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Cultura
2 de enero de 2022
Nº 1403 • AÑO XXX

Cambio de cultura

La forja de la amistad cívica

Ofrecemos esta reflexión sobre cómo se genera una cultura nueva capaz de un diálogo verdadero, a la luz de algunas reflexiones de la encíclica Fratelli Tutti. 

La vida política española ha alcanzado unos niveles de aspereza y desconfianza inéditos desde la Transición. Y no es casualidad que esto suceda en un momento en el que varias fuerzas políticas cuestionan aquel proceso histórico que podríamos caracterizar, con palabras del Papa Francisco en su encíclica Fratelli tutti, como un verdadero triunfo de la amistad cívica. En aquel momento prevaleció la realidad sobre la ideología, la altura de miras sobre el cálculo rastrero, la paciencia sobre la pulsión violenta, la conciencia de que la política no es la salvación sino una herramienta para la convivencia en libertad, caminar junto al diferente en lugar de asaltar el Palacio de Invierno. Necesitamos recordar todo aquello, pero no cultivar una nostalgia estéril.

Los agentes estrictamente políticos tienen que abrirse al diálogo con estas realidades sociales para no convertirse en zombis, para renovarse y tocar tierra.

Más que lamentaciones, lo que necesitamos en estos momentos es un cambio de cultura, y precisamente la encíclica Fratelli tutti ofrece apuntes muy interesantes para forjar ese cambio. Primero se debe dar el protagonismo de las familias y de las comunidades. Los agentes estrictamente políticos tienen que abrirse al diálogo con estas realidades sociales para no convertirse en zombis, para renovarse y tocar tierra. 

Segundo, la educación: no hemos sido diligentes a la hora de transmitir con razones y con pasión el gran legado de la Transición a las nuevas generaciones, pero empecemos desde ahora a sembrar una conciencia nueva de lo que significa «la roca del bien común». 

Tercero, toca suscitar una alianza entre el mercado, el Estado y la sociedad civil, superando estériles contraposiciones: necesitamos más sociedad y mejor Estado. 

Cuarto, cuidar las instituciones, porque su erosión únicamente conduce a la arbitrariedad y a la inseguridad, que padecen sobre todo los más vulnerables. 

A todo eso puede y debe contribuir la Iglesia con humildad y sin complejos, con una pasión por la ciudad común que no tiene nada que ver con pretensiones de hegemonía, pero que tampoco acepta ser confinada en sus recintos.

José Luis Restán
Publicado en Alfa y Omega
30 de diciembre de 2021