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Textos
2 de enero de 2022
Nº 1403 • AÑO XXX

Villancico de San Efrén  

"La tierra se hizo un nuevo cielo"

Publicamos la segunda parte de los villancicos de San Efrén el Sirio, que exalta el misterio de la Iglesia durante el tiempo de Navidad.

¡Dichosa tú, Efrata, madre de reyes,
Que de ti se ha manifestado el Señor de las coronas!
Miqueas ya te había anunciado que él era desde siempre,
y que la extensión de sus tiempos era inabarcable.
¡Dichosos tus ojos, que le recibieron antes que nadie!
Él te hizo digna de verle cuando se manifestó:
tú has recibido antes que nadie la primera de las bendiciones,
el comienzo de las alegrías.[1]

¡Dichosa tú, Belén! Te envidian las ciudades amuralladas
y las plazas fuertes.
Como de ti, han tenido envidia de María las mujeres
y las vírgenes nobles.
¡Dichosa la muchacha que él hizo digna de ser su morada,
y la aldea que él hizo digna de ser su habitación!
Una muchacha despreciada, y una pequeña aldea
escogió para humillarse.[2]

¡Dichosa tú, Belén, porque en ti tuvo un principio
el Hijo que estaba en el Padre desde siempre!
¡Qué difícil de entender! El que es antes que los tiempos
en ti se sometió a sí mismo al tiempo.
¡Dichosos tus oídos, porque en ti la primera
 balaba y brincaba de gozo el Cordero de Dios!
En tu pesebre se hizo pequeño, pero se ha extendido a todas las criaturas,
y es adorado en todas partes.

¡Dichosa tú también, María, porque tu nombre
es grande y ensalzado gracias a tu Hijo!
Sólo tú puedes decir cómo y de qué manera,
y dónde ha habitado en ti el Grande que se hizo pequeño.
¡Dichosa tu boca, que daba gracias sin indagar más de lo debido,
y tu lengua, que alababa sin ponerse a investigar con la dialéctica!
Si su madre se extraviaba con él, y eso que le llevaba en el seno,
¡quién podrá abarcarle!

¡Mujer que ningún hombre ha podido conocer![3]
¿Cómo podremos ver al Hijo que diste a luz?
Los ojos no son capaces de sostener la mirada
en los cambios de la gloria que tiene sobre sí.
Lenguas de fuego habitan en él,
pues envió lenguas de fuego después de su ascensión.
Que toda lengua se guarde: que nuestra investigación es paja,
y fuego es lo que aguarda a nuestra indagación imprudente![4]

Aquel príncipe de los ángeles, Gabriel, te dio el saludo de paz,
como prenda de santidad.
La tierra se hizo un nuevo cielo,
cuando los ángeles descendieron a alabar en ella.
Los hijos de lo alto rodearon tu morada,
por el Hijo del Rey que habitaba en ti.
Con los ángeles, has hecho que tu casa de aquí abajo
se pareciera al cielo de lo alto.[5]

¡Dichoso el sacerdote, que en el santuario
ofreció al Padre el Hijo del Padre!
Fruto cosechado en nuestro árbol,
aunque todo él provenía de la Majestad divina.
¡Dichosas sus manos, santificadas al ofrecerle,
y sus blancos cabellos, que rejuvenecieron al abrazarle!
El Espíritu en el Templo corrió hacia él cuando vino,
y cuando fue crucificado, rasgó el velo y se marchó![6]


[1] En Efrata (otro nombre para decir “Belén”), nació David, y también Cristo.  

[2] El comienzo de la estrofa es un eco paradójico de Mi 5, 1, que llama a Belén “la más pequeña de las ciudades de Judá”. Igualmente María, la muchacha “despreciada”, sería “bendita entre las mujeres” (Lc 1, 42), y será llamada “dichosa” por todas las generaciones” (Lc 1, 48).

[3]  El envío de las “lenguas de fuego” se refiere a Pentecostés, véase Hch 2, 3. El fuego es, en el contexto de San Efrén, “la materia” que expresa lo divino El texto del último verso está un tanto corrompido, pero el sentido ha de ser semejante a la versión que damos.

[4] Esta estrofa viene en los manuscritos después de la que sigue, pero su hogar Mica sería este.

[5] La estrofa se refiere a la presentación de Jesús en el Templo por el anciano Simeón.

[6] El texto de San Lucas no dice en ningún momento que Simeón fuese sacerdote, aunque así lo ha interpretado la tradición cristiana. Véase Lc 2, 27 la idea de que el Espíritu sale al encuentro de Jesús en la Presentación en el templo y Mc 15, 38p. para el rasgarse del velo del templo en la crucifixión. Allí el evangelio no dice que el Espíritu abandonase el templo.