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Signo y Gracia
5 de diciembre 2021
Nº 1399 • AÑO XXX

Teología de los sacramentos

Cristo: Sumo, Eterno y Único Sacerdote

En la carta a los Hebreos el sacerdocio de Cristo es un tema clave: sacerdocio verdadero, perfecto y eterno, comenzado en la encarnación, actuado en toda la vida terrestre de Cristo y perpetuado en el cielo.

 Los temas claves de la carta: el pueblo de Dios peregrinante; el pueblo de Dios, comunidad cultual; Cristo, el Hijo de Dios, Sumo, eterno y único Sacerdote, cabeza y guía de esta comunidad peregrinante y cultual; la vida moral de los cristianos en comunión con la acción san­tificadora y cultual de Cristo, su cabeza; la liturgia del Antiguo Testamento como figura y sombra de la santificación y del culto de Cristo y en Cristo; la presencia actual y permanente de la liturgia celeste de Cristo en el culto y en la vida de los cristianos, etc.

Centro de esta perspectiva es el tema del sacerdocio de Cristo, sacerdocio verdadero, perfecto y eterno, comenzado en la encarnación, actuado en toda la vida terrestre de Cristo, principalmente en el Gól­gota y perpetuado eternamente en el cielo, sacerdocio eterno que se proyecta continua y eficazmente sobre la tierra para cuantos se adhieren a Cristo en la fe y en la vida cristiana.

Este es “el punto capital” que el autor quiere explicar a los destinatarios de su carta: el sacerdocio de Cristo en sus tres características de inmortalidad, eternidad y unicidad:

  • Que “tenemos un Pontífice que está sentado a la derecha del trono de la Majestad de los cie­los, ministro del santuario y del tabernáculo verdadero, hecho por el Señor, no por un hombre” (8,1ss) (Sacerdocio).
  • Que “no tiene principios de días ni fin de vida” (7,3). (Inmortalidad).
  • Que es “sacerdote para siempre” (6,20; 7,17) (Eternidad).
  • Que “posee un sacerdocio intransferible a causa de subsistir perpetuamente, a diferencia de los sacerdotes judíos, que eran muchos porque la muerte les impedía perdurar» (7,23ss) (Unicidad).

De la inmortalidad de Cristo se deduce la eternidad de su sacerdocio, y de la eternidad su unicidad. En la nueva Alianza ya no hay muchos sacerdotes; solamente hay uno, Sumo y Eterno Sacerdote, porque Cristo vive eternamente después de su resurrección. Su mediación sacerdotal no cesó con la muerte, sino que permanece para siempre (6,20; 7,3.16ss; 21.24ss 28; 13,8).

Los sacerdotes de la Iglesia no poseen una participación distributiva en el sacerdocio de Cristo, sino una participación potestativa. No son respecto a Cristo “sucesores” sino “representantes”. Cristo con­serva eternamente desde el cielo el ejercicio de su único sacerdocio. La multiplicidad de sumos sacerdo­tes y sacrificios (9,25; 10,11) manifiesta la imperfección del sacerdocio levítico (7,24; 9,25; 10,1-5.11); la unicidad del Sumo Sacerdote del N. T., Cristo, y de su sacrificio tiene su razón de ser, por otra parte, en la perfección de su sacerdocio. Cristo es el Sumo Sacerdote de la Nueva Alianza, porque es el sacer­dote perfecto y eterno (7,16.24ss.28); ofreció sacrificio “una sola vez para siempre” (7,27ss; 9.12-14.28; 10,10.12-14). Una sola vez apareció el Hijo de Dios en el mundo (9,26); una sola vez murió Cristo, como una sola vez mueren los hombres (9,27ss; 7,27; 1 P 3,18); una sola vez entró en el cielo “con su propia sangre” (Heb. 9,12).

La mediación sacerdotal de Cristo tiene lugar “una sola vez para siempre”.

Entre los cristianos sólo existe una santificación (la realizada en ellos por Cristo); un culto (el ofrecido por ellos y con ellos por Cristo) y un liturgo: Cristo.

Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano