13 de junio 2021
Nº 1383• AÑO XXIX
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Testimonio de vida contemplativa (I)
“Buscar el rostro de Dios”
La vida consagrada es una historia de amor apasionado por el Señor y por la humanidad: en la vida contemplativa esta historia se despliega, día tras día, a través de la apasionada búsqueda del rostro de Dios, en la relación íntima con él. Quien se sumerge en el misterio de la contemplación ve con ojos espirituales: esto le permite contemplar el mundo y las personas con la mirada de Dios (Francisco, Vultum Dei quaerere, n. 9.10).
(…) Como monja dominica, vicaria de la priora federal (Federación de Santo Domingo, Hispania) para los monasterios en lugares de misión y asociados en la Unión Fraterna “Madre de Dios”, mi testimonio se inspira y apoya en ese pasaje tan actual, en esta hora que estamos viviendo. Comienzo dando gracias a Dios por su llamada gratuita y misericordiosa, que pone entre “los buscadores de su rostro”. De tantas y tan importantes y bellas actividades y profesiones en la Iglesia y en la sociedad, que buscan aspectos tan necesarios e interesantes para el bien de los hombres, considero que el “buscar el rostro de Dios” es una profesión maravillosa y eficaz para la salvación del mundo.
La vida contemplativa tiene por objeto de su actividad a Dios mismo y desde Él se puede llegar a muchos, al universo entero. No es una vocación sólo personal o para beneficio propio, sino, como dice el Papa Francisco: “Los contemplativos, como hombres y mujeres que habitan la historia humana, atraídos por el fulgor de Cristo, el más hermoso de los hijos de los hombres (Sal 45, 3), se sitúan en el corazón mismo de la Iglesia y del mundo […]. La vida contemplativa ha representado siempre en la Iglesia y para la Iglesia el corazón orante […] signo y profecía de la Iglesia virgen, esposa y madre; signo vivo y memoria de la fidelidad con que Dios sigue sosteniendo a su pueblo a través de los eventos de la historia” (VDq, n. 3.5).
Acompaño este testimonio con la imagen del sagrario de nuestro monasterio en Santorini, como icono visible: la bola del mundo al pie de la presencia de Jesús en la eucaristía. Bajo su mirada eucarística aparece simbólicamente el mundo con todos sus habitantes; sus proyectos, sus gozos y sus dolores; sus triunfos y sus frustraciones… Junto al globo terráqueo está la Palabra de Dios, esa Palabra por la que fue hecha la creación; Palabra viva y eficaz, que dice y hace; Palabra que comunica Vida eterna. El mundo iluminado por la mirada de Jesucristo, “Luz del mundo” y envuelto en el rosario de María, “oración de amores, cadena de flores con que al mundo ciñe a su Corazón”. Sobre el sagrario, “la belleza escandalosa de la cruz” (en palabras del Papa Francisco), con la mirada del Cristo atrayendo todo hacia Él.
Ese icono, en nuestro coro y en los de los otros monasterios de la Unión Fraterna, expresa una realidad de fe viva y de comunión: la vida contemplativa tiene constantemente ante sus ojos la presencia de toda la humanidad, simbolizada en el globo terráqueo, y la abraza con su oración. De noche y de día, en la oración litúrgica y en la oración silenciosa, al mirar las hermanas el sagrario, le dicen al Señor: “Te busqué a Ti porque me llamaban ellos” (M. Teresa M.ª, O.P.). Sí, te busco a Tim porque me llaman ellos, los hermanos del mundo entero. Llaman, de muchos modos, desde la incertidumbre y el miedo; desde el dolor de las familias divididas y rotas; desde la inseguridad física y moral de los niños y los jóvenes, desde la delincuencia que se apodera de las ciudades; llaman desde el desasosiego por los vaivenes caprichosos y crueles de la economía; desde el escepticismo ante la gestión política de los que nos gobiernan; desde el dolor ante las crueldades de las guerras étnicas o religiosas; miedo incluso de una confrontación global.
Nuestro mundo es un mundo envuelto, en gran parte, por violencias, mentiras, persecuciones, expulsiones y masacres; tristemente, es un mundo sin Dios. Llaman también tantos hermanos con fe firme, entregados a Jesucristo con una vida cristiana íntegra y, en muchos casos, martirial. Llaman y ofrecen, a la vez, un testimonio ejemplar que refuerza la comunión eclesial y el ansia de santidad. (…)
Sor M.ª de la Iglesia Aristegui
O.P. Vicaria para la Unión Fraterna “Madre de Dios”
(Federación de Santo Domingo, Hispania)
Desde el Monasterio Dominicano Misionero de Santa Catalina Santorini - Grecia