades Judías de España, Isaac Benzaquén; el secretario de la Comisión Islámica de España, Mohamed Ajana; el presidente de la CEE, cardenal Juan José Omella y el nuncio apostólico, Mons. Bernardito C. Auza.

Asimismo dirigieron un momento de oración el Gran Rabino, Moshe Bendehan; por el presidente de la Subcomisión Episcopal para Relaciones Interconfesionales y Diálogo Interreligioso el arzobispo de Granada, Mons. Francisco Javier Martínez; y el Imán de la Mezquita Central de Madrid.

La jornada concluyo con la entrega a los ponentes ponentes de un olivo, que en la cultura mediterránea es símbolo de prosperidad y en nuestras tradiciones religiosas simboliza la paz y la fraternidad por parte del director general de la Fundación for Islamic Culture and Religious Tolerance, el Sr. Jumaa Alkaabi.

“Camino de acercamiento y de conocimiento mutuo; de escucha y de acogida mutuas; de reconciliación y de fraternidad”

Palabras de nuestro arzobispo D. Javier en la jornada conjunta con judíos, musulmanes y cristianos, celebrada el 16 de febrero en Madrid, con motivo de la Jornada sobre la fraternidad universal. Mons. Martínez es presidente de la Comisión de Relaciones Interconfesionales y Diálogo Interreligioso en la Conferencia Episcopal Española.

Señor, Dios nuestro, Verdad y Bien Sumos, más allá de cuanto podamos decir, pensar o imaginar. Fuente y origen. Consistencia y plenitud de todas las cosas. Padres de todos los hombres, que a todos das la vida y que deseas el bien para todas tus criaturas.

Estamos aquí hoy reunidos por tu bondadosa Providencia, provenientes de diversas experiencias de la Historia, de diferentes tradiciones religiosas y culturales.

Te pedimos que atiendas nuestra súplica por la paz y la fraternidad universal. La paz y la fraternidad han estado siempre amenazadas por la división de la familia humana y por el desconocimiento mutuo, por los prejuicios y la desconfianza, por las pasiones del orgullo y el ansia de poder, del egoísmo y la avaricia, del desprecio o el odio a quienes no son como nosotros y de la indiferencia ante el sufrimiento de los demás.

Pero, nunca ha sido esa amenaza más temible que en nuestro tiempo, en el que tenemos en nuestras manos unos instrumentos tan poderosos de explotación y de poder y de destrucción que hacen temer por el futuro mismo de la humanidad y de la tierra que habitamos.

Señor, y Dios nuestro, ningún mérito podemos exhibir ante Ti por nuestra parte; ningún motivo para exigirTe estos grandes dones de la fraternidad y de la paz que no sean Tu propia Misericordia y Tu fidelidad eterna a Tu designio y plan de Salvación.

Por eso, Señor, Te suplicamos humildemente: infunde Tu espíritu de santidad en nuestros corazones y en nuestras mentes, para que quienes nos llamamos cristianos sigamos verdaderamente la letra y el espíritu del Evangelio de Jesucristo; que no usemos jamás el nombre de Dios, o los cristianos el nombre de Jesucristo, como instrumento de dominio o de explotación, o como justificación del odio, de la injusticia, del abuso, de los malos tratos.

Perdona nuestros muchos pecados a lo largo de la historia en este sentido.

Bendice con la medida infinita de Tu Bondad a quienes han sido víctimas de esos pecados nuestros. Y enséñanos a perdonar, a comprender y a amar a quienes también han sido injustos con nosotros.

Infunde –Te suplicamos de nuevo- Tu espíritu de santidad en nosotros y en todos, para que comencemos con decisión este camino de acercamiento y de conocimiento mutuo; de escucha y de acogida mutuas; de reconciliación y de fraternidad.

Danos la sabiduría de comprender que, acercándonos a Ti, no nos separamos de los demás, sino todo los contrario: que es cuando nos alejamos de Ti y te damos la espalda cuando empezamos a vernos como enemigos; cuando las tradiciones religiosas se instrumentalizan; y cuando se alejan de nosotros las posibilidades de diálogo y de paz.

Danos a todos la fortaleza de vencer los muchos obstáculos que la paz tiene en nuestros corazones y en los de nuestras sociedades; de resistirnos a las voces de sirena que nos aseguran que la paz no es posible, incluso que la guerra es un bien. Y de resistirnos a los intereses políticos o económicos que en nuestro mundo alientan los conflictos y la violencia.

Danos la fortaleza de comprometernos a trabajar juntos eficazmente, cada uno en nuestras circunstancias concretas, por una fraternidad sincera, por una paz duradera y estable, para que seamos dignos de aquella dicha que Jesucristo prometió a quienes trabajan por la paz, en cuyas vidas se refleja la Bondad de Dios.

+ Javier Martínez
Arzobispo de Granada
16 de febrero de 2022

Las religiones al servicio de la fraternidad

Palabras del Presidente de la Conferencia Episcopal Española y Cardenal Arzobispo de Barcelona Mons. Omella con motivo de la celebración de la Jornada de la Fraternidad Humana en España.

Queridos amigos: comienzo con una cita que dice así:

“La fe lleva al creyente a ver en el otro a un hermano que debe sostener y amar. Por la fe en Dios, que ha creado el universo, las criaturas y todos los seres humanos …, el creyente está llamado a expresar esta fraternidad humana, … ayudando a todas las personas, especialmente las más necesitadas y pobres”.

Esta cita corresponde al comienzo del Documento sobre la Fraternidad humana por la paz mundial y la convivencia común firmado por el Papa Francisco y el Gran Imán de la Mezquita de Al-Azhar el 4 de febrero de 2019. Una firma que ha marcado un hito en la historia de las relaciones entra las distintas religiones, pues más allá de ser un documento del diálogo islamo-cristiano, su mensaje de fraternidad universal está abierto a todas las religiones y a toda la humanidad.

La fraternidad es el gran desafío del futuro de la familia humana. En el acto organizado en Abu-Dhabi para conmemorar el Día Internacional de la Fraternidad el Papa Francisco afirmaba con rotundidad: “O somos hermanos, o todo se derrumba”. Y así nos lo ha hecho ver y nos lo está haciendo ver la experiencia de la pandemia, que nos ha hecho entrar en una crisis global en la que “Nadie se salva solo” (FT, 32). Nadie se hace a sí mismo, nadie “es”, si no se es “en relación” y “en fraternidad”. Somos pobres y en nuestra pobreza nos necesitamos.

Por ello, la fraternidad no es exclusiva de los líderes religiosos. Va más allá, es responsabilidad de todos. Y nadie puede quedarse fuera de este proyecto que afecta a la entera humanidad. Por eso me alegra ver esta tarde aquí a representantes de las diversas confesiones cristianas, a los hermanos judíos y musulmanes; así como a embajadores y políticos, personas dedicadas a la educación y a la cultura, a la economía, a los medios de comunicación, y tantas instituciones que estáis promoviendo el diálogo sincero, el respeto por el diferente, el amor a la humanidad, la búsqueda de la verdad…

Doy gracias a Dios por todo el trabajo que venimos haciendo de acercamiento y conocimiento mutuo, de sensibilización a nuestras respectivas comunidades religiosas y a la sociedad en general, para crear este clima de armonía, respeto sincero y convivencia. El diálogo interreligioso es una obra de arte que requiere esfuerzo, creatividad, mucha paciencia, capacidad de volver a empezar. En este momento de crisis mundial, en este cambio de época que estamos viviendo, el diálogo interreligioso tiene un papel fundamental en la edificación de la sociedad del futuro, evitando que la misma se deje llevar por ideologías que categorizan, separan y crean diferencias donde no las hay.

Queridos hermanos, la fraternidad no es una meta que se alcanza al final del camino, sino que se logra en el camino, cuando dejo de sentir al que camina conmigo como a un extraño, como un competidor y lo dejo entrar en mi corazón como a un hermano. Hermanos, la juventud está ansiosa de fraternidad. ¡Trabajemos y avancemos juntos, creyentes y personas de buena voluntad! ¡Es la hora de darnos la mano y celebrar la unidad que no es uniformidad; de celebrar la armonía de la diversidad que respeta la propia identidad! ¡Es la hora de la fraternidad!

