INICIO
Textos
28 de noviembre de 2021
Nº 1398 • AÑO XXX

Cardenal Kurt Koch
Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos

Lucha apasionada por la unidad de la Iglesia

“¿Cuán largo es el camino ‘que aún nos queda por recorrer’, o más exactamente: ‘¿qué nos separa aún de ese bendito día en que se alcanzará la plena unidad en la fe y podremos celebrar juntos y de común acuerdo la Santa Eucaristía del Señor?’”. Extracto de las palabras de Kurt Koch, del Pontificio Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos, en su intervención el 24 de noviembre, en el Simposio de Teología Histórica, que se celebra en Valencia, organizada por la Facultad de Teología San Vicente Ferrer. 

Con esta pregunta, el Papa Juan Pablo II abre su encíclica sobre el ecumenismo, Ut unum sint, que publicó hace un cuarto de siglo. Esta conmemoración merece una atención especial no solo porque es la primera vez en la historia que un Papa escribe una encíclica exhaustiva sobre el ecumenismo, sino también porque ha sido una importante preocupación del Papa, treinta años después del Concilio Vaticano II, reafirmar su compromiso con el movimiento ecuménico y recordar su importante texto magisterial sobre el ecumenismo, Unitatis redintegratio, en la convicción con la que el Papa Juan Pablo II abre su encíclica Ut unum sint. El Papa Juan Pablo II abre su encíclica afirmando: “Con el Concilio Vaticano II, la Iglesia católica se ha comprometido irreversiblemente a emprender el camino de la búsqueda del ecumenismo, escuchando al Espíritu del Señor que nos enseña a leer atentamente los ‘signos de los tiempos’”.

Esta convicción muestra que el Papa Juan Pablo II estaba fuertemente influenciado en su compromiso ecuménico por el Concilio Vaticano II, en el que él mismo participó como cardenal, que vivió como un hito en la renovación de la Iglesia, que para él tenía “algo de la fiesta de Pentecostés”, que apreciaba como un gran regalo para la Iglesia y que representaba para él la brújula segura “para orientarnos en el camino del siglo que ahora comienza”. La influencia del Concilio en el cardenal Karol Wojtyla se manifiesta también en sus esfuerzos por aplicarlo en la diócesis de Cracovia (Polonia), que le fue confiada en su momento, y en su “Estudio sobre la realización del Concilio Vaticano II, con el significativo título de Fuentes de renovación, en el que hizo hincapié en el ecumenismo: “El surgimiento de la actitud ecuménica y su desarrollo ordenado son, según la enseñanza del Concilio Vaticano II, uno de los principales signos y al mismo tiempo una de las pruebas de la renovación de la Iglesia”.

Cardenal Kurt Koch.

Una razón aún más profunda del compromiso ecuménico del Papa Juan Pablo II habrá que percibirla en su convicción de que, tras el primer milenio de la historia cristiana, que fue el tiempo de la Iglesia indivisa, y tras el segundo milenio, que provocó profundas divisiones en la Iglesia, tanto en Oriente como en Occidente, el tercer milenio tendrá la gran tarea de restaurar la unidad perdida.

El Papa Juan Pablo II expresó esta esperanza ya en 1994, en su libro (escrito personalmente) Cruzando el umbral de la esperanza, en vista de la conmemoración de los dos mil años del nacimiento de Jesucristo, con las conmovedoras palabras: “Como mínimo, debemos acercarnos al año 2000 en mayor unidad y con mayor disposición; debemos estar preparados en mayor medida para seguir el camino de esa unidad por la que Cristo oró en la víspera de su pasión. El valor de esta unidad es enorme. Se trata, en cierto sentido, del futuro del mundo; se trata del futuro del Reino de Dios en el mundo”. El Papa Juan Pablo II también vivió su ministerio como Obispo de Roma con esta convicción. Desde el primer día de su pontificado, se comprometió con el acercamiento ecuménico entre los cristianos, entendió desde el principio su servicio a la unidad más allá de la Iglesia católica, también como un servicio a la mayor unidad ecuménica de todos los cristianos, y declaró la tarea ecuménica como una de sus prioridades pastorales. Pues se ha convencido de que el ministerio encomendado al sucesor de Pedro es el de la unidad y que encuentra “su explicación muy especial” en el ámbito del ecumenismo.

En fidelidad al Concilio Vaticano II, fue también una importante preocupación del Papa Juan Pablo II consolidar en el Derecho canónico la eclesiología del Concilio y, por tanto, también la obligación de toda la Iglesia a participar en el movimiento ecuménico.

En esta actitud fundamental, el Papa Juan Pablo II en su encíclica Ut unum sint, dedicó una reflexión clarividente al ministerio de la unidad, confiado de manera especial al Obispo de Roma, e invitó a toda la comunidad ecuménica a entablar con él un “diálogo paciente y fraterno”(sobre el primado del Obispo de Roma), con el fin de encontrar una forma de ejercicio del primado “que, sin renunciar en absoluto a lo esencial de su misión, se abra a una nueva situación”, más precisamente que “sea capaz de realizar un servicio de amor reconocido por unos y otros”.

Concilio Vaticano II.

En fidelidad al Concilio Vaticano II, fue también una importante preocupación del Papa Juan Pablo II consolidar en el Derecho canónico la eclesiología del Concilio y, por tanto, también la obligación de toda la Iglesia a participar en el movimiento ecuménico. Por ello, quiso poner en relación la eclesiología conciliar con la codificación del Derecho eclesiástico universal, también y especialmente en lo que se refiere a la responsabilidad ecuménica. Para él, el objetivo de restaurar la unidad de los cristianos fue uno de los motivos decisivos para la promulgación del nuevo Codex Iuris Canonicien 1983 y del Codex Canonum Ecclesiarum Orientaliumen 1990, ambos contienen un compromiso legal explícito de la Iglesia Católica de participar en el movimiento ecuménico.

La encíclica Ut unum sint del Papa Juan Pablo II es uno de sus muchos esfuerzos ecuménicos. Como su estrecho colaborador, el cardenal Joseph Ratzinger juzgó que el Papa Juan Pablo II había puesto en conocimiento de la Iglesia, con “toda la pasión de su voluntad ecuménica”, la “búsqueda de la unidad de los bautizados según el mandato del Señor, según la lógica interna de la fe enviada al mundo por Dios como fuerza de unidad”. Justificó este compromiso con las siguientes palabras: “Desde el principio, el Papa sintió la división de la cristiandad como una violación que le afectaba muy personalmente, hasta el punto de sufrir físicamente”; y por ello consideró que era “su tarea hacer todo lo posible para lograr un giro hacia la unidad”. Por eso puso toda su pasión ecuménica en este texto.