13 de junio 2021
Nº 1383• AÑO XXIX
INICIO - Signo y Gracia
Teología de los sacramentos
Los sacramentos como “signos sacramentales privilegiados”
Los siete sacramentos son la obra visible y oficial de la Iglesia, o, mejor dicho, la obra de Cristo celestial, sacramentalizada en una obra visible de la Iglesia. Los siete sacramentos son siete perspectivas de la acción de la Iglesia.
Un sacramento es un acto salvífico personal de Cristo celestial, en forma de manifestación visible de un acto funcional de la Iglesia.
Los signos sacramentales son una realización privilegiada del sacramento Iglesia y, a la vez, la posibilidad de un encuentro misterioso, pero real, corporal-empírico con el Señor vivo, con el don escatológico de Cristo glorificado en los momentos decisivos de la existencia humana. Es verdad que la salvación, el encuentro con el Señor podría realizarse en nosotros por otros caminos que el de los signos sacramentales, a un nivel interior o espiritual. Pero, para nosotros, es necesaria la corporeidad o visibilización de manera que este encuentro sea posible y constatable.
Cristo glorificado puede llegar a nosotros e influir sobre nosotros aun fuera de los sacramentos visibles de la Iglesia. Sin embargo, por razón de su cuerpo glorioso, en lo que a nosotros atañe, sólo puede hacérsenos presente sirviéndose de elementos terrenos, no glorificados, como de elementos simbólicos de su acción salvadora, celeste e invisible. Esta necesidad, a la vez cristológica y antropológica, de los sacramentos, muestra de manera inmediata que los sacramentos de la Iglesia no son cosas, sino encuentros de las personas que viven en la tierra con el hombre glorificado, Jesús, por medio de una forma visible.
LA IGLESIA, SACRAMENTO DEL MUNDO
El concepto de Iglesia como “sacramento del mundo” se convirtió en un tema permanente durante el Vaticano II, repetido en LG 1,9 y 48, y en GS. “La promoción de la unidad concuerda con la misión íntima de la Iglesia, ya que ella es en Cristo como sacramento o señal e instrumento de la unión íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano” (42).
La Iglesia es el sacramento permanente de la unidad entre todas las personas e implícitamente, de todo el mundo, como pueblo de Dios que encarna vicariamente la vocación y salvación de toda la humanidad en la historia. La Iglesia es “sacramento del mundo” porque esta condición vicaria de la Iglesia es fundamentalmente el sacramento de la función vicaria de Cristo en su persona, en su vida y en su sacrificio. Cristo es el hombre “en lugar de” los demás, y esta función vicaria ha pasado a la Iglesia sacramentalmente, haciendo de ella la porción del mundo “en lugar de” el mundo entero y de toda la humanidad que le habita.
La Iglesia es sacramento del mundo porque en ella toda la creación material y racional ha sido puesta, inicial pero definitivamente, en el camino de su vocación última divina a la unidad y a la paz. La Iglesia es la porción del mundo consciente de su vocación última divina a la unidad en torno a Cristo y que intenta realizarla torpemente.
La Iglesia, como sacramento del mundo, es medio de revelación e instrumento de realización de esa unidad.
Ignacio Fernández González
Sacerdote Diocesano