INICIO
A Fondo
16 de enero de 2022
Nº 1405 • AÑO XXX

Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos

 “Nosotros hemos visto aparecer su estrella en el Oriente
y venimos a adorarlo” (Mt 2, 2)

La estrella que guía a los Magos hasta Jesucristo es el signo que condensa el mensaje del próximo Octavario de Oración por la Unidad de los Cristianos, que tendrá lugar entre el 18 y al 25 de enero. Una semana en la que se llevarán a cabo iniciativas de encuentro, oración y diálogo en todas las diócesis españolas. Un tiempo en el que se recuerda que la alegría de la fe de la Iglesia conduce a desear que Dios sea conocido y adorado por todos.

Según el Evangelio de Mateo (2, 1-12), la aparición de la estrella en el cielo de Judea es una señal de la esperanza que durante tanto tiempo el pueblo había aguardado. Es la señal que condujo a los Magos y a todos los pueblos de la tierra al lugar de la manifestación del verdadero Rey y Salvador. Esta estrella es un don, un signo de la presencia del amor de Dios para toda la humanidad. Para los Magos fue la señal de que un rey había nacido. Con su resplandor, guía a la humanidad hacia una luz más intensa, la nueva luz de Jesús, que ilumina a cada persona y nos introduce en la gloria del Padre y en su esplendor radiante. Jesús es la luz que ha entrado en nuestras tinieblas cuando se encarnó en la Virgen María, por obra del Espíritu Santo, y se hizo hombre. Jesús es la luz que traspasó las tinieblas del mundo cuando se anonadó a sí mismo y se hizo obediente hasta la muerte por nuestra salvación. (…)

Los Magos manifiestan la unidad de todos los pueblos deseada por Dios. Viajan desde países lejanos y representan diversas culturas, impulsados por la misma hambre de ver y conocer al rey recién nacido y, juntándose en la pequeña casa de Belén, adoran con sencillez y ofrecen sus regalos. Los cristianos están llamados a ser una señal ante el mundo de la unidad que Dios trae consigo. Procedentes de diferentes culturas, razas y lenguas, los cristianos comparten una misma búsqueda de Cristo y un deseo común de adorarlo. La misión del pueblo cristiano es, por tanto, la de ser un signo, como la estrella, que guíe el anhelo de Dios de toda la humanidad hacia Cristo, y convertirse en mediación para que Dios lleve a cabo la unidad de todos los pueblos.

Los cristianos de Oriente Próximo ofrecen estos recursos para la Semana de Oración por la Unidad Cristiana siendo conscientes de que el mundo comparte muchas de las aflicciones y dificultades que ellos mismos experimentan

(…) La estrella surgió en el Oriente (Mt 2, 2). Desde Oriente sale el sol, y desde lo que hoy conocemos como Próximo Oriente, vino la salvación de nuestro Dios, por su infinita misericordia, bendiciéndonos con el nuevo amanecer que viene de lo alto (Lc 1, 78). Pero la historia de Próximo Oriente se caracterizó, y aún hoy se sigue caracterizando, por conflictos y luchas, y está manchada de sangre y oscurecida por la injusticia y la opresión.

(…) La misión de la Iglesia es ser la estrella que ilumine el camino hacia Cristo, que es la luz del mundo. Siendo estrella, la Iglesia se convierte en signo de esperanza en un mundo lleno de aflicción, y en signo de la presencia de Dios que acompaña a su pueblo en las dificultades de la vida. A través de la palabra y de la acción, los cristianos estamos llamados a iluminar el camino para que Cristo pueda revelarse de nuevo a todas las naciones. Pero las divisiones entre nosotros atenúan la luz del testimonio cristiano y oscurecen el sendero, impidiendo que otros puedan encontrar su camino hacia Cristo. Por el contrario, los cristianos unidos en la adoración a Cristo, abriendo los cofres de sus tesoros en un mutuo intercambio de dones, se convierten en un signo de la unidad que Dios desea para toda la creación.

Los cristianos de Oriente Próximo ofrecen estos recursos para la Semana de Oración por la Unidad Cristiana siendo conscientes de que el mundo comparte muchas de las aflicciones y dificultades que ellos mismos experimentan, y de que anhela una luz que lo guíe en el camino hacia el Salvador, que es el único que vence las tinieblas. La pandemia mundial de COVID-19 y la consecuente crisis económica, el fracaso de las estructuras políticas, económicas y sociales para proteger a los más débiles y vulnerables han subrayado la necesidad global de que una luz brille en las tinieblas. La estrella que brilló en Oriente hace dos mil años nos sigue llamando a acudir al pesebre, donde Cristo nace. Nos conduce allí donde el Espíritu de Dios está vivo y operante, a la realidad de nuestro Bautismo, y a la transformación de nuestros corazones.

La comunión que experimentamos en nuestra oración compartida debe inspirarnos a regresar a nuestra vida, a nuestras Iglesias y a nuestro mundo también por nuevos caminos.

Después de encontrarse con el Salvador y adorarlo juntos, los Magos regresaron a sus países por un camino distinto, habiendo sido advertidos en un sueño. Del mismo modo, la comunión que experimentamos en nuestra oración compartida debe inspirarnos a regresar a nuestra vida, a nuestras Iglesias y a nuestro mundo también por nuevos caminos. Transitar un camino distinto es una invitación al arrepentimiento y a la renovación de nuestra vida personal, de nuestras Iglesias y de nuestra sociedad. Seguir a Cristo es nuestro nuevo camino, y, en un mundo volátil y cambiante, los cristianos deben permanecer tan firmes y estables como las constelaciones y los planetas. Pero ¿qué significa esto en la práctica? Servir al Evangelio hoy exige el compromiso de defender la dignidad humana, especialmente en los más pobres, los más débiles y los marginados. Exige por parte de las Iglesias transparencia y responsabilidad en sus relaciones mutuas y en su relación con el mundo.

Significa que las Iglesias deben cooperar para proporcionar alivio a los afligidos, para acoger a los desplazados, para confortar a los abatidos y para construir una sociedad justa y honesta. Se trata de una llamada a que las Iglesias trabajen juntas, de manera que los jóvenes puedan construir un futuro conforme al corazón de Dios, en el que todos los seres humanos puedan experimentar la vida, la paz, la justicia y el amor. El nuevo camino entre las Iglesias es el camino de la unidad visible que buscamos con abnegación, valentía y audacia, hasta el día en que “Dios sea soberano de todo” (1 Co 15, 28).

SEMANA DE ORACIÓN POR LA UNIDAD DE LOS CRISTIANOS EN GRANADA

Hemos visto salir su estrella y venimos a adorarlo

Los obispos de la Subcomisión de Diálogo Interreligioso recuerdan en su mensaje para este semana de oración que la obediencia a la fe de la Iglesia impulsan el diálogo ecuménico, siendo este una parte esencial del anuncio de la Buena Noticia.   

Con el comienzo del nuevo año la tradicional Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos nos vuelve a interpelar, poniendo como un espejo ante nuestra vista la falta de unidad que nos aqueja, restando así significado a nuestra presencia en el mundo. El avance de la descristianización de Europa inquieta la conciencia de las Iglesias y Comunidades eclesiales, preocupadas por la pérdida de identidad cristiana del Occidente, cuya cultura y comprensión de la vida, del origen y destino del ser humano no podría entenderse sin la referencia de su propia historia al Evangelio.

La propuesta como lema y motivo de oración para este año de las palabras de los Magos preguntando por el nacimiento del rey de los judíos (cf. Mt 2, 2), viene a dar al Octavario una motivación que nos devuelve a la razón de ser de la Iglesia: anunciar el mensaje de salvación universal que el Resucitado confío a los apóstoles: “Id, pues, y haced discípulos a los habitantes de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, y enseñándoles a cumplir todo lo que yo os he mandado” (Mt 28, 19-20a). Nuestras dificultades para mantener la unidad visible de la Iglesia no pueden hacernos olvidar la urgencia del mandato de Cristo, porque la salvación es el destino universal de todos los seres humanos; y para que la salvación alcance a todos es preciso darles a conocer la verdad que se le ha confiado a la Iglesia.

Oración ecuménica en la iglesia de San Francisco en la diócesis de Granada. 

(…)  Hoy, emplazados ante la urgencia de la nueva evangelización, se constata que el cristianismo se recupera en los países que fueron sometidos a las ideologías totalitarias del pasado siglo XX, que ocasionaron sufrimientos inmensos, que llegaron a alcanzar a naciones enteras, en las cuales la prohibición de la práctica religiosa y la educación atea apartaron de la fe a las nuevas generaciones. Se trata de una recuperación, un objetivo irrenunciable de la nueva evangelización, que al mismo tiempo pugna por recobrar a cuantos en Occidente son víctimas de la ideología del materialismo relativista, que ha conducido a amplios sectores de la sociedad al agnosticismo y a la pérdida de la conciencia moral cristiana.

El movimiento ecuménico como fenómeno contemporáneo surgió como obra del Espíritu Santo, impulsando a las Iglesias y Comunidades eclesiales a afrontar las doctrinas, superar las condenas y aproximar a los cristianos, poniendo el mayor énfasis en cuanto les une para poder superar cuanto les separa.

Sin embargo, no podemos perder la esperanza de que el anhelo de trascendencia, que nunca abandona el alma humana, ayude a estos mismos sectores sociales a abrirse a la luz poderosa del Evangelio, simbolizada por la estrella que guio a los Magos hasta Jesús, porque la luz de Cristo sigue alumbrando las oscuridades de las personas y de los pueblos, sin que se extinga el hambre de Dios. No podemos perder la fe esperanzada en las palabras proféticas de Jesús resucitado, que alientan la acción evangelizadora a la que Dios nos convoca para dar testimonio de Cristo: “Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20b). La predicación evangélica, por su mismo destino universal, personificado en los Magos de Oriente, que se postraron en adoración ante Jesús, proclama el carácter universal de la salvación que el Hijo de Dios vino a traer a la tierra, y esa universalidad mira tanto a los países de misión como a las sociedades de los países antes cristianos y hoy en la frontera del indiferentismo, donde tanto han disminuido las comunidades cristianas confesantes y de práctica religiosa.

Ceremonia inaugural de la cesión de la iglesia de San Bartolomé para la comunidad cristiana ortodoxa rusa.

El movimiento ecuménico como fenómeno contemporáneo surgió como obra del Espíritu Santo, impulsando a las Iglesias y Comunidades eclesiales a afrontar las doctrinas, superar las condenas y aproximar a los cristianos, poniendo el mayor énfasis en cuanto les une para poder superar cuanto les separa. El camino propuesto por los grandes apóstoles del ecumenismo ha sido, con todo acierto, la llamada a la conversión a Cristo y al encuentro de todos los bautizados en la adhesión a la divina persona de nuestro Redentor como fundamento de la comunión deseada. Todos hemos de ser conscientes de que lo acontecido en Cristo, su Pasión, muerte y Resurrección, están en el centro de nuestra fe, así atestiguado por las Escrituras, como el mismo Jesús resucitado expuso a los discípulos, desconcertados por los acontecimientos del Calvario, dejándoles el mandato de la misión cristiana como mensaje y tarea, porque con su muerte y Resurrección estaba escrito “también que en su nombre se ha de dejemos llevar por él a Jesús, porque el Espíritu recibe de Jesús lo que viene del Padre y lo da a conocer (cf. Jn 16, 13-15).

El año pasado quisimos poner el acento en la dimensión espiritual del ecumenismo y la necesidad de suplicar a Dios todos los cristianos la unidad deseada por Cristo para su Iglesia. Este año queremos poner el acento en el alcance universal del anuncio de la salvación en Cristo y, por tanto, en el carácter misionero de un ecumenismo que no pierda de vista el fin último de la evangelización: la congregación en una sola Iglesia de los pueblos y las naciones, meta a la que tiende la acción misionera de la Iglesia en el mundo, cuyo culmen es la celebración de la eucaristía.

Con esta intención, tenemos muy presentes a los cristianos representados en el Consejo de Iglesias del Oriente Próximo, con sede en Beirut, la capital de un país como El Líbano, en otro tiempo próspero y modelo de convivencia entre las religiones no cristianas y las confesiones cristianas de ritos diversos, un país y una nación hoy sometida a la inestabilidad política y atormentada por la violencia de la guerra y las acciones terroristas. Fueron los cristianos del Próximo Oriente los que eligieron el lema y motivación de la próxima Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos, y prepararon y trabajaron el esbozo y posible desarrollo de los materiales.

La nueva evangelización es tarea de todos, y la misión requiere hoy de las Iglesias y Comunidades un trabajo de conjunto

(…) Sin renunciar a la búsqueda permanente del acuerdo sobre la fe que creemos, si ocupamos el tiempo debatiendo la solución de nuestras desuniones y descuidamos el anuncio de la salvación en Cristo tampoco llegaremos a alcanzar la unidad visible que Cristo quiso para su Iglesia. En la medida en que nuestra obediencia en la fe a su mandato sea más fiel a la voluntad de nuestro Redentor, en esa misma medida el crecimiento de la Iglesia y su implantación en el mundo ayudarán a reconstruir la unidad perdida de los cristianos. La nueva evangelización es tarea de todos, y la misión requiere hoy de las Iglesias y Comunidades un trabajo de conjunto. Jesús, despidiéndose de sus apóstoles les dijo que contamos para la misión con el mayor bien divino, que es el “don prometido por mi Padre (...), la fuerza que viene de Dios” (Lc 24, 49). El Octavario ha de intensificar la oración al Espíritu Santo para que todos los  cristianos nos de nuestra carne, proclamó el reino de Dios y la conversión definitiva a Dios revelado en su divina persona humanada. En comunión con nuestra carne sufrió la Pasión y la cruz y resucitó de entre los muertos. La Tierra Santa desde muy pronto vio crecer las comunidades cristianas y la Iglesia madre de Jerusalén se convirtió desde el origen en referencia de la Iglesia universal. Su sociología desde hace más de medio siglo se ha visto progresivamente reducida, a causa de los conflictos bélicos del escenario geopolítico del Oriente Próximo, por la emigración y la huida de tantos miles de refugiados que han buscado en Occidente una seguridad de vida que les permita mantener su propia identidad.

Oración por la Unidad de los Cristianos en la iglesia de Fray Leopoldo de los capuchinos.

Los obispos católicos de Europa no han dudado en promover una comisión de ayuda y respaldo a los cristianos de Tierra Santa. Recibamos con espíritu ecuménico, y abierto a la paz de las religiones en el Oriente Próximo, la orientación que nos proporciona la introducción a los materiales del Octavario de este año, a los que el grupo internacional ha dado forma. Por ello queremos terminar nuestro mensaje haciendo nuestras las palabras con las que el grupo exhorta a los cristianos a tener presentes a nuestros hermanos del Oriente: “Hoy, más que nunca, el Próximo Oriente necesita una luz celestial para acompañar a su pueblo. La estrella de Belén es la señal de que Dios camina con su pueblo, siente su dolor, escucha su grito y le muestra compasión (...). El camino de la fe es este caminar con Dios que siempre vela por su pueblo y que nos guía por las complejas sendas de la historia y de la vida”.

Obispos de la Subcomisión para las
Relaciones Interconfesionales
y Diálogo Interreligioso