Pensemos cada uno qué puede aportar a este proyecto de fraternidad, de comunión en la diversidad. Desde la responsabilidad que cada uno tiene, desde su puesto de trabajo, desde el lugar que ocupa en la sociedad… ¿Cómo contribuyo yo a hacer un mundo de hermanos y hermanas? Y nosotros, representantes de las distintas religiones que hoy nos hemos dado cita aquí, ¿qué podemos hacer personal y conjuntamente para avanzar hacia una humanidad que sea familia?

Porque recordemos que “quien adora a Dios con un corazón sincero ama también al prójimo”. En efecto, la mirada creyente nos enseña a valorar a cada persona como criatura, hijo e hija de Dios. La existencia del otro queda revestida de sacralidad.

Dios es el garante de la dignidad de toda vida humana y de su valor inalienable, del respeto a cada vida desde su comienzo hasta su fin natural. “La razón, por sí sola, es capaz de aceptar la igualdad entre los hombres y de establecer una convivencia cívica, pero no consigue fundar la hermandad” (Fratelli tutti, 272). Por ello, en primer lugar, todas las religiones estamos llamados a defender el valor sagrado de toda vida humana y su dignidad. Una auténtica fraternidad no deja a nadie atrás, particularmente a los más frágiles, a los que no tienen capacidad de defender sus derechos.

En segundo lugar, las religiones han de salvaguardar una concepción trascendente de la realidad creada, que supera los esquemas materialistas. Al ser humano no le basta lo material para vivir, su existencia está abierta a la trascendencia, y sin estos valores espirituales no puede forjarse una auténtica fraternidad (cf. Fratelli tutti, 275). Avivemos la llama de la espiritualidad que el materialismo ha apagado en el corazón de muchos de nuestros hermanos.

Tercero, la base de nuestras relaciones y respeto mutuo, pasa por el reconocimiento de la acción de Dios en cada una de nuestras tradiciones religiosas. Aprendamos a valorar todo lo que hay de noble, verdadero y santo entre nosotros, como “destellos de la Verdad que ilumina a todos los hombres” (Nostra aetate, 2).

Como consecuencia, en cuarto lugar, las religiones han de promover el derecho a la libertad religiosa para los creyentes de todas las religiones, como “un derecho fundamental que no debe ser olvidado en el camino de la fraternidad y de la paz”, especialmente en aquellos países donde los cristianos o cualquier otro grupo son minorías.

En quinto lugar, el testimonio de la fraternidad es el mejor antídoto contra los fundamentalismos religiosos, el antisemitismo, la catolicofobia o la islamofobia. Las religiones no hemos de cansarnos de rechazar y condenar radicalmente la violencia, el terrorismo o la guerra en nombre de Dios, que es fruto de una interpretación errónea y manipulada de los textos sagrados.

Por último, las religiones debemos rechazar y condenar todo ataque personal, colectivo, político o de los medios de comunicación a nuestra identidad religiosa. Bajo la bandera del laicismo o de otras ideologías no se puede justificar un ataque sectario a nuestra fe, a nuestra conciencia ni a nuestra manera de vivir la vida. En efecto, “la conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que está a solas con Dios, cuya voz resuena en lo más íntimo de ella” (Gaudium et spes, 16) y debe ser respetada de manera escrupulosa por cualquier legislación en el ámbito de lo privado y lo público.

Hermanos, os propongo dar un paso más, en este camino de fraternidad que venimos recorriendo juntos. Seamos creativos para buscar cauces institucionales para el diálogo permanente que nos permitan concretar proyectos de colaboración. Y todo ello sin que la institución nos lleve a perder el calor de la amistad y la cordialidad que existe entre nosotros. Seamos en medio de nuestra sociedad pacientes artesanos de fraternidad.

Como dice el Documento de la Fraternidad, asumamos juntos “la cultura del diálogo como camino, la colaboración común como conducta y el conocimiento recíproco como método y criterio”.

Madrid, 16 de febrero de 2022

+ Card. Juan J. Omella Omella
Arzobispo de Barcelona
y Presidente de la CEE