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Signo y Gracia
28 de noviembre de 2021
Nº 1398 • AÑO XXX

Teología de los sacramentos

Jesús: Profeta y Sacerdote

Los Evangelios nunca aplican a Jesús el título de profeta ni de sacerdote, pero Jesús tuvo conciencia de ser ambas cosas, y el pueblo y la comunidad creyente así lo reconocen.  

Al recoger Jesús la herencia del “Siervo” de Isaías su semblanza tiene que ser al mismo tiempo profética (Lc 4,17-21; Is 61,1ss) y sacerdotal (Mt 20, 28; Is 53,12).

Si negamos toda distinción real entre las funciones de la misión de Cristo, no es solo porque estén desempeñadas por la misma persona en coyunturas distintas. Cristo es, al mismo tiempo, Sacerdote, Profeta y Rey, a través de los mismos actos y en las mismas ocasiones, que es una cosa (sacerdote, profeta o rey) siendo las otras y precisamente por serlo.

El sacerdocio de Cristo es eminentemente profético. Desde luego, no desempeñado al margen de la mejor tradición veterotestamentaria, pero sí al margen y en contra, de la institución cultual de su tiempo. Con otras palabras: es un culto ofrecido en la vida y en los hechos, no en el Templo ni en los ritos.

Por lo que se refiere a su función real, Cristo adquiere su señorío a regañadientes de los fariseos y con antelación a la fe personal de los suyos, cuando en la cruz rinde al Padre, como sacerdote, el sacrificio cultual de su sangre en redención de las personas. No deja de ser curioso que el título de Rey, no admitido por Cristo con anterioridad, le sea otorgado con pleno derecho por Pilato como causa de su muerte. A su vez, su exaltación gloriosa, como Señor del universo, le pone en condiciones de ejercer su sacerdocio eterno en la liturgia de la Jerusalén celeste (Heb 7,25; 8,1; 9,12).

Considerando el paralelismo entre Cristo y la Iglesia, con todos los matices necesarios, tendremos que admitir la realidad de la fusión que se da entre las tres funciones (profética, litúrgica y hodegética) de la única misión de la Iglesia y, como consecuencia, la urgencia de que esto aparezca así a los ojos del mundo con coherencia testimonial. La Iglesia, al mismo tiempo que anuncia proféticamente la salva­ción cristiana en la celebración de los sacramentos, ejerce su sacerdocio sacramental en el compromiso ético-profético en medio del mundo. Simultáneamente realiza en la historia el señorío de Cristo en la celebración de su liturgia y en su denuncia profética.

CRISTO ÚNICO SACERDOTE DE LA NUEVA ALIANZA
Para el autor de la carta a los Hebreos, una de las diferencias más importantes entre el culto judío y el cristiano está en que en el culto cristiano existe un solo sacerdote, un solo liturgo: Jesucristo.

La Carta a los Hebreos es una reflexión destinada a un grupo de sacerdotes y levitas hebreos conver­tidos a Cristo y que, en medio de las dificultades de la persecución, añoraban el esplendor ritual de la liturgia judía frente a lo que pudiera parecerles una sobriedad ascética de la nueva religión cristiana, que proclamaba el valor cúltico de la pobreza, de la caridad y de la justicia y la supremacía de la mise­ricordia sobre los sacrificios (Mc 12,33).

Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano