10 de octubre de de 2021
1391 • AÑO XXIX

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Teología de los sacramentos

Eficacia presencializadora del memorial litúrgico

El memorial es fruto de la eficacia de la súplica que lo acompaña y que es favorablemente despachada por Dios, también es fruto de la comprensión judía de la palabra y el gesto, máxime si es­tán enmarcadas en un clima cultual.

¿CUÁL ES LA EFICACIA QUE EL CREYENTE JUDÍO ATRIBUYE AL RITO CULTUAL?
El memorial litúrgico, ¿sirve para algo más que para “recordar” a Dios y a la persona los acontecimientos salvíficos del pasado?

Así es. Pero, ¿cómo se cristaliza en presencia el recuerdo? ¿Cómo termina en causa y eficacia el signo? Por medio de la súplica.

El memorial del culto “recuerda” a Dios sus antiguas proezas y se re­suelve en una súplica con la que se pide a Yahvé una nueva intervención salvífica en favor de su pueblo. La intervención divina se produce; pero sólo es “nueva” ritualmente. La intervención ritual de Yahvé en el memorial litúrgico coincide históricamente con la que tuvo lugar en otro tiempo. Es el momento alucinante del “hacer presente” el pasado en lo que el pasado tiene de núcleo salvador.

No se trata de una repetición. Los hechos salvíficos, celebrados en el culto, eran reactualizados místi­camente. En una línea histórica –heren­cia de Israel– la recitación litúrgica de las fiestas de Yahvé y su escenificación simbólico-ritual provoca su actualización presente. Israel vuelve a experimentar mistéricamente la acción de Dios.  La salvación pasada se perpetúa en el presente. El memorial de la historia salvífica prolonga esa historia a través de las generaciones que se atan a Yahvé por los sagrados vínculos de la alianza.

La legislación cultual tiene cuidado de que esta representación de la historia santa en el memorial litúrgico se lleve a cabo con el mayor realismo posible, para que el rito resulte claro, elocuente por sí mismo y eficaz en el momento presente. La palabra del presidente dará razón del significado de cada ceremonia a los no iniciados. Así por ejemplo, la Pascua se ha de celebrar con panes ázimos y hierbas amargas, “porque a toda prisa saliste del país de Egipto” (Dt 16,3; Núm 9, 11; Ex 12,8); teniendo ceñida la cintura, calzados los pies y el bastón en la mano (Ex 12,11) en disposición de echar a andar y colocarse en el desierto fuera de la opresión. Y la Biblia repite el sentido que tiene esta reproducción; “para que te acuerdes de que fuiste esclavo en Egipto y del día que saliste de aquel país” (Dt 16, 3.23; 15,15).

El memorial es algo más que un recuerdo. Hay que masticar las hierbas amargas, pues se debe saborear el gusto de la amargura que experimentó el pueblo en el desierto. Al comer la cena pascual ritualmente, los judíos podían revivir místicamente, “sacramentalmente”, los acontecimientos de la li­beración de Egipto. Por esta celebración se afirmaba la unidad del acto redentor del Señor. La Iglesia designará por la palabra “sacramento” este misterio de la unidad de la obra redentora efectuada una vez para siempre y, sin embargo, siempre nueva y actual.

Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano