17 de octubre de 2021
1392 • AÑO XXIX

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Siervo de Dios Diego Hernández González

Abrasado por el Corazón de Jesús

El Siervo de Dios, Diego Hernández González, fue un sacerdote diocesano que mostró una gran caridad y devoción hacia el Sagrado Corazón de Jesús durante los años de persecución religiosa en España. Ahora que la Santa Sede acaba de autorizar la promulgación de sus virtudes heroicas, recordamos su vida ejemplar.

El Siervo de Dios Diego Hernández González nació en Javalí Nuevo, pueblo de la región de Murcia, el 25 de diciembre de 1914. Recibió el Bautismo en su Parroquia de la Purísima Concepción el 4 de enero de 1915. Sus padres, Ginés y Valentina, agricultores y de intensa vida cristiana, tuvieron ocho hijos de los que Diego ocupaba el segundo lugar.

A los 10 años de edad, ingresó en el Seminario diocesano de san Fulgencio de la ciudad de Murcia. Francisco López, seminarista con el Siervo de Dios, recuerda que “en el Seminario destacó siempre por su vida de piedad y estudio, su vida de oración y disciplina, su aprovechamiento escolar. En este tiempo, por mi proximidad y cercanía a él, puedo afirmar que impactaba su recogimiento y humildad. Puedo y debo manifestarlo así porque, en mis dos primeros años en el Seminario, estuve como a su cuidado y confianza”.

LA QUEMA DEL SAGRADO CORAZÓN
Al comenzar la guerra civil española, en medio de la persecución religiosa, prendieron fuego a la iglesia parroquial de Javalí Nuevo, la cual dista pocos metros de la casa natal del joven seminarista Diego. Su hermana Loreto recuerda lo ocurrido: “al comienzo de la guerra civil, el 18 de julio de 1936, un albañil abrió un boquete en la Iglesia parroquial apartando el Sagrado Corazón. Entraron otros hombres y después de rociar con gasolina la Iglesia, le prendieron fuego. Como debajo del Corazón de Jesús estaba el Sagrario, porque el párroco al estar enfermo decía allí la Misa, a toda prisa Diego entró por el mismo boquete abierto y quemándose sacó el Santísimo Sacramento del Sagrario.  Lo dejó en la casa del Párroco. Al tiempo después de la guerra, la persona que había rociado la Iglesia estando para morir se confesó con él”.

Ginés, su padre, envió al Siervo de Dios a la casa de su tía Cesárea, en Ribera de Molina, temiendo que fueran a buscarle y tomarlo preso. Durante ese tiempo pintó un cuadro del Sagrado Corazón de Jesús. Aún tenía muy viva en su retina la reciente experiencia. Cada pincelada, probablemente, le recordaba su parroquia en llamas. Aunque a decir verdad, era otra su vivencia. La providencia divina le había introducido, de una manera inesperada, en el ardiente y amoroso Corazón de Cristo, cuya devoción mantuvo y difundió durante toda su vida. “Vamos a darnos al Corazón de Jesús. Mirando esa imagen: con una mano señalando su Corazón, sagrario donde deberíamos pasar el día”. Pero sobre todo, dejó una huella interna imborrable: un amor ardiente a Jesucristo y su presencia en el Sagrario. “Cristo en la Eucaristía es fuego que consume y unifica. Es el amor de Dios en acto”.

Normalmente el Siervo de Dios se refiere a la presencia de Jesús Eucaristía señalando hacia el Sagrario. “Siempre que vea un Sagrario no deje de visitarlo. Puede hacer esto siempre también esto desde su casa, poniéndose de rodillas un momento mirando al Sagrario”. Conoce por experiencia que merece la pena estar dispuesto a perder la vida por Cristo vivo y concreto en el Sagrario: “¡Qué olvidado que está el Sagrario y la casa del Señor en todas partes!”, y ahí “nos espera Jesús para contestar a nuestras dudas, alentarnos, curarnos, fortalecernos y consolarnos”. Presencia del corazón palpitante de Jesucristo, fuente de confianza y de paz, llamada a la imitación y seguimiento: “Quiero imitar a Jesús en el Sagrario”, que se convierte en impulso para comunicar a otros la fe: “Qué hermosa es la vida del silencio con Jesús en el Sagrario. Allí está la fecundidad de la vida espiritual. Hablo mucho más de lo que debo, callar y mirar a Jesús”. 

PRESO EN GRANADA
A los pocos días fue detenido y encarcelado en el templo parroquial recién abrasado. El 30 de noviembre de 1936, ingresa detenido en la Prisión Provincial de Murcia. 29 de enero de 1937 es juzgado por un Tribunal popular que lo condenó a tres años de trabajo obligatorio. El 30 de febrero es conducido al Campo de Trabajo situado en el Seminario diocesano de Orihuela, que habían convertido en una cárcel. Con ejemplar entereza y espíritu evangélico soportó toda clase de sufrimientos.

Al tiempo, fue trasladado al Batallón disciplinario de Trabajo en Huéscar, más tarde a Baza y por fin a los cerros de las Alpujarras para realizar una carretera en trabajos forzados, donde se vio amenazado de muerte en varias ocasiones. Terminada la guerra civil reanudó su formación sacerdotal, dando muestras evidentes de perdón hacia todos los que le habían hecho sufrir.

“Señor, dame vocación de mártir,
para ser quemado todo en tu gloria”

Tras la guerra, ocupó el cargo de párroco en Santa María de Villena, en Alicante, por entonces perteneciente a la diócesis de Murcia. La gente, al verle con el rostro tostado por el sol y algo estropeado físicamente, un día dijeron a su hermana Pura: "cuando llegó D. Diego decíamos -este cura parece un pastor-, pero cuando le oímos hablar cambiamos de opinión diciendo -¡vaya un pastor! No del campo, sino de las almas-".

Venían de otras parroquias a oír sus homilías, formó la Acción Católica con sus cuatro ramas, la Adoración Nocturna, grupos catequéticos... Fue nombrado Consiliario de la Acción Católica del centro interparroquial de Villena el día 13 de junio de 1949. A los jóvenes los reunía en lo que llamaba “cenáculos”, grupos de profundización del Evangelio donde se entrelazaban el estudio, la oración, el apostolado y la caridad.

Su casa, la cual siempre estaba dispuesta para acoger a cualquier sacerdote, fue convictorio de sacerdotes jóvenes que trabajaban por aquellas parroquias. También aquí fue tomado como director espiritual por muchas almas. Su vida sacerdotal de oración, penitencia, Sagrario, de predicación bien preparada y sobre todo de buen ejemplo llevó a muchos a decir: “como éste hay pocos” y "D. Diego practicó todas las obras de misericordia".

PURIFICADO EN EL DOLOR
El crisol purificador de las enfermedades no podía faltar a un espíritu enteramente centrado en Dios, y así, a partir del infarto del 29 de septiembre de 1963, siguieron otras dolencias: a principios de 1964 es operado de vesícula, 4 de noviembre de 1971 es operado de próstata; enferma de hepatitis tóxica por una transfusión de sangre el 28 de diciembre de 1971, pasa un mes en un hospital de Murcia y está en Javalí recuperándose hasta junio de 1972 que vuelve al Seminario para despedir el curso de los seminaristas y así siguió trabajando de manera incansable hasta su inesperada muerte.

Terminada su última Misa, el domingo 25 de enero, se le rompió el cáliz que era en su exterior de barro, se fundió la bombilla del Sagrario de la sencilla iglesia parroquial de Rabasa, y en la cena con los seminaristas partió una barra de pan en unos trozos por ser imprevisiblemente la última de la despensa. Había sido un domingo lleno de actividad apostólica. Después de escribir algunas cartas, poco antes de la medianoche sintiéndose con un dolor intenso en el corazón, un vecino con un seminarista le trasladó al Sanatorio Perpetuo Socorro de Alicante donde murió en la madrugada del lunes 26 de enero de 1976. Era el día de S. Timoteo, discípulo de San Pablo.

Su causa de canonización fue introducida el 25 de enero de 2002. Testimonios de favores espirituales y materiales se atribuyen a su intercesión, así como algunas curaciones supuestamente inexplicables.