17 de octubre de 2021
1392 • AÑO XXIX

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Comunión, participación y misión

Por una Iglesia sinodal

La Iglesia se prepara para el “Sínodo de la sinodalidad” convocado por el Santo Padre Francisco. Un amplio proceso de consulta que implicará a todas las iglesias locales, en sus pastores y fieles. El final de este minucioso trabajo de escucha y discernimiento no es producir documentos pastorales sino, en palabras del Santo Padre, “hacer florecer esperanzas, estimular la confianza, vendar heridas, entretejer relaciones, aprender unos de otros, y crear un imaginario positivo que ilumine las mentes, enardezca los corazones, dé fuerza a las manos”. Ofrecemos por su interés un extracto del documento preparatorio del Sínodo.

La Iglesia de Dios es convocada en Sínodo. El camino, cuyo título es Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión, se iniciará solemnemente el 9-10 de octubre del 2021 en Roma y el 17 de octubre siguiente en cada Iglesia particular. Una etapa fundamental será la celebración de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, en el mes de octubre del 2023, a la cual seguirá la fase de actuación, que implicará nuevamente a las Iglesias particulares (cf. EC, art. 19-21).

Con esta convocatoria, el Papa Francisco invita a toda la Iglesia a interrogarse sobre un tema decisivo para su vida y su misión: “Precisamente el camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio”. Este itinerario, que se sitúa en la línea del “aggiornamento” de la Iglesia propuesto por el Concilio Vaticano II, es un don y una tarea: caminando juntos, y juntos reflexionando sobre el camino recorrido, la Iglesia podrá aprender, a partir de lo que irá experimentando, cuáles son los procesos que pueden ayudarla a vivir la comunión, a realizar la participación y a abrirse a la misión.

  1. Una pregunta fundamental nos impulsa y nos guía: ¿cómo se realiza hoy, a diversos niveles (desde el local al universal) ese “caminar juntos” que permite a la Iglesia anunciar el Evangelio, de acuerdo a la misión que le fue confiada; y qué pasos el Espíritu nos invita a dar para crecer como Iglesia sinodal?

El camino de la sinodalidad es el camino que Dios espera de la Iglesia del tercer milenio

Enfrentar juntos esta cuestión exige disponerse a la escucha del Espíritu Santo, que, como el viento, “sopla donde quiere: oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va” (Jn 3,8), permaneciendo abiertos a las sorpresas que ciertamente preparará para nosotros a lo largo del camino. De este modo, se pone en acción un dinamismo que permite comenzar a recoger algunos frutos de una conversión sinodal, que madurarán progresivamente. Se trata de objetivos de gran relevancia para la calidad de vida eclesial y para el desarrollo de la misión evangelizadora:

  • hacer memoria sobre cómo el Espíritu ha guiado el camino de la Iglesia en la historia y nos llama hoy a ser juntos testigos del amor de Dios;
  • vivir un proceso eclesial participado e inclusivo, que ofrezca a cada uno – en particular a cuantos por diversas razones se encuentran en situaciones marginales – la oportunidad de expresarse y de ser escuchados para contribuir en la construcción del Pueblo de Dios;
  • reconocer y apreciar la riqueza y la variedad de los dones y de los carismas que el Espíritu distribuye libremente, para el bien de la comunidad y en favor de toda la familia humana;
  • experimentar modos participados de ejercitar la responsabilidad en el anuncio del Evangelio y en el compromiso por construir un mundo más hermoso y más habitable;
  • examinar cómo se viven en la Iglesia la responsabilidad y el poder, y las estructuras con las que se gestionan, haciendo emerger y tratando de convertir los prejuicios y las prácticas desordenadas que no están radicadas en el Evangelio;
  • sostener la comunidad cristiana come sujeto creíble y socio fiable en caminos de diálogo social, sanación, reconciliación, inclusión y participación, reconstrucción de la democracia, promoción de la fraternidad y de la amistad social;
  • regenerar las relaciones entre los miembros de las comunidades cristianas, así como también entre las comunidades y los otros grupos sociales, por ejemplo, comunidades de creyentes de otras confesiones y religiones, organizaciones de la sociedad civil, movimientos populares, etc.;
  • favorecer la valoración y la apropiación de los frutos de las recientes experiencias sinodales a nivel universal, regional, nacional y local (…) 

5. Una tragedia global como la pandemia del COVID-19 “despertó durante un tiempo la consciencia de ser una comunidad mundial que navega en una misma barca, donde el mal de uno perjudica a todos. Recordamos que nadie se salva solo, que únicamente es posible salvarse juntos” (FT, n. 32). Al mismo tiempo la pandemia ha hecho detonar las desigualdades y las injusticias ya existentes: la humanidad aparece cada vez más sacudida por procesos de masificación y de fragmentación; la trágica condición que viven los migrantes en todas las regiones del mundo atestiguan cuán altas y fuertes son aún las barreras que dividen la única familia humana. Las Encíclicas Laudato Si’, y Fratelli Tutti explicitan la profundidad de las fracturas que marcan los caminos de la humanidad, y a esos análisis podemos hacer referencia para disponernos a la escucha del clamor de los pobres y del clamor la tierra y reconocer las semillas de esperanza y de futuro que el Espíritu continúa a hacer germinar también en nuestro tiempo: “El Creador no nos abandona, nunca hizo marcha atrás en su proyecto de amor, no se arrepiente de habernos creado. La humanidad aún posee la capacidad de colaborar para construir nuestra casa común” (LS, n. 13).

La Iglesia entera está llamada a confrontarse con el peso de una cultura impregnada de clericalismo, heredada de su historia, y de formas de ejercicio de la autoridad en las que se insertan los diversos tipos de abuso.

  1. Esta situación, que, no obstante las grandes diferencias, une a la entera familia humana, pone a prueba la capacidad de la Iglesia para acompañar a las personas y a las comunidades para que puedan releer experiencias de luto y de sufrimiento, que han encubierto muchas falsas seguridades, y para cultivar la esperanza y la fe en la bondad del Creador y de su creación. Sin embargo, no podemos escondernos: la misma Iglesia debe afrontar la falta de fe y la corrupción también dentro de ella. En particular, no podemos olvidar el sufrimiento vivido por personas menores y adultos vulnerables “a causa de abusos sexuales, de poder y de consciencia cometidos por un notable número de clérigos y personas consagradas”. Continuamente somos interpelados “como Pueblo de Dios a asumir el dolor de nuestros hermanos vulnerados en su carne y en su espíritu”: por mucho tiempo el de las víctimas ha sido un clamor que la Iglesia no ha sabido escuchar suficientemente. Se trata de heridas profundas, que difícilmente se cicatrizan, por las cuales no se pedirá nunca suficiente perdón y que constituyen obstáculos, a veces imponentes, para proceder en la dirección del “caminar juntos”. La Iglesia entera está llamada a confrontarse con el peso de una cultura impregnada de clericalismo, heredada de su historia, y de formas de ejercicio de la autoridad en las que se insertan los diversos tipos de abuso (de poder, económicos, de conciencia, sexuales). Es impensable “una conversión del accionar eclesial sin la participación activa de todos los integrantes del Pueblo de Dios”6: pidamos juntos al Señor “la gracia de la conversión y la unción para poder expresar, ante estos crímenes de abuso, nuestra compunción y nuestra decisión de luchar con valentía”.

DISCENIR EL CAMINO PARA SU DIÓCESIS 

  1. No obstante nuestras infidelidades, el Espíritu continúa actuando en la historia y mostrando su potencia vivificante. Precisamente en los surcos excavados por los sufrimientos de todo tipo padecidos por la familia humana y por el Pueblo de Dios están floreciendo nuevos lenguajes de fe y nuevos caminos capaces, no sólo de interpretar los eventos desde un punto de vista teologal, sino también de encontrar en medio de las pruebas las razones para refundar el camino de la vida cristiana y eclesial. Es un motivo de gran esperanza que no pocas Iglesias hayan ya comenzado a organizar encuentros y procesos de consulta al Pueblo de Dios, más o menos estructurados. Allí donde tales procesos han sido organizados según un estilo sinodal, el sentido de Iglesia ha florecido y la participación de todos ha dado un nuevo impulso a la vida eclesial. Se confirman igualmente el deseo de protagonismo dentro de la Iglesia por parte de los jóvenes, y la solicitud de una mayor valoración de las mujeres y de espacios de participación en la misión de la Iglesia, ya señalados por las Asambleas sinodales de 2018 y de 2019. En esta misma línea se ha de considerar la reciente institución del ministerio laical de catequista y la apertura a las mujeres del acceso a los ministerios del lectorado y del acolitado.

Para “caminar juntos” es necesario que nos dejemos educar por el Espíritu en una mentalidad verdaderamente sinodal, entrando con audacia y libertad de corazón en un proceso de conversión

El sentido del camino al cual todos estamos llamados consiste, principalmente, en descubrir el rostro y la forma de una Iglesia sinodal, en la que “cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, Colegio episcopal, Obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu Santo, el “Espíritu de verdad” (Jn 14,17), para conocer lo que Él “dice a las Iglesias” (Ap 2,7)”. El Obispo de Roma, en cuanto principio y fundamento de la unidad de la Iglesia, pide a todos los Obispos y a todas las Iglesias particulares, en las cuales y a partir de las cuales existe la Iglesia católica, una y única (cf. LG, n. 23), que entren con confianza y audacia en el camino de la sinodalidad. En este “caminar juntos”, pedimos al Espíritu que nos ayude a descubrir cómo la comunión, que compone en la unidad la variedad de los dones, de los carismas y de los ministerios, es para la misión: una Iglesia sinodal es una Iglesia “en salida”, una Iglesia misionera, “con las puertas abiertas” (EG, n. 46).

Esto incluye la llamada a profundizar las relaciones con las otras Iglesias y comunidades cristianas, con las que estamos unidos por el único Bautismo. La perspectiva del “caminar juntos”, además, es todavía más amplia, y abraza a toda la humanidad, con que compartimos “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias” (GS, n. 1). Una Iglesia sinodal es un signo profético sobre todo para una comunidad de las naciones incapaz de proponer un proyecto compartido, a través del cual conseguir el bien de todos: practicar la sinodalidad es hoy para la Iglesia el modo más evidente de ser “sacramento universal de salvación” (LG, n. 48), “signo e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG, n. 1)

La elección de los apóstoles no es el privilegio de una posición exclusiva de poder y de separación, sino la gracia de un ministerio inclusivo de bendición y de comunión ...

Iluminado por la Palabra y fundado en la Tradición, el camino sinodal está enraizado en la vida concreta del Pueblo de Dios. En efecto, presenta una particularidad que es también una extraordinaria riqueza: su sujeto – la sinodalidad – es también su método. En otras palabras, constituye una especie de taller o de experiencia piloto, que permite comenzar a recoger desde el comienzo los frutos del dinamismo que la progresiva conversión sinodal introduce en la comunidad cristiana. Por otra parte, no se puede evitar la referencia a las experiencias de sinodalidad ya vividas, a diversos niveles y con diferentes grados de intensidad: los puntos de fuerza y los éxitos de tales experiencias, así como también sus límites y dificultades, ofrecen elementos valiosos para el discernimiento sobre la dirección en la que continúan avanzando.

DOCUMENTO PREPARATORIO COMPLETO

La Catedral acoge este domingo 17 de octubre la apertura de la fase diocesana del Sínodo

Será en la Misa de 12, en la catedral y estamos invitados todos

Este domingo 17 de octubre se abre, en la diócesis de Guadix, el Sínodo que ha convocado el Papa Francisco para toda la Iglesia. Se trata de un proceso de reflexión y consulta que, como novedad, va a comenzar con una fase diocesana, preguntando a todos los fieles del mundo. En todas las diócesis, esa fase comienza este domingo. La diócesis de Guadix va a celebrar esa apertura de la fase diocesana del Sínodo en la celebración de la Eucaristía de 12 de la catedral, que estará presidida por el obispo, D. Francisco Jesús Orozco.

Con el lema “Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión”, el Papa Francisco abrió de manera solemne este Sínodo el pasado domingo, en el Vaticano. Este domingo 17 comienza la primera fase, que es la diocesana, que se va a prolongar hasta el mes de febrero o marzo. Durante este tiempo, se preguntará a los fieles y a todos los que quieran contestar, incluso los no creyentes, sobre la Iglesia, cómo la ven, sus defectos y virtudes y qué debe hacer para ser más fiel a Jesucristo en el tiempo actual. Después, esas respuestas serán consensuadas con las demás que haya en España y en el resto de Europa, igual que ocurrirá con las demás respuestas del resto de continentes. Finalmente, en Roma, se celebrará la ultima fase del Sínodo, ya con los obispos, como suele ser habitual, para que estos, con las respuestas recogidas en todo el mundo, ofrezcan al papa propuestas y reflexiones sobre las preguntas planteadas. Pero eso será en octubre de 2023.

El obispo de Guadix, D. Francisco Jesús Orozco, ha pedido a los diocesanos que nos pongamos todos “en modo Sínodo”, es decir, en actitud de escucha y de participación, para responder así a la llamada que nos hace el papa Francisco. Su deseo es que todas las parroquias, hermandades, congregaciones o grupos consideren el trabajo del Sínodo como algo propio. En las próximas semanas se indicará cómo responder a esas preguntas que el Sínodo nos plantea.

Este domingo 17 de octubre, por tanto, comenzará en la diócesis de Guadix la fase diocesana de un Sínodo que está llamado a marcar el camino de la Iglesia durante los próximos años. Y todos podemos participar en esa consulta mundial.

Antonio Gómez
Delegado diocesano de Mcs. Diócesis de Guadix