INICIO
Testimonio
6 de febrero de 2022
Nº 1408 • AÑO XXX

Testimonios mártires granadinos (IX)

"No matéis a mi primo, que es padre de familia, matadme a mí, que yo no tengo obligaciones"

Lorenzo Palomino Villaescusa, mártir de Salobreña, que será beatificado en la Catedral de Granada el 26 de febrero junto a otros 15 compañeros mártires de la persecución religiosa en España en el siglo XX.

Nació en Salobreña el 26 de agosto de 1867. A la edad de 21 años, en 1888, entró en el Seminario de San Cecilio recientemente trasladado a la Plaza de Gracia desde su antiguo emplazamiento junto a la Catedral. Dada su edad, hizo la carrera breve de seis cursos pero con calificación permanente de sobresaliente. Recibida la tonsura el 24 de febrero de 1893 pasó rápidamente todas las órdenes menores y mayores recibiendo el presbiterado el 9 de marzo de 1895 con 27 años. Después de unos meses en Adra como coadjutor, pasó a Salobreña con el mismo cargo y siete años después marchó a la Argentina. Fue coadjutor en la parroquia del Pilar de la ciudad de Córdoba. Allí permaneció quince años, volviendo a Salobreña donde de nuevo fue coadjutor y encargado de Lobres. Los pobres, siempre que le buscaban, encontraban en él amparo y ayuda.

Cuando el 19 de julio de madrugada se le buscó en casa para prenderlo huyó por otra puerta y se refugió en un cortijo de Molvízar con una familia amiga. Se le hizo saber que si volvía a Salobreña no le pasaría nada, tal como se había hecho con el párroco Antonio Morales. Se presentó en el Ayuntamiento, se le impuso una multa de 500 pesetas y quedó en libertad, pero en el mismo día fue detenido de nuevo junto con el Párroco. Los dos fueron llevados al templo parroquial que había sido destrozado y, obligados a bajar a la cripta del templo, que en otros tiempos sirviera de enterramiento, el Siervo de Dios se negó y fue amenazado de muerte en la misma sacristía.

El Párroco logró la libertad del Coadjutor y la suya y marchó a Málaga, pero el Coadjutor permaneció en Salobreña y fue sacado de nuevo de casa en la madrugada del 9 de agosto. Junto con un primo suyo, padre de tres hijos, fueron llevados a la Fábrica Azucarera. El Siervo de Dios, con cerca de 69 años, antes de morir suplicaba: "No matéis a mi primo, que es padre de familia, matadme a mí, que yo no tengo obligaciones". Pero ambos fueron asesinados. Enterrados en una fosa común del cementerio de Motril, posteriormente fueron exhumados, identificados y sepultados en el cementerio de Salobreña.

La comunidad cristiana de Salobreña, de las más antiguas de nuestra diócesis ya que estuvo representada en el Concilio de Elvira el año 300 por el presbítero Silvano, tiene ahora un admirable modelo de fe cristiana y un valioso intercesor ante el Padre.

José Rescalvo Ruiz, márir de Cádiar

“Muero besando la mano del Señor”

José Rescalvo Ruiz, mártir de Cádiar, que, junto a otros 15 compañeros mártires de la persecución religiosa en España en los años 30 será beatificado en la Catedral el 26 de febrero.

Nació en Juviles el 20 de mayo de 1880. Estudió en el Seminario de San Cecilio, residiendo en el Colegio de San Fernando. Recibió la ordenación sacerdotal el 22 de septiembre de 1906.

Fue párroco de Castell de Ferro y Calahonda durante cuatro meses, pasando a Pampaneira como párroco durante más de tres años, sirvió también como párroco Trevélez durante unos meses y fue párroco de Cástaras hasta 1924 en que pasó a su destino último que fue la parroquia de Cádiar. Había hecho sus estudios con calificaciones muy altas, pero era un sacerdote modesto, trabajador y metódico, de un carácter tranquilo y sereno; de una virtud ejemplar y de una exquisita rectitud, de una bondad muy particular, con la sencillez de un niño.

El 13 de agosto es incendiada la Iglesia de Cádiar y el 12 de septiembre el Párroco es detenido. Se le impuso una multa. Las hermanas del sacerdote recaudaron entre los fieles lo necesario para el rescate y puesto en libertad a los ocho días, sacerdote y hermanas marcharon al cortijo situado en la Cuesta del Molino, término de Lobras. La noche del 29 de septiembre fue obligado a levantarse de la cama, enfermo e inválido, y, mientras desde fuera cerraron la puerta para que las hermanas no pudiesen acompañarlo, lo asesinaron a los pocos metros. Antes había afirmado: "Ustedes son testigos que si muero por ser sacerdote, muero con gusto y muero besando la mano del Señor, perdono a mis enemigos y deseo que me perdonen. Vosotras, mis hermanas, no lloréis por mí, mirad qué tranquilo estoy y ya nos reuniremos en el Cielo para no separarnos más".

Sus restos están en el cementerio de Lobras